lustrosa, oliendo a colonia, con la camisa abierta hasta el segundo boton, le contestara: “Vos sos la que le llena la cabeza a mi mujer”.

Sono el timbre.

– ?Seguro que es Lucio! -dijo Nando.

Ya habia olvidado a Bruno y se sorprendio cuando lo vio entrar haciendo malabares con un paqueton y tres botellas. Pero lo que mas lo sorprendio fue que Diana cambiara su expresion triste por una luz nueva que le encendio el rostro y la volvio repentinamente bella.

XVII

Era inevitable: la presencia de un hombre desconocido en la casa puso a Nando en actitud de alerta. Saludo a Bruno con una cortesia medida y le ofrecio vino en un gesto que le permitio marcar territorio y dejar en claro quien era el dueno de casa. Lo estudio con la curiosidad que inspira lo nuevo, y apenas considero que no representaba mayor peligro se entrego a una charla afable, natural para quienes se conocen desde hace mucho. Mientras hablaban, Mercedes se disculpo con la excusa de dar una mano en la cocina. Los hombres no contestaron y ella mascullo algo de cerdos y margaritas que nadie se molesto en interpretar. Diana preparaba una tabla de fiambres; los doblaba en triangulitos y los disponia entre cubitos de queso. Cada tanto, levantaba la vista para seguir la conversacion a traves del pasaplatos.

– Help? -dijo Mercedes en un ingles rudimentario que se empecinaba en usar convencida de que le anadia brillo, aunque solo manejaba una veintena de palabras mal pronunciadas.

– No te ensucies. Si queres, podes ir cortando el pan -volvio a mirar a los hombres que parecian entretenidos con la conversacion-. Son geniales. Apenas se conocen y miralos, parecen de toda la vida.

– ?Ay, nena! -contesto Mercedes con sorna-. Para hablar de futbol no se necesita intimar demasiado.

En efecto, el futbol parecia proporcionarles un area de interes donde no era necesario competir. Podian estar comodos, incluso en la discrepancia, depositando en otros la responsabilidad de ganar o de perder. No habia la menor posibilidad de frustracion, nadie dudaria de su hombria, ni seria necesario preguntarse por los sueldos o el rendimiento en la cama. Otros once jugaban el partido por ellos. El futbol era el lugar perfecto de encuentro para iniciar cualquier relacion e incluso profundizarla sin quedar demasiado expuestos.

– ?A que hora venia Lucio? -pregunto Diana.

– ?A mi me decis?

– Y si no sabes vos…

– Ni idea. Pero, da igual si viene o no viene, si se queda con sus marranitos o…

– Estas celosa.

– ?Por favor! ?Celosa de esos mocosos! Mira, para lo unico que sirven es para sacarle plata, porque vas a ver cuando crezcan. ?Vos pensas que les va a importar algo del padrino? Y lo peor, que el tipo piensa que lo eligen por bueno. ?Por imbecil! Por eso lo eligen, porque saben que cuando regala no se anda con chiquitas.

– Te animas a servir esto? -Diana le extendia la tabla y la invitaba a callarse con un gesto amable.

Los hombres ya llevaban unos cuantos goles descritos al detalle, la eleccion del entrenador de la seleccion y un inventario prolijo de datos inutiles que iban desde una atajada fenomenal al delirio millonario del ultimo pase. Podia decirse que habian establecido los cimientos para una amistad con buen pronostico que consolidarian en dos o tres encuentros mas si no se interponia, claro, el otro tema fundamental todavia no atacado, pero al que llegarian tarde o temprano: la politica. En principio, se sentian comodos, tanto que Lucio los tomo por sorpresa, como si ya nadie recordara que estaba faltando.

– ?Viejo! Un poco mas y no venias. -Nando le palmeo la espalda e intercambiaron un beso como marca de una amistad antigua.

