y funcionarios; mucho menos entre la tropa. Y Matas no es mas que un profesor de espanol bien considerado por sus alumnos pero que nunca alcanza -porque no quiere o porque no puede, otro de sus misterios- un rango superior en la institucion.

Del arabista Diana sabe lo que este le muestra, los signos que le envia su lenguaje corporal cuidadosamente contenido, porque el jamas se refiere a su intimidad ni evoca recuerdos del pasado. Quiza por eso mantiene su atencion fija en el, su instinto periodistico -detectivesco, rectifica- siempre alerta. Intentando descifrarle, la investigadora se ha aficionado a su presencia, a su existencia. Pero Dial va a dejar Beirut para siempre -tanto como se lo permita su alma vagabunda-, y ninguno de los dos ha hecho otra cosa que dar por sentado que la amistad seguira en un escenario u otro. En los temas personales, el linguista es como una casa con ventanas y puertas cerradas. Una casa sin luz, mal que le pese a Diana.

Salvador Matas no ha cumplido los cuarenta -la periodista le lleva quince anos cruciales, al menos para ella- y es enjuto, moreno, alto y barbudo como un cruzado. Resultaria severo si una dentadura blanca y perfecta no despejara a menudo su semblante, enmarcada por unos labios mullidos cuya sensualidad irrumpe inesperadamente. Es atractivo y viste con elegancia, siempre de oscuro, en verano como en invierno, y los jerseis o las camisetas cuelgan de sus hombros delgados como cotas de mallas. Parece un castellano viejo en una produccion sobre la vida del Cid Campeador.

Su sobriedad aparente esconde una mente exacta, un espiritu afilado y una lengua de vibora, cualidades que Diana aprecia por encima de todo. Se le ve siempre un par de pasos por detras del lugar de los hechos: no porque no quiera llegar, sino porque ya ha estado alli, cree la reportera. Es un observador de la naturaleza humana. Como ella. Aunque ella combina el analisis con la accion. Incluso en su expresion corporal, Salva muestra su intencion de no querer salir de si mismo.

Fue el, recuerda Diana mientras pasa las paginas de un Mondanite, quien le presento a Cora Jimeno en una recepcion en la embajada. Por entonces, de eso hace casi dos anos, la chica, tambien recien llegada a la ciudad, reinaba en las noches de Beirut, segun expresion del propio Matas, que solia glosar regularmente las conquistas de la muchacha. «La he rescatado del Quijote de El Cairo. No es ciudad para una mujer como ella. Se moria de aburrimiento. Cora necesita brillar, deslumbrar, enamorar. Y follar, cono.» Con un puesto fijo en la Fundacion beiruti y pista libre en los locales nocturnos que proliferan en el lado cristiano, a Cora Jimeno todo parecia irle bien. Desde la fiesta de la embajada, Diana Dial ha seguido las andanzas de la bella, gracias a los escrupulosos partes de Salva y, a raiz de su compromiso y posterior matrimonio con Tony Asmar, tambien por los cotilleos de las revistas de sociedad.

– ?Lo tengo! -grita, agitando un Mondanite.

Joy llega corriendo desde la cocina, temiendo que el alarido haya despertado a Yara. Pero la nina duerme, sin inmutarse, en el rincon mas resguardado del salon -junto a su mecedora- anidada en una cuna rosa, ribeteada de pompones, regalo de Diana.

La filipina se inclina, fisgona, por encima del hombro de la mujer:

– ?Es ella! -se extasia-. ?La pobre viuda!

El reportaje que Diana examina, publicado en la primavera de 2008, marco la aparicion de Cora Jimeno, por la puerta grande y en papel cuche, en la escena publica libanesa. Libano acababa de vivir un espeluznante episodio de violencia -los Hechos de Mayo-, pero los ricos que no habian buscado refugio provisional fuera del pais continuaban desarrollando sus boatos como si el caos no pudiera alcanzarles. Mejor dicho, como si el caos fuera -y lo era, lo es- su razon de existir. En Beirut, a una crisis siempre le sucede un periodo de calma, y eso significa una nueva recalificacion del suelo, otro frenesi vitalista y mas oportunidades de hacer negocios. El Mondanite que Diana tiene en sus manos, aunque no tan voluminoso como acostumbra a ser, refleja en sus satinadas paginas esa burbuja de lujo excesivo en la que se mantiene, anestesiada, parte de la sociedad.

Cora Jimenez, futura esposa del empresario Tony Asmar -perteneciente a una de las familias mas ilustres de la tribu maronita-, resplandece en el cumplido reportaje grafico de su fiesta de compromiso. Viste de rojo, un modelo de crepe de seda, sin hombros, ajustado, que cine su silueta y se amplia a partir de las caderas perfectas, firmes, permitiendo que el juego de la falda deje adivinar la calidad marmorea de los muslos. El pelo, tambien de color fuego, natural, se desparrama escandalosamente, tal como les gusta a los arabes, en torno a su cabeza de muneca. Diana la imagina enlutada, y no le cabe ninguna duda de que el negro le sentara muy bien.

