alaridos, sumados al olor de la sangre que me salpicaba, bombeaban a mis venas una fuerza jamas conocida en mis sesenta anos de existencia. Me bajo a la realidad el sonido insistente de los percutores golpeando sobre vacio. A mi alrededor, gemidos lastimeros evocaban los coletazos de una orgia que lamentablemente llegaba a su fin. ?Ah, Jeannot, si la vida fuera eso…! Lo hubiera dado todo por poseer un revolver de fuego inacababable, por tener frente a mi mil, diez mil, un millon de Hombres Perro… Pero solo uno, al que las balas no habian alcanzado, seguia vivo; al parecer, la excitacion de la matanza me habia hecho descuidar el calculo inicial de fuego. Paralizado por el espanto y encogido hasta hacer aun mas despreciable su humillada condicion, la bestia me miraba con ojos tan abiertos y fijos sobre mi que parecian carecer de parpados. La luz de las antorchas hacia brillar su piel sudorosa alli donde esta no quedaba cubierta por las grenas de la larga cabellera. ?Era de sexo masculino o femenino? Su postura me impedia verificarlo, pero tal cuestion resulto nimia ante el deseo furibundo que me asalto por encima de cualquier explicacion racional: la Victoria Ancestral bombeaba sangre salvaje a mi miembro. Escuchando a la fuerza desconocida -?la esencia del alma humana, que me era desvelada en esta infinitesimal concrecion?-, me desnude y, resuelto a seguir todas las ordenes que me fueran dictadas por el instinto, cumpli las que me recomendaron sostener con la mano izquierda el cuchillo y con la derecha el cinturon enrollado como un latigo letalmente culminado en la hebilla metalica. El pene brutalmente erecto abria la marcha hacia una copula insolita, desconocida e irresistible, y avance hacia aquel animal sin saber aun para que: el Instinto de la Fiera, Jeannot, se habia encarnado en mi como se encarno Dios en su hijo segun los argumentistas de la Biblia. Sumido en tal tesitura mistica, lo ultimo que podia esperar era que el Hombre Perro sacase fuerzas de flaqueza para adelantarse en el ataque. La sorpresa se alio con el: me derribo, me golpeo, me mordio, me arano y, en medio del tornado de los cuerpos en lucha, logro arrebatarme el cuchillo y hundirmelo en la pantorrilla. El intensisimo dolor me dio energias para ponerme sobre el y estrangularlo con mis propias manos. Un minuto despues, sobre el cadaver que con rabia esteril destroce a cuchilladas, pugnaba por recuperar la respiracion. Era el vencedor, como parecia proclamar mi semen derramado sobre la bestia durante la lucha. Pero estaba aterrado: la cuchillada sangraba con profusion y las antorchas que me salvaguardaban de la oscuridad absoluta parpadeaban agonizantes. La lucidez, imponiendose sobre las ultimas descargas de adrenalina, me ordeno improvisar con la camisa una venda que ajuste a la herida con el cinturon. La hemorragia, al menos, parecio detenerse; respiraba aliviado, dispuesto a meditar el siguiente paso, cuando se apago la ultima antorcha. Casi a la vez, como si el fuego hubiese sido un interruptor electrico, la vitalidad enganosa se evaporo y me dejo solo ante mi mismo: un sexagenario desnudo, herido y patetico en medio de una oscuridad que la ausencia de luna hacia mas rigurosa. Desde algun lugar que podia no ser remoto, el aullido de un lobo matizo el miedo.
A ti puedo confesarte que me arrastre indignamente sobre las irregularidades de aquel terreno ignoto que ademas no podia ver; pero la precaucion fue inutil: no se si cinco minutos o cinco horas despues de mi lucha con el Hombre Perro, fui tragado por un desnivel arenoso del terreno y cai en un pozo negro infinito. Manotee en el aire, desesperado. Las manos y pies se golpeaban y aranaban contra unas paredes cuya estrechez plagada de aristas afilaba el suplicio de la caida. Consegui agarrarme a un saliente que se clavo en mi mano como una cuchilla; por un segundo pense que tendria resistencia para sostenerme: ilusion vana, ademas de dolorosa; tras unos instantes atroces en los que el brazo se dislocaba por el peso de mi propio cuerpo, el fragil asidero se partio y segui cayendo hasta estrellarme contra el suelo, unos metros mas abajo. Me llevo unos minutos comprobar que no tenia nada roto, aparte de las magulladuras y de un calor intenso y lacerante que olia a sangre en la palma de la mano: una esquirla de piedra se habia incrustado profundamente en ella, y en la oscuridad no tuve otro remedio que posponer cualquier amago de cura. Con el examen de la situacion llego el pavor: habia caido a un pozo del que nunca podria salir por mis propios medios, y mis hombres, suponiendo que me buscasen, jamas darian conmigo. Estaba condenado a morir de hambre y sed en la oscuridad. A morir de angustia cuando apenas unas horas antes era el amo de un mundo que habia logrado crear a mi imagen y semejanza… No es facil que pueda expresarte los sentimientos de rabia e indefension, la desesperacion -mas espeluznante porque la apoyaba cualquier analisis racional-, el Miedo…
Y fue entonces cuando comenzo la alucinacion. Porque de eso pense que se trataba… Muy despacio al principio, con cadencia tan imperceptible como innegable, la luz, magicamente, eclosionaba a mi alrededor y me envolvia como si estuviese en una pelicula de Hollywood o ante un milagro de Dios. Reconozco que la incredulidad y la sorpresa lograron imponerse sobre los temores: literalmente, estaba amaneciendo en mi pozo sin fondo. Y no era un espejismo: se trataba de luz, de luz solar asentandose, creciendo, avivando los matices grisaceos del lugar de piedra en el que me hallaba, y que al fin pude examinar.