Lucio sonrio apesadumbrado. Parecia claro que estaba alli por compromiso, pero que sus ganas habian quedado en otro lugar, mezcladas entre cubos de colores y globos de cumpleanos, donde se sentia querido y nadie le recordaba a cada rato su inutilidad. Busco a Mercedes con la mirada y le hizo un gesto que ella contesto con una mueca nada hospitalaria. Bruno ya se habia puesto de pie y volvia a abotonarse el saco, como si se le fuera la vida en ese pequeno gesto que Diana capto desde la cocina. Aprovecho para mirarlo de cuerpo entero y no pudo reprimir una risita cuando vio que la raya del pantalon se abria en tres lineas bien marcadas. La invadio esa ternura irresistible que provoca en una mujer todo hombre solo y que despierta un erotismo casi maternal.

Vistos desde la perspectiva del pasaplatos, los hombres parecian tres viejos companeros de escuela contandose los pormenores de la ultima aventura. Hablaban sin parar mientras picaban de uno y otro plato, sin preocuparse por un granito de pimienta que pudiera quedarseles atascado en los dientes o la mayonesa pegada a la comisura de los labios. Vencidos los primeros temores, habia sido facil, facilisimo enfrascarse en temas concretos y defender con lucidez excepcional las soluciones a los problemas mas complejos.

Mercedes ya iba por su cuarta copa de vino y la cabeza empezaba a zumbarle. Corto una rebanada de pan, la unto con una salsa verde y puso encima una feta de jamon. Penso que apenas comiera algo se le iria ese malestar de los primeros vinos.

– Decime, nena, ?tu hermana no piensa aparecer?

– ?Que hora es?

– Diez y veinte.

– Voy a ver que esta haciendo. Debe de estar probandose esas porquerias que compro hoy. Seguro que no se decide por ninguna y termina con cualquier cosa. No seria la primera vez -se seco las manos en el repasador.

Mercedes le acomodo el pelo y penso que a su amiga le hacian falta unas clases de sensualidad. Y un poco de alegria, tambien. Diana agradecio y salio de la cocina mientras la otra descorchaba una botella y se decia en voz baja que la ingrata de Gabriela no merecia el baile que le habian montado ni mucho menos quedarse con el premio mayor.

– Voy a ver que le pasa a Gaby -dijo Diana cuando paso por delante de los hombres. Se inclino para besar a Lucio-. ?Como estas?

– Aqui andamos, tirando. -No quiso contestar mas porque se le atropellaban las palabras cuando se ponia nervioso, y terminaba diciendo una tonteria.

Nando vio una oportunidad para intercalar uno de esos chistes obligados.

– Ya saben lo que dicen en Venezuela de los rioplatenses. Que somos muy machos porque siempre estamos tirando.

La risa colectiva apago un ?ja! que vino desde la cocina y que Lucio, entrenado en esos menesteres, conocedor de su esposa, fue el unico que oyo, quiza porque lo estaba esperando. En lo que siguio de la noche, el chiste se volvio una valvula de escape cuando los silencios espesaron el aire, y mas de una vez hubo sonrisas forzadas para disimular la incomodidad que produce la estupidez. Parecia una cita ineludible contar un chiste cada diez o veinte minutos, como si fuera necesario mantener a la fuerza el aire festivo que justificara aquella reunion. Mas tarde, cuando Gabriela se les unio, rivalizaba con Nando en sus historias; una puja para ver quien lograba hacer reir mas, quien resultaba mas seductor o decia la obscenidad mas provocadora. En el fondo, coqueteaban. Lo hacian con descaro frente a Diana, que percibia que algo no andaba bien en aquella camaraderia exagerada, aunque lejos estaba de imaginar que detras de cada provocacion latia el recuerdo todavia caliente de una tarde de locura, tantos anos atras.

XVIII

Cuando Diana entro en el dormitorio de servicio, encontro a Gabriela envuelta en dos toallas blancas: una alrededor del cuerpo y la otra a modo de turbante. Estaba tendida en la cama boca arriba, con unas rodajas de pepino cubriendole los ojos y una pasta amarronada esparcida por la cara, que le dejaba libre tan solo la linea roja de los labios. Diana la zamarreo y la otra, rescatada del mas encantador de los suenos, desperto de un salto

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