Aparece en la pantalla una rafaga de la boda de Tony Asmar con Cora Jimeno, celebrada en la catedral maronita de Saint-Georges, un ano atras. Cora, resplandeciente en su dia mas feliz, recita la locutora, apenas ha dispuesto de un ano de dicha tras su prometedor matrimonio con el joven y dinamico empresario.

Una avalancha de pequenas dentelladas martiriza el estomago de Diana Dial. Se trata de la sensacion puntual, infalible, que experimenta cuando algo no encaja en la version de la realidad que se le ofrece. En sus dias de reportera le resulto muy util.

Jubilada desde hace cuatro anos, al cumplir el medio siglo, pero no ausente de los acontecimientos, la antigua periodista, que abandono su profesion decepcionada por el giro mercantilista al que esta se abocaba, se habia concedido un retiro de privilegio. Su unico marido, el empresario mediatico Lluis Brunet -conocido en el ramo como Viceversa por sus espectaculares cambios de bando-, al que tuvo de jefe en sus comienzos en la prensa del corazon, le concedio una pension vitalicia cuando se divorciaron decadas atras. De su breve aventura matrimonial guarda Diana menor recuerdo que reconocimiento por la generosa renta que mensualmente le pasa su ex marido. Gracias a ese dinero puede regalarse el tipo de existencia que mas le satisface, alejada de las tensiones que rigen hoy en dia en el mercado de la comunicacion. Remirando el ayer se pregunta si, dado el pauperrimo estado actual del periodismo, haberse casado con un millonario no fue la mejor decision de su vida. El tipo resulto poseer, ademas, la mala conciencia necesaria para compensar economicamente a Diana por abandonarla a causa de una lozana azafata de congresos. Y esta tambien el hecho de que Viceversa siempre le tiende una mano en los momentos dificiles.

Desde entonces, Diana Dial hace lo que le viene en gana, lo que siempre ha deseado, aquello para lo que ha nacido. Investigar. Cierto, ya no le encargan reportajes. Ahora se envia especialmente a si misma, se paga los gastos, se queda cuanto tiempo precisa y hasta mas. Resuelve crimenes, de sangre o del alma y, a su manera, procura venganza y consuelo.

Piensa en la arana que ha aplastado mientras dormia. Algunas personas merecen el mismo destino. Ayudar a que se cumpla es algo que apenas pudo poner en practica durante sus anos de reportera.

Ya al poco de despedirse del periodico en el que trabajo durante casi dos decadas, el muy prestigioso La Gaceta Universal, resolvio un crimen ejecutado en el propio diario y contribuyo a que se hiciera justicia. A su manera, se dice Diana con satisfaccion algo cinica.

Resuelve casos o ayuda a solucionarlos. En Beirut, adonde su especial afecto por esta ciudad la ha ligado durante dos anos, su alianza amistosa con el inspector Fattush le ha proporcionado algunos buenos momentos. Cree Diana, sin embargo, que nada nuevo puede depararle ya el pais, y por eso se marcha. En Egipto, su proxima estacion, esperan nuevas intrigas. Al invitarla, su amiga Lady Roxana se lo prometio. Pero esa sera otra historia.

Moviendose con cautela entre las cajas que pronto alguien de una agencia recogera para mandarlas por cargo aereo a Barcelona, Diana Dial intenta localizar revistas atrasadas que se han vuelto inesperadamente valiosas. ?Se las habra llevado Joy? No, gracias al cielo.

Un coche-bomba y cambia la vision del futuro. Anoche se acosto sin otra preocupacion que la perspectiva del traslado y el posible itinerario que una arana podria seguir entre sus sabanas. Hoy despierta con los sentidos en estado de alerta ante la incertidumbre. Una sensacion tan conocida como el malestar en las entranas que le produce el recuerdo de Cora Asmar.

La sirvienta, que llega con su hija en brazos, encuentra a la duena de la casa sentada en el suelo, rodeada de ejemplares de Mondanite. Esa manana Joy luce una expresion taimada, enigmatica, en lugar de la sonrisa plena de vitalidad y optimismo que suele acompanar sus «Goodmooooooorning». Sujeta a la pequena, apretandola, con el temor de un animal por su cria.

Yara tiene dos meses. Su madre insistio en reincorporarse al trabajo una semana despues del parto, a cambio de traerla consigo, y Diana se ha acostumbrado a su carita morena, de ojos rasgados como los de Joy y labios abultados como los de su padre, un esbelto egipcio que inmigro a Beirut para trabajar en la construccion. Cuando Joy le confeso a Diana que estaba embarazada de Ahmed y que un mufti los caso al poco de quedarse encinta, la espanola quiso mostrarse animosa. «Los egipcios son muy buenos maridos», le dijo, y sabia que era asi. «Si, buenos maridos -asintio Joy con desanimo-, y muy, muy pobres.» Joy, Ahmed y Yara han formado parte de la familia que la vida le ha regalado a Diana en Beirut. Sus mundos son lejanos pero, por un tiempo, lo que ha durado esta nueva aventura de la periodista, se han comunicado de piel a piel.

