empresas participen en la solucion del problema del calentamiento global. La idea basica de los bonos de carbono consiste en hacer un calculo de las actividades que uno comunmente realiza, tales como viajar en carro o en avion, mas el consumo del hogar, o sea todo lo que consume energia y que contribuye al calentamiento global. Esta cuota que uno consume constituye lo que se conoce como 'la huella de carbono' que cada quien deja en el mundo. Ese termino se refiere al dioxido de carbono, el principal gas responsable del efecto invernadero. Usted puede balancear su huella de carbono comprando bonos de carbono. La compra de estos financia la reduccion de la emision de estos gases al brindar fondos para la construccion de parques eolicos y otras fuentes de energia limpia que, al existir, reducen la demanda de combustibles contaminantes. Por medio del financiamiento de estos proyectos que reducen la emision de los gases que crean el efecto invernadero, usted equilibra y resta su impacto personal en el calentamiento global en una cantidad equivalente a su consumo. Los bonos de carbono le ayudan a usted a hacerse responsable directamente del impacto ambiental de sus actividades y consumo diario.

Compra de bonos de carbono CO2

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La compra de 'bonos de carbono' era uno de esos negocios inverosimiles, una especie de mecanismo de expiacion para que los habitantes de los paises ricos se sintieran menos culpables de la cantidad de dioxido de carbono -gas responsable por el efecto invernadero- que producia su estilo de vida. Personas o empresas ecologicamente conscientes, tras hacer un calculo de cuanto gas carbonico producian sus actividades, compraban bonos de otra actividad que, estimaban, serviria para conservar oxigeno o producir energia sin danar el medioambiente. Se trataba, en dos platos, de barrer con una mano lo que hacia la otra, un concepto estrambotico, pero al que las eroticas bien podian recurrir para obtener el capital que necesitaban para hacer las reformas que se proponian. Era sencillo, le explico Rebeca: calculaban lo que talar y explotar el bosque significaria para Faguas en moneda dura y, por otro lado, la cantidad de oxigeno que el mismo bosque produciria si se conservaba impoluto. Usando como base estas estimaciones, se anunciaba una subasta mundial. ?Quien daba mas? ?Quien pagaba por el oxigeno de manera que Faguas no se viera forzada a cortar sus bosques para obtener recursos de subsistencia?

La idea tuvo un exito sin precedentes. Emir les facilito el contacto con una avezada relacionista publica de Washington, quien orquesto una campana global que coloco al pie, Viviana, Rebeca y la subasta al centro de un acalorado debate internacional. La notoriedad dio a la subasta el perfil que requeria para superar incluso las mas optimistas expectativas. Ellas dos, atractivas, desfachatadas y audaces viajaron y se reunieron con representantes de los paises del Grupo de los Siete y cuanto empresario y millonario quiso escucharlas. Como tarjeta de visita, dejaban el pisapapeles, la brillante lagrima con el O2 grabado en la superficie.

Obtuvieron dinero para sus proyectos y para iniciar la constitucion de un cuerpo de policia ambiental en el que emplearon gran cantidad de hombres que bautizaron como Amabosques.

Viviana devolvio el pisapapeles a la repisa con un gesto languido. Le gustaba la idea de los Amabosques. Decidir la expulsion de los hombres del Estado le valio una infinidad de conflictos. El oficio de Amabosques, aunque implico el traslado de maridos, hijos y novios fuera de la ciudad, se interpreto como una senal positiva.

Dejar trabajar solas a las mujeres en el gobierno confirmo su intuicion de que dejadas a su aire, sin el ojo del macho para sopesarlas y emitir juicios a los que ellos sentian tener derecho por el solo peso de sus fragiles y delicados testiculos, ellas se despojaban de su animo complaciente, de la leyenda de que no les gustaba mandar, del cuento de que las incomodaban los retos. Era lento el asunto. No solo les tocaba despejar el peso de la presencia real de los hombres, sino la del juez interiorizado, el hombrecito menudo, que con el indice siempre enrostrado y cara de padre, o cura, o tio o hermano estaba plantado como un busto augusto y austero en medio de los parques umbrosos de los cerebros femeninos, recordandoles o que eran hijas de Eva: pecadoras; hijas de mala madre: putas; hijas de la Barbie: idiotas; hijas de la Virgen Maria: ninas decentes; hijas de madres mejores que ellas que no se creian las divinas garzas: mujeres calladas y bien portadas… La ristra de modelos femeninos santificados o despreciados eran retratos planos, de una sola dimension; o esto o lo otro; por norma general negaban la totalidad de lo que significaba ser mujer.