Era, en efecto, una cueva. En su fondo desembocaba el hueco que me habia engullido, y por cuya boca llegaban ahora hasta mi los rayos de sol. ?Logico, verosimil, posible…? Si, excepto por un detalle: de la intensidad de la luz solo podia deducirse que me hallaba muy cerca de la superficie, practicamente junto a ella. Pero la caida, aun suponiendo que mis desconcertados sentidos hubiesen desorbitado su duracion, habia sido de al menos varios metros. Me puse en pie para buscar explicacion a la imposible convivencia de los dos hechos aparentemente ciertos y, al apoyarme, el dolor dormido de la mano se reavivo en toda su intensidad. Mire la palma herida con intencion de localizar y extraer la esquirla de piedra. Y entonces vi entre la sangre seca el objeto que me habia herido. ?Amigo mio! La gran sonrisa que la fortuna y el Azar tenian asignada a mi vida no era la que ilumino mi huida de Paris o la llegada a Leonito, tampoco la que habia brillado durante mi imparable ascension en el escalafon de poder liderado por los coroneles. La Sonrisa de mi Vida era la que veia ahora, bordeada por el carmin de la sangre seca de mi mano.
La casualidad me habia llevado hasta las entranas de la Montana Profunda, y ahora me desvelaba su secreto: el legendario tesoro de los indios invisibles no era un mito.
Existia realmente. Lo tenia ante mi. Y lo iba a hacer mio.
La luz del sol, absurda pero real, me insuflo seguridad y me sirvio de guia. Tras demorarme algunas horas en la contemplacion del asombroso fenomeno que tenia ante mi, busque y encontre una salida al aire libre. ?Prodigiosa Montana, hermetica e inaccesible para el mundo exterior, pero simple y hermosa como una linea recta para los conocedores de su secreto, magica en su deslumbrante nitidez! No dire que envidie a los salvajes que la habitaban, pero si afirmo que entendi la furia belica con la que protegian su regia intimidad, la ferocidad con que se afanaban en retenerla. En su lugar, yo hubiera actuado igual. Y ciertamente, me dispuse a hacerlo.
En trance similar al mio, muchos hombres habrian corrido, serviles o simplemente cobardes, a exhibir ante sus amos el descubrimiento; pero, consciente de que la paciencia es una virtud y el analisis frio de toda situacion una condicion
Y es que el tesoro era demasiado bello para compartirlo con los simiescos militares. Si, bello es la palabra que he utilizado y que reivindico una y mil veces para la Montana, pues si bien es cierto que
Lo causo ese devenir historico que no es necesario detallarte porque lo puedes encontrar en los libros e incluso en tus recuerdos: ?o acaso no fuiste tu, ridiculo hombre bueno, uno de los primeros en dar a conocer al mundo las «atrocidades contra los derechos humanos -asi llamabais a la efectividad profesional que yo inspiraba- en el Cono Sur»? Gracias a ti y a otros como tu las insignificantes vocecillas de protesta fueron cogiendo cuerpo, envalentonandose y haciendose daninas, y acabaron por aportar su peso a la inercia historica. ?Quien iba a augurarme, en estos tiempos de la victoria consolidada en Chile e inminente en Argentina, que los tiempos cambiarian con cadencia al principio imperceptible? ?Como suponer que la decada de los ochenta comenzaria con la resuelta campana internacional de prensa contra el regimen chileno, continuaria con la contundente guerra anglo-argentina por las piedrecitas de las Malvinas -que tanta verborrea a favor de la vieja Europa y en contra de