Recuerda que, en aquel tiempo, se pregunto que podia conducir a la liberada Cora a aceptar el yugo de una familia libanesa tan tradicional como estrecha de miras. «El amor, no lo dudes», le habia dicho Salva cuando se lo pregunto. «?En serio? ?Enamorada de ese insignificante?» «El amor escribe con renglones torcidos. Como Dios. A tu edad y con tu experiencia, deberias saberlo», comento el otro, y Diana callo, confundida. En su fuero interno, Dial se dijo que, posiblemente, la muchacha -tenia veintiseis anos- no estaba tan emancipada como parecia. Joder por libre solo rompe cadenas secundarias.

– ?Usted la conoce? -inquiere Joy-. ?Es tan guapa como en las fotos?

– Mucho mas -admite Diana, a reganadientes-. Es impresionante.

Impresionante era el adjetivo exacto para definirla. Lo que la distinguia de las otras mujeres, ademas de su atractivo de pelirroja de pelicula y su cutis de camelia, era su carnalidad. Imposible que alguien -salvo otra mujer- se fijara en lo que llevaba puesto. Parecia ir desnuda, parecia saber perfectamente que lo parecia. Al saludar se apretaba por igual a hombres y mujeres, bestializando el abrazo, poniendo a prueba el registro sexual del otro o la otra. Cuando la conocio, la otra se lanzo a abrazarla y Diana casi sintio su prominente pubis encima del ombligo, y se dijo que esa mujer iba a acabar muy mal. No era un juicio moral, sino un vaticinio casi fisico. Mirarla era como ver a una criatura de pocos anos haciendo equilibrios en la barandilla del balcon de un quinto piso. Habia que quedarse quieto y esperar a los bomberos.

A Diana le llamo la atencion hasta el desasosiego la carga de desdicha que adivino en Cora, a pesar de sus carcajadas excesivas, de la abrumadora exhibicion de sus encantos, de las interrupciones telefonicas que marcaron sus conversaciones y coqueteos mientras permanecio en la fiesta. Llamadas masculinas, citas -si puedo, no puedo; contigo si, contigo no-, todo ello sin que la chica interrumpiera su agresiva demostracion de soberania femenina en directo. Como si unos y otros fueran cerezas que removia en una cesta. Y sin que sus ojos grises, felinos, dejaran de reflejar una avidez, un hambre emocional que, al anunciarse, ya predecia que nunca habria de verse colmada. En algun punto de su recital Cora se dirigio a ella: «?Una periodista veterana, que ilusion! Viviste algo de los setenta, ?no? Me encantara que me lo cuentes. ?Como me habria divertido en una epoca tan libre! ?Me habria puesto ciega de ligar!» Diana quedo en llamarla pero nunca lo hizo. Esta chica da mala suerte, penso. O tiene mala suerte. O las dos cosas. Tambien podia resultar el tipo de mujer que se agarra a tu cuello y te arrastra con ella. Diana no deseaba averiguar a su propia costa cual era el punto debil de la joven.

Aparta el reportaje. Yara se ha despertado y, cuando su madre acude en respuesta a sus balbuceos, la encuentra en brazos de su jefa.

– Si -dice Diana Dial mientras mece al bebe-. Tengo ganas de ver que tal le sienta el luto a Cora Asmar.

Martes, 29 de septiembre de 2009

Diana Dial se remueve, impaciente, en el asiento posterior del coche. Georges conduce con su aplomo habitual, y el Audi se traga sin esfuerzo los ultimos kilometros de empinadas curvas que les conducen a Beit Tum.

– ?Cuanto crees que vamos a tardar en liquidar la visita? -grune la mujer.

Georges no se molesta en responder. Si algo conoce Diana es la extensa duracion de las honras funebres y de las bodas en Libano. Las dos modalidades de ceremonia ofrecen un desenlace similar: en ambas se sepulta a alguien. Solo que, en los enlaces, el cadaver se mueve y viste de novia.

– Un funeral a finales de septiembre, con lo que aun pega el sol a mediodia -sigue quejandose Dial-. Hay que dictar una ley para que estas jeremiadas se celebren al anochecer. En eso, la mayoria de las bodas sacan ventaja. En eso, y en que la muerta puede bailar.

Como de costumbre, Georges no le hace caso. Se sabe tan bien el caracter de su patrona como la viabilidad de las rutas de Libano, los recovecos de los barrios mas amagados de Beirut, el pedigri de cada dinastia de renombre y el que pasa politico. De una familia militar cristiana seguidora del opositor general Aoun, aliado de

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