A las mujeres no les sacaban a la Virginia Woolf como referencia (era loca, se suicido), ni a la Jane Fonda, ni a Berthe Morisot, Flora Tristan, Emma Goldman, Gloria Stemen, Susan Sontag, Rosario Castellanos, Sor Juana… En primer lugar porque les eran desconocidas y en segundo porque si las conocian era porque, como se decia vulgarmente, tenian cola. Podian ser brillantes pero lo eran por desadaptadas, porque algo no andaba bien en sus vidas; en el mejor de los casos, hacian lo que querian pero tenian un triste fin (acabo con la cabeza metida en el horno, se hizo puta, era fea como un demonio, lesbiana -como si fuera malo, diria Martina-, nunca se caso, se murio solita, pobre monja). Nadie descalificaba a Van Gogh por haberse cortado una oreja, ni a Hemingway por llenarse la cabeza de perdigones. A los hombres ningun defecto los bajaba del pedestal, a las mujeres las hacia rodar al sotano. Por eso ella se jugo su Presidencia por el gusto, la libertad, el aire, el oxigeno, de ver a las mujeres entregarse al trabajo y a dar lo mejor de si mismas sin preocuparse por lo que pensaran o dejaran de pensar sus superiores o intermedios o colegas.

Aun en posiciones de igualdad, la mujer era la de los tacones de barro, fragiles y proclives a quebrarse. Y la mujer se protegia y hasta se cuidaba de las otras porque tambien habia las que por quedar bien con el jefe o hasta con el chofer del jefe le metian a otra la punalada sin asco. Ella queria que las mujeres fueran mejores complices. Eran de por si las mejores amigas. Cuando se aliaban salia lo bueno y fresco y juvenil que aun las mas viejas podian sacarse de adentro.

Viviana estaba convencida que el cambio que ella sonaba requeria de un espacio en que existieran para si y por si mismas, en un estado de cosas que, por muy artificial que fuera y por el poco tiempo que durara, les permitiria descubrirse para que, idealmente, jamas volvieran a aceptar ser menos de lo que podian ser.

Por otro lado, para que la vida diaria se transformara -el verdadero nudo del asunto-, los hombres tenian que agarrarle el sabor a la casa, a la cocina, o por lo menos dejar de verlo como un oficio que les iba a destartalar la identidad o amenazarles la hombria. Ella no aspiraba al matriarcado sino a una sociedad de iguales. Y era posible. Lo creia con todas sus hormonas y su materia gris.

Emir, incluso, a pesar de su desacuerdo con la medida, no habia podido resistir la curiosidad de lo que sucederia con el experimento.

Esa noche Viviana se fue de regreso a su casa cansada, con la frente recostada en el vidrio del coche conducido por Alicia. Las luces de la ciudad se reflejaban en la ventana. No era una ciudad linda, pero si verde; muchos arboles, algunos -los que fueran mas altos e imponentes- destruidos tiempo atras por la salvaje labor de una compania espanola proveedora de electricidad cuyas cuadrillas, sin ninguna preparacion en el cuido de los arboles, arrasaban las copas y ramas que rozaran las lineas del tendido electrico. Hacia anos que la mas bella y umbrosa avenida de la ciudad, bordeada de chilamates centenarios que alguna vez formaran un verde tunel, habia sido reducida a una coleccion de troncos podados que, aun en su torcida existencia, intentaban reverdecer echando ramas sin ton ni son.

El Ministerio de Recreacion y Parques se proponia recuperar la belleza de los bulevares maltratados, los parques abandonados. Hasta tenian planes de cobrar una tarifa anual, en escala descendente, para que todos los ciudadanos pudiesen ir al cine y a los espectaculos a un precio reducido. Querian que reviviera el deseo de coincidir y divertirse en grupos, cosa que el ambiente dilapidado y triste de la ciudad se encargaba de desestimular. El entorno, cualquiera lo sabia, tenia un efecto decisivo sobre el comportamiento. Ella confiaba en que la limpieza y la belleza tendrian, eventualmente, un impacto sobre la siquis de la cuidadania. Si se ensenaba a la poblacion a cuidar el espacio comun, aprenderia a cuidar su pais y a cuidarse ella misma. Por lo pronto, emplear mujeres para los parques le haria bien a los arboles, ellas no tendrian la fuerza fisica para desramarlos a lo bestia.

Llego a su casa. Entro a ver a Celeste. Hacia sus tareas. Todos los dias ella y su hija pasaban tiempo juntas. Al salir del colegio, Celeste iba al despacho presidencial y en una salita contigua tomaba la merienda, veia television, leia o hacia su texting. Ella, mientras tanto, a su lado, leia documentos, escribia propuestas. Intercambiaban comentarios y al menos respiraban el mismo aire. A sus trece anos, Celeste se alargaba dia con

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