– Pues la parte comica de esta tragedia es mi torpeza. Segun Lars, en las cartas que me iba mandando habia pistas suficientes para descubrir su escondrijo. Pero yo, que no contaba ya con Anne Vanel para descifrar tales pistas, me habia abotargado en mi butaca y seguia alli, esperando. Esperando y comiendo langostas… Por cierto, ?sabe que Anne Vanel monto un restaurante?
– ?La detective francesa? -pregunto Ferrer desconcertado. ?Comenzaba Laventier a desvariar?
– ?La mejor detective de Francia! -Ahora su tono habia sonado satirico, ligeramente grotesco-. Cuando me encontraba en Leonito recibi una carta suya contandomelo. Habia vendido ventajosamente su agencia y se retiraba. ?Incluso me perdono la minuta que aun le adeudaba…! Un restaurante de pescado, junto al mar. Y de marisco. ?Le gusta el pescado fresco, el marisco?
Ferrer comprendio que el anciano vivia sus ultimos segundos. Decidio poner todo lo que pudiera para que la transicion fuera lo mas suave posible.
– Si, me gusta… -dijo, captando de reojo la mirada perpleja de Anselmo, que se habia acercado a ellos.
– Los soldados no tardaran en encontrar el camino. Debemos irnos.
– No podemos dejarlo aqui -respondio Ferrer en un susurro.
Anselmo asintio.
– Voy a bajar hasta la primera curva. Vigilare y cuando los vea volvere. Entonces si tendremos que irnos.-De acuerdo -acepto Ferrer, y mientras Anselmo desaparecia entre las rocas volvio el rostro hacia el frances, que proseguia con su particular delirio.
– A mi tambien… A veces lo tomaba alinado con… -de pronto, la expresion de Laventier se congelo de terror. Callo, quedo quieto y atonito: acababa de asumir que nunca volveria a disfrutar una comida. Ninguna otra: su tiempo en la tierra se agotaba. Trago saliva: la proximidad de la muerte le devolvio parte de la lucidez y de las fuerzas. Clavo las unas en el brazo de Ferrer.
– ?Sabe de donde saco Vanel el dinero? ?De Lars! El mismo me envio, hace ya algunas semanas, copia del contrato que habian firmado. ?Otra de sus estocadas exquisitas…! Lars sabia que Vanel, investigando libremente en Francia, alineada en mi bando, podia ser peligrosa. Y la compro. Asi, como suena. Le hizo una oferta economica fabulosa y ella acepto sin imaginar que se trataba de una forma de soborno. O imaginandolo, quien sabe. ?Por que no? Con esta facilidad Lars me dejo aislado, sin apoyo alguno. Recuerdo que senti miedo cuando Vanel me dijo que se iba a vivir junto al mar. Me quedaba solo, lo que Lars queria: solos el y yo. Pero aun pasarian unas semanas antes de que…
– Bien, pero al fin
– Cuando lea el manuscrito en su totalidad…
Ferrer no pudo evitar un gesto de ansiedad. Laventier lo atajo levantando la mano para pedirle paciencia.
– Cuando lea el manuscrito en su totalidad observara que concluye bruscamente; ello no es debido a ninguna nueva argucia de nuestro amigo, sino a una causa mucho mas prosaica: su enfermedad habia sufrido un severo empeoramiento. Asi me lo anuncio el caballero que aparecio en mi hotel presentandose como el medico privado de Lars. Fue poco antes de entrevistarme con usted en el hotel. Despues de que usted y yo nos separaramos, fue el quien me acompano hasta la mansion de Lars, en las afueras de Leonito.
– ?Ya no vivia en el Faro numero Tres?
– Al parecer, no. Pero en todo caso carece de importancia. Seria una de sus muchas casas en Leonito. Me llevo alli y punto… Cuando entre a la casa, me registraron. Luego el medico me mostro un largo pasillo por el que debia internarme y se fue, dejandome solo tal y como exigia el protocolo previsto por su cliente. La casa, toda ella de marmol blanco, reflejaba la luz solar, y hacia mas identificable el punto negro que se recortaba al fondo del pasillo contra el azul del mar de la playa privada: Victor Lars. Yo, a pesar del registro, habia logrado introducir un arma mortal.
Ferrer no pudo evitar mirarle sorprendido.
– Abra la estilografica y demela -pidio el frances.
Ferrer lo hizo. Laventier la cogio con torpeza, como un nino su primer tenedor o el asesino inexperto la navaja del crimen.
– Este fue el ultimo favor de Vanel. Le pedi el nombre de un armero de caracteristicas especiales y me lo dio. El me preparo esta estilografica. ?Ve como el plumin no tiene punto? En realidad oculta una aguja hipodermica conectada al cargador de tinta, que se ha sustituido por un potente veneno. Para expulsarlo, solo hay que presionar la base del plumin contra la superficie en la que se quiera inyectar. Es un objeto de alta precision, costo una fortuna. Hace meses que la llevo conmigo, esperando el momento de matar a Victor Lars.
