A las seis de la tarde, Viviana vio caer el sol de aquel dia desde su escritorio. Amaba los crepusculos de Faguas. Eran espectaculares, sobre todo en invierno.
Las enormes nubes flotaban ingravidas y juguetonas sobre la laguna.
Le dolia el cuerpo por la tension y el cansancio, pero no se reportaban disturbios y eso era una buena noticia.
Eva fue la primera en llegar. Vestida de militar, impecable. Se dejo caer en el sofa.
– Me quede sin tropas -dijo-. Hubo un conato de rebelion en un cuartel, pero las generalas se portaron a la altura. Menos mal que aun quedan mujeres en el escalafon. Muchas por cierto, pero todas en tareas administrativas. Nunca voy a entender a los hombres. ?Como les dolio dejar las armas de reglamento! Mas de uno salio lloroso de alli. Las armas quedaron en los patios; una montana de hierro mortifero. Me dieron ganas de pegarles fuego. Cuando uno piensa la cantidad de plata que hay en todo eso… Y ni que decirte de las miradas de odio que me cayeron hoy encima. Me voy a tener que banar con canela, como decia mi mama, para quitarme tanto mal de ojo. A los policias si que me dio pena verlos marcharse. ?Estas clara de que se nos viene una ola de robos y delincuencia, verdad?
– Si, clarisima. Pero no durara mucho.
– Menos mal que tenemos algo adelantado ya en los cursos de entrenamiento de las policias -dijo, sacando una lima del bolso para arreglarse una una quebrada-. Espero que no nos hayamos equivocado haciendo esto.
Rebeca, Martina e Ifigenia llegaron juntas. Juana de Arco aviso que ya estaba preparado el salon de conferencias y que las esperaba el Consejo Asesor.
Vino Sofia Montenegro -dijo con cara de nina en Navidad-, y vinieron dona Yvonne, dona Olguita, dona Alba, la Poeta, dona Malena, dona Milu, dona Ana, dona Vilma, dona Lourdes y dona Rita.
Las fundadoras originales del pie ya eran ancianas. Muchas de ellas eran instituciones en Faguas, pues habian sido aguerridas luchadoras por los derechos de la mujer. La Montenegro era la teorica que todas ellas habian leido hasta el cansancio en los dias en que montaban el pie. Su elocuencia era una leyenda urbana.
No bien entraron, la Montenegro, apoyada en un baston pero todavia fuerte y con los ojos brillantes, abrazo a cada una.
– Ustedes han cumplido todos mis suenos -sonrio-. Ahora, por lo menos, se que no me voy a estar revolcando en la tumba.
La reunion duro hasta el amanecer y fue encuentro y choque de generaciones. Las mayores reclamaron a las mas jovenes que no reivindicaran el feminismo al autodefinirse como hembristas. Afortunadamente, la agenda no admitia discusiones teoricas de esa naturaleza, segun dejo sentado Viviana, haciendo acopio de su autoridad. Pero fue inevitable que discutieran sobre lo divino y lo profano del momento historico que vivian. La discusion mas compleja se centro en como llevar a cabo aquella promesa central de campana de transformar el mundo del trabajo para que incluyera el entorno familiar. A Viviana le parecia que podia oirlas pensar porque a ella le pasaba lo mismo: a la hora de la verdad era tan dificil salirse de la costumbre, de lo que todas sus vidas habian visto hacer a gobiernos y ministros. Ella de pronto levantaba la mano, hacia en el aire un gesto que queria decir borremos todo, borremos todo, no es por alli. Volvian a empezar. Juana de Arco tecleaba furiosamente en la esquina y de vez en cuando iba y volvia con cafe y galletas. La Montenegro dijo que era necesario pensar en lo que entendian por familia y que ella proponia que se pensara en las mujeres por categoria: casadas con hijos, madres lesbianas, madres solteras, mujeres sin hijos. Si estaban hablando de guarderias, ?que importaba la orientacion sexual?, pregunto Ifigenia; cualquier hombre o mujer con hijos debia tener acceso a la guarderia. El problema no era solo las guarderias; era el tiempo con los hijos, dijo Rebeca, que tenia dos gemelos varones de cinco anos. Y los mandados, dijo Ifigenia (con un nino de cinco y una nina de siete). Su sueno era que donde uno parqueaba el carro para ir de compras, hubiesen tambien parqueos para los ninos, para dejarlos cuidados mientras uno iba a hacer sus cosas. Para eso estaba el padre, dijo Viviana. Es que seguimos pensando como que lo padres no fueran a involucrarse.