Nada de «Buenos dias», pues. En su lugar:

– Madam, madam! ?Mas guerra! -exclama Joy, apretando aun mas a su hija-. Usted no va a irse de Libano. Usted nunca abandono Beirut con bombas.

Era eso. A pesar del pavor que le producen los atentados y del miedo, acrecentado desde el nacimiento de Yara, a otra etapa de inestabilidad politica, Joy cree que, gracias a este atentado, la senora va a deshacer los bartulos.

Con una revista abierta sobre las piernas cruzadas, Diana reflexiona rapidamente. Joy, expectante, acuna a su bebe. Y la periodista entiende que la filipina va a salirse con la suya, al menos de momento. Pero no por las razones que la otra imagina.

– Me duele el estomago -anuncia, simplemente.

– ?Le preparo un te de menta? ?Nota aires? ?Una infusion de anis?

Niega lentamente con la cabeza, sin dejar de mirar a Joy a los ojos. La sirvienta comprende, su rostro se ilumina.

– ?Un caso? -pregunta.

Asiente con una sonrisa.

– Es posible.

– ?Presentimiento en la barriga? -Joy parece sumamente feliz.

Desde que Diana Dial ayudo a Fattush a que metiera en la carcel a un grupo de estafadores que operaban en la Western Union enganando a las filipinas que enviaban dinero a sus hogares desde sus oficinas de Hamra, Joy cree con ceguera en las capacidades de su patrona para resolver misterios policiales.

– ?No es coche-bomba, entonces?

– Si lo es -responde Diana-. Eso nadie puede dudarlo. Lo que no esta claro es el motivo, ni la autoria.

– ?Era hombre importante? La mujer, muy guapa.

– Ese es el asunto -dice Dial, zanjando la conversacion y volviendo a su examen de las revistas.

Porque lo que Joy llama el presentimiento ha asaltado su estomago al aparecer la rutilante Cora en la pantalla del televisor, cuando los informativos han pasado los fragmentos de la boda con Asmar.

Nunca le ha caido bien Cora, pese a las alabanzas que su comun amigo Salvador Matas le dispensa con generosidad. ?O es precisamente esa exaltacion de sus cualidades en boca del, por otra parte, sexualmente imperturbable arabista, la causa de su animadversion? Matas siempre ha intentado vendersela como un prodigio de inteligencia y belleza. No es que Diana este celosa. ?O si? Desde que se conocieron, al poco de su aterrizaje en la ciudad, Salva se ha convertido en uno de sus mejores amigos. Mas que eso, es un compinche. Es bastante mas joven que ella, pero tienen mucho en comun. Pese a su erudicion, Matas es un conversador ligero, notable contador de chismes y anecdotas. Disfruta mucho, Diana, con sus encuentros semanales y el intercambio de informacion, ironias e incluso parodias que puntean sus charlas. Se siente atraida hacia el, pero esta verdad se la oculta a si misma las mas de las veces. Nada en su amigo, ninguna senal, la predispone a dar un paso en falso.

Se pregunta a menudo que sabe ella de Salva. El embajador Ramiro De la Vara no es una fuente muy fiable. Los dos hombres coincidieron en unos cuantos destinos, ya que Salva pertenece a la cuadra de profesores que trabajan en la Fundacion Quijote para la divulgacion global del castellano y, en condicion de tal, ha ensenado en un par de capitales del norte de Africa, asi como en Damasco y El Cairo. De la Vara lo sabe todo sobre etiqueta y cortesia, e incluso sobre intrigas en las altas esferas, pero carece de inteligencia emocional. Y aunque La Casa - como llaman los iniciados a la institucion quijotesca- es un hervidero de hormonas, sus chismorreos basicos apenas traspasan las paredes del edificio que ocupa en el viejo Beirut. Sus intrigas, academicas o pasionales, componen un puchero poco apetitoso incluso para Dial, que tiene por oficio observar la naturaleza humana.

En cuanto al embajador -un viudo borrachin y faldero, miembro del Opus Dei, con media docena de hijos repartidos en cargos importantes en Madrid-, es mas probable que conozca con quien se acuesta el director de la Fundacion Quijote -o con quien no, lo cual resulta mas frecuente- a que detecte los habitos sexuales de profesores

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