– ?Usted? ?Un asesinato?
– Si. ?Yo! -respondio Laventier con amargura.
Devolvio la pluma a Ferrer, que la cerro e instintivamente se la guardo en el bolsillo. Reparo, sin darle importancia ni echar marcha atras, en que era un gesto muy similar al realizado dias atras junto al cadaver de Bueyes.
– Matar a Lars -continuaba el frances- no era solo una venganza personal, era tambien la justicia para todos los inocentes sacrificados por su mano. Lo medite durante largo tiempo, en profundidad, y mi conclusion fue clara: la filosofia y la moral exigian su muerte. Las victimas que ha ido dejando tras de si exigian su muerte. El sufrimiento de Oscar Fiorino exigia su muerte. Cada uno de los actos que ha cometido exigian su muerte. Y lo que le hizo a Florence exigia su muerte. Si, si, se perfectamente lo que estoy diciendo. Y lo que significa: nada menos que la vida del gran Jean Laventier tirada por la borda. Al final, no solo reclamaba para mi enemigo la pena de muerte. Tambien me disponia a ejecutarla sin juicio previo. ?Gran victoria del Mal sobre el Bien! ?Y sabe que es lo mas terrible? ?Me gustaba! ?Me excitaba! ?Devolvia la actividad a mi mente y la vitalidad a mi cuerpo! No, no, Ferrer, no pase por alto este concepto. ?Es esencial y tragico! ?La asuncion del mal me insuflaba vitalidad! ?Juventud! ?Y que podian oponer a esa fuerza irresistible ochenta anos de estudio, de etica, de ejercicio del bien, de ley y orden, de compromiso con valores teoricamente eternos, irrenunciables… sagrados? ?Amigo mio! Preparar una conferencia sobre los peligros del fascismo es una tarea pausada, interesante, tal vez incluso util… ?Pero citarse con el artesano que ilegalmente va a fabricar para ti un arma mortal es apasionante! ?Es arrebatador! Me despertaba al alba, con ganas de empezar un nuevo dia… ?Con alas en el corazon! ?Quien lo resistiria? ?Algo asi como enamorarse a la vejez! Ante tal embrujo, ?que importancia tiene cometer un acto ilegitimo, ilegal, teoricamente monstruoso? ?Suponia Lars que todos esos sentimientos iban a aflorar en mi durante su persecucion? ?Tan maligna era su sabiduria? Avance hacia el punto negro… Victor estaba sentado, de espaldas, sobre la butaca de mimbre. Parecia inmovil, pero a medida que me acercaba pude distinguir que algo se movia a la altura de su regazo. Cuando estuve a un par de metros vi que se trataba de una primorosa criatura infantil que le hacia la manicura arrodillada a sus pies. Lars parecia confortablemente indiferente, tal vez dormitaba. Parado ante el, constate que era, casi, el mismo hombre guapo de ojos claros, con el pelo abundante de su juventud ahora blanco inmaculado. No aparentaba mas de sesenta anos, veinte menos de los que en verdad tenia: hasta en eso constituia su persona un monumento a la injusticia. Me miro sin reconocerme, limitandose a sonreirme con candidez que parecia excesiva. Decidi esperar a que fuera el quien hablase, pero no lo hizo. ?Otro de sus trucos? ?Trataba de ponerme nervioso? Me aproxime y le apoye el plumin sobre el cuello. No se inmuto. Tantee sobre la piel hasta hallar los latidos de la yugular: eran minimos, remotos…? relajados! Justo lo contrario de los mios, que bombeaban sangre imparable, sangre atemorizada por la indiferencia de mi enemigo. ?Que pretendia? ?Que esperaba para pedir ayuda? El angel que le arreglaba las unas me miraba con ojos carentes de criterio, ojos indiferentes, ojos de esclavo bien entrenado. Lars tambien me miraba: la mirada de un hombre bueno, senor Ferrer, ?puede creerlo? Alguien definitivamente a salvo de su propia conciencia. La constatacion incuestionable de tal hecho me noqueo, desarbolo mis intenciones homicidas o justicieras: ?como iba a matar a quien no se defendia? ?A sangre fria? ?Impensable! A pesar de la supuesta resolucion de mis propositos, mi mano no accionaba el dispositivo del veneno. Mi renuncia suponia la inmediata victoria de Lars, que como si lo hubiese entendido asi no dejaba de sonreir. Irritado por su beatifica superioridad, pense en todo lo que sabia de el para darme fuerzas, pero fue inutil: no podia matarlo ni podria nunca… Al comprenderlo, trague saliva: a pesar de las decadas transcurridas y a pesar de mis, segun todo el mundo, grandiosos logros en el campo de los derechos humanos, seguia siendo el mismo pusilanime que una noche maldita expulso de su lado a los luchadores de la libertad acosados por los nazis ?Seguia siendo Laventier el Cobarde! Ya que no hallaba el valor en las causas