A medianoche, cuando los estomagos pedian tregua, Gabriela se descolgo con lo del amor irracional. Empezo como una forma de lucirse para dejar en claro que ademas de curvas tambien tenia cerebro. No siempre le habia salido bien esa estrategia. Mas de un hombre se asusto ante tanta exhibicion cultural y, temeroso de que le recitara a Shakespeare en medio de un orgasmo, salio huyendo antes de la primera cita. Gabriela decia que era preferible asi. Tampoco a ella le gustaban los cazadores de carne. No valia la pena gastar ni una gota de perfume en un hombre que no supiera valorar sus dotes intelectuales tanto como su cuerpo.

Hablaba de Florentino Ariza como si se tratara de un companero de universidad al que tuviera que darle el piadoso consejo de que no valia la pena esperar cincuenta y tres anos, siete meses y once dias para recibir las migajas del amor de una mujer. Hablaba con una soltura irritante porque partia de la base, que ella misma sabia falsa, de que todo el mundo habia leido El amor en los tiempos del colera. Cuando advertia que alguien no se animaba a preguntar si Fermina Daza era un personaje de ficcion o una peruana altanera, pedia disculpas y se metia en el terreno que mas le gustaba. Entonces, si los demas lograban franquear el primer rechazo a la sabiondez, surgia algo de admiracion hacia aquella mujer que se movia entre libros con un deleite contagioso.

– Ella lo desprecio. “Pobre hombre”, eso pensaba de el. Y para colmo, se le caso en las narices con el tipo mas codiciado, lleno de dinero, poder; en fin, el mejor partido.

– ?Y que pretendias? -increpo Mercedes con el resto de lucidez que le iba quedando.

– ?Pero el no la queria! En cambio, el otro si.

– Uno no se enamora de quien quiere, sino de quien puede. -Diana se oyo decir estas palabras y le parecio que habia hablado demasiado pronto; semejante reflexion exigia una defensa que la desbordaba. Iba a levantarse con cualquier pretexto, como cada vez que necesitaba huir, pero Bruno, subitamente interesado en la discusion, le pidio que, por favor, se explicara.

– Quiero decir -se maldecia por haberse metido solita en tamano berenjenal- que a veces las circunstancias tienen que ver. Me refiero a como nos han educado, las posibilidades de comparar, que se yo, uno va cambiando, ?no?

Nando, que rara vez prestaba atencion a sus argumentos, sintio que aquella campana doblaba para el.

– Querras decir que uno elige lo que puede. ?Mira que bonito!

– No lo digo por vos, Nando -Diana trato de suavizar el tono-. Algo asi como que lo que parece bueno en un momento puede no serlo en otro. Me refiero a que Fermina quiza creyo que el marido… -miro a Gabriela- ?Como se llamaba?

– Urbino, Juvenal Urbino.

– Que Urbino pudo parecerle el hombre mas adecuado para el momento en que lo eligio. Pero, con el tiempo, sus necesidades quiza cambiaron, no se, no lei el libro, estoy diciendo cualquier pavada.

Se levanto sin dar tiempo a que alguien le prolongara la incomodidad con otra pregunta y volvio a la cocina.

– Yo lo lei hace tiempo -dijo Nando- y me acuerdo de que me calente con el tal Florentino por ser tan cornudo. La tipa lo ignora y el sigue prendido. Y no fue porque no tuviera mujeres, porque las tuvo y del color que pidiera, pero estaba como emperrado en que queria a aquella y dale que va, humillacion tras humillacion hasta que la consigue. Al final, no me quedo la sensacion de un amor poderoso, mas bien algo del tipo de “persevera y triunfaras”. Hubiera preferido que la dejara plantada como se merecia. El tipo que espera y espera su turno y cuando la tiene pronta, ?zas! Me parece que la historia hubiera tenido mas sentido.

– La gente quiere finales felices -acoto Lucio.

– Puede ser, viejo, puede ser en la literatura, pero en la vida es poco probable que a una persona le salgan las cosas redondas, sobre todo si tiene casi todo en contra.

– Yo conozco un caso de esos -dijo Lucio como si estuviera evocando otra novela-. ?Te acordas de Maciel?

– ?La gorda?

– ?Gorda? Tendrias que verla ahora. Bajo mas de cincuenta kilos, se caso y tiene gemelos -agrego con orgullo-. Soy el padrino de uno de ellos; Mario, como el padre. Y te aseguro que la pobre toco fondo. Me consta que no fue facil, que no es facil.