– Propongo que hagamos un censo-encuesta entre las esposas de los despedidos para determinar que mujeres tienen vocacion maternal de esa que dura todo el dia, y cuales una carrera universitaria que no ejercen por falta de alguien que cuide la casa y atienda a sus hijos. Ifi y yo resolvimos la contradiccion maternidad-trabajo con dos amigas que tienen un superavit de vocacion maternal. Arreglamos un espacio en la casa de una de ellas y alli dejamos a los ninos. Pagamos el cuido entre todas -dijo Rebeca.
– ?Y los hombres que? -dijo dona Milu.
– Siguiendo ese esquema o uno parecido, les suministraremos los materiales para construir o habilitar el espacio para el cuido de los ninos en las casas de las 'madres voluntarias' (sean estos hombres o mujeres). Yo le diria maternidad a lo que sea cuido de los hijos, pero ampliaria el concepto para que cubra a hombres y mujeres -dijo Rebeca-. Hay que separar la funcion del cuido de los hijos del genero femenino.
– Y hay que pagar esa 'maternidad vocacional' -dijo dona Olguita.
– ?Y los privados? -intervino dona Malena, que dormitaba y despertaba a ratos.
– Les daremos tres meses para que habiliten guarderias en las empresas. Nosotros les ofrecemos materiales a bajo costo y planos, y los eximimos de impuestos por ese gasto y por el mantenimiento del lugar y el pago del personal. Despues de tres meses, si no cumplen, tendran que pagar altas multas. Y les damos otro estimulo fiscal en proporcion al numero de mujeres que empleen. Con la empresa privada es la plata la que platica… Mira que en Estados Unidos los potentados son mecenas de las artes porque no pagan impuestos por sus donaciones -dijo Viviana.
Habia tres cosas, dijo Ifi, que a ella le parecian esenciales para que las mujeres realmente pudiesen transitar hacia el mundo del trabajo: las guarderias, los salones de lactancia en los trabajos y los cubiculos maternales. ?Que es eso?, pregunto Rebeca; Una idea de ella; dijo Ifi, como la de los parqueos, se trataba de crear una serie de cubiculos separados del resto de la oficina, donde quienes desearan tener a los hijos cerca por ratos pudieran hacerlo sin molestar a los demas. Eso podran hacerlo solo unas cuantas empresas en Faguas, dijo Viviana. Pero es una buena idea. El asunto era como montar todo aquello en un pais pobre, dijo Rebeca, porque no era solo cosa de construir las guarderias, sino del personal que las atenderia. Si te pones a pensar no es una inversion desmesurada, dijo Viviana, y es una fuente de empleo enorme porque en tres meses nosotras podemos entrenar una gran cantidad de hombres y mujeres para que atiendan las guarderias, y entrenamos tambien otro contingente de supervisoras y supervisores.
– Tenemos que llevar el proyecto a la Asamblea -dijo Ifi.
– ?Ah, la dictadura! -dijo Viviana.
No sabian cuanto le tentaba pasar por encima de todas esas limitaciones legales y simplemente ordenar como emperadora romana.
– Nunca pense que entenderia a los dictadores -rio.
– Menos mal que nos tenes a nosotras -dijo Rebeca-, ya podes irte olvidando de ser dictadora.
Las ancianas asesoras parecieron revivir cuando se hablo de dictadura. Ni se les ocurra. Ellas tenian experiencia y era lo peor que podian hacer. Con lo que habian pensado iban muy bien.
Como llamar a las mujeres a integrarse al trabajo fue otro de los temas de discusion.
– Anuncios -dijo la Pravisani, que permanecia callada observandolas-. Muy grandes y que digan algo como: Se buscan mujeres dispuestas a trabajar, con o sin experiencia, con o sin 'buena presentacion', con o sin hijas, casadas o solteras, heteros o gays, embarazadas o no, con y sin educacion superior, menores o mayores, todas son bienvenidas. Hay lugar para todas. Se ofrece cuido para los hijos en las horas de trabajo.
Se rieron. Lloverian candidatas.
Las medidas se aprobaron por unanimidad en el Consejo. En las semanas que siguieron, los votantes calificados aprobaron mayoritariamente la reforma presupuestaria que reducia los gastos de defensa y los destinaba a las guarderias. En la Asamblea, aunque no hubo unanimidad, la mayoria del pie se impuso. A las de la oposicion que argumentaban que nadie mejor que las madres para educar a los hijos, la propuesta de los cubiculos maternales y los salones de lactancia les gusto. De no ser porque la medida de expulsar a los hombres las tenia en pie de lucha, Viviana sospechaba que el voto a favor habria sido unanime.
Los anuncios se colocaron en los medios. Mujeres de todos los estratos sociales acudieron al llamado. A veces timidas, titubeantes, otras altisonantes, descreidas, pero todas curiosas, de buen animo, llenaron los pasillos del