– ?Siempre nos quedara nuestro Barrio! -suspire.
– Tengo una idea. -A Manolo se le alumbro la mente, alla en el interior de su cabeza, rivalizando con el mediodia madrileno-. ?Preparo un almuerzo de hasta la vista?
– Vale, pero elige tu el menu. -Abrace a Te-renci, para inmovilizarle-. No permitas que este nos atosigue con sus percebes.
En un santiamen, Manolo se puso a los fogones, y nosotros, extasiados, contemplamos su cuidadosa seleccion de materias primas, las verduras con las que iba a preparar el ultimo arroz.
Terenci y yo cubrimos la mesa con un mantel blanco, distribuimos los platos y los cubiertos, canturreando. Manolo abrio una botella de Tattinger y se nos acerco, sujetando tres copas en la otra mano. Brindamos alli, en nuestro picnic varado en la Eternidad, rodeados de casetas repletas de libros, del bullicio de los paseantes, de las exclamaciones de entusiasmo en que, ocasionalmente, algun viandante prorrumpia al reconocer a un autor o al permitirse la adquisicion de un ansiado titulo.
Despues de comer, nos tumbamos a hacer la siesta. Abrazados los seis, mis dos amigos y los perros: rodeandome, protegiendome.
– Que tengas felices suenos al despertar -murmuro Terenci, despues de besarme en la frente.
– ?Y le haremos un diez por ciento de descuento! -anadio Manolo.
– ?Diez por ciento de descuento? -levante la cabeza del mostrador.
Me cego la luz de la tarde.
– Corno todos los anos… -aclaro una voz de mujer, a mi lado-. Hija, menudo susto.
– ?Mira que elegir un verso del poema que escribio cuando la inauguracion del Drugstore! -exclame.
– Todavia esta medio ida -dijo la misma voz.
– Es que hace demasiado calor -sugirio Paula.
?Paula?
– ?Que haces aqui? -pregunte.
Vestida con un alegre traje floreado, Paula me daba aire con uno de esos abanicos de papel que reparten en la Feria. Entre ella y yo un mostrador lleno de libros; unos cuantos eran mios. Tenia abierto por las primeras paginas un ejemplar del ultimo que habia escrito.
– ?He vuelto del coma?
– ?Que coma? -pregunto Paula.
– Pregunta si quiere que le escriba la dedicatoria con comas -comento una de las mujeres que hacian cola detras de mi amiga-. Que considerada es ella, no como otros.
Un murmullo de aprobacion se elevo entre le veintena de personas que parecian esperar algo de mi.
– ?Me firmas o que? Te has echado una siesta en mitad de la faena, y la gente aqui, aguantando. Tienes unos lectores que no te los mereces.
Sujete a Paula por las munecas.
– ?Que me ha ocurrido? ?Me he desmayado?
Nego:
– Te has quedado dormida. Suerte de ti. Te
hemos dejado que descansaras un poco. Quienes vamos a desmayarnos somos nosotros si tardas mucho. Al menos tu estas resguardada. Anda, firmame, que la gente ya ha esperado bastante. Y dime, ?he hecho bien en comprar el Maria Moliner en CD? Me gusta mas en libro, pero esto es mas comodo.
Al besarla le di recuerdos para sus padres.
Desde mi caseta divisaba la estatua del Angel Caido.
Maruja Torres
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