– Yo creo, volviendo al tema del amor -dijo Gabriela con una seguridad que marcaba la clara diferencia con su hermana-, que es un asunto de irracionalidad. Cuando uno se enamora, la razon tiene poco que hacer. Pasa el primer flash, que es pura calentura, y uno sabe que esta a punto de meter la pata, ve los defectos, ve todo. Pero se miente. ?Por que? Misterio. Y termina convenciendose con argumentos flojitos. Es lo que digo, no hay nada mas irracional que el amor.

– Brindo por eso -Lucio levanto su copa.

– Y yo brindo por el derecho de toda persona a ser amada irracionalmente, al menos una vez en su vida -con este gesto Gabriela pretendio dar por zanjada la cuestion.

– ?Aunque dure poco? -pregunto Bruno por fin interesado en algo que valia la pena discutir y decidido a que la ultima palabra no la tuviera aquella malcriada con desplantes de diva.

– Siempre dura poco, corazon -le respondio Gabriela y le dio a su tono un aire de maestra que enloquecia a mas de un hombre-. Lo bueno se termina pronto. No hay quien pueda con eso. Al diablo la sorpresa, la emocion, todo se vuelve costumbre, no hay nada por descubrir…

– ?Ah, si? Entonces, ?como hace la gente que esta junta por tantos anos?

– Se aguantan y se meten cuernos, y se aguantan, y mas cuernos para alegrar un poco la vida, y se aguantan, y, con suerte, guardan algo del carino de los primeros tiempos, y con eso llevan la cosa hasta que uno se muere. Despues empieza otra parte de la historia, que es como un segundo enamoramiento; el muerto pasa a ser la mejor persona del mundo y todo ese verso, pero si prestas atencion, sobre todo a las viuditas, vas a ver que apenas quedan solas empiezan a rejuvenecer. Lloran un tiempo y un buen dia las ves entrar a la peluqueria para tenirse las canas.

– Mis viejos se quieren -tercio Nando.

– Estoy hablando en general, cunado.

– Lo que quiero decirte es que no todo tiene que ser como vos lo pintas.

– Papa y mama tambien se querian -acoto Diana como una tenue defensa.

Gabriela recupero aquella dureza de miedo en los labios y le clavo una mirada fiera que la hizo callar.

XX

Diana penso que nada vendria mejor a la borrachera de Mercedes que un cafe bien cargado. Encendio la cafetera y se alegro de haber encontrado una excusa valida para prolongar su ausencia. Estaba molesta, incomoda por la mala idea de la reunion. Gabriela y Bruno habian llevado la conversacion al limite de la disputa y era evidente que no habia indicio de atraccion alguna. Ella no disimulaba que se aburria a muerte cuando el explicaba las caracteristicas de la ultima botella abierta y apenas pudo controlar un bostezo que fue el signo mas evidente de que la quimica no se habia producido. Bruno, por su parte, tampoco le hacia mucha fiesta. Cualquiera de los otros dos hombres se mostraba mas impactado que el. Hasta Lucio, que solo se conmovia con alguna monada de los ahijados, el unico tema de conversacion donde parecia moverse con fluidez, hasta al bueno de Lucio se le iban los ojos cada vez que Gabriela se inclinaba y exhibia la redondez perfecta de su cola.

– ?Que perdida de tiempo! -penso Diana y de inmediato recordo que en el trajin enloquecedor del dia habia olvidado consultar su casilla desde hacia horas. Se deslizo hasta su cuarto y encendio la computadora. Aprovecho esos minutos para fumar un cigarrillo y deleitarse con la ilusion de imaginar que encontraria en la pantalla. Desde la sala llegaban voces entreveradas con la risa cristalina de Gabriela. Diana se estiro en la silla mientras los mensajes comenzaban a bajar. Con que gusto se hubiera quedado alli y que los otros terminaran de emborracharse sin ella.

La alegria duro poco. Granuja no daba senales de vida. Era lo ultimo que podia pasarle aquella noche. Le vino una subita tristeza que le consumio las energias por un buen rato y la hizo olvidar que era la anfitriona de una reunion en la sala de su casa. Nada parecia importar ahora. Lo imagino aprontandose para salir, un buen bano, ropa elegida con cuidado para seducir a la mujer de turno. Luego, habria subido a su auto, un auto nuevo, habria

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