humo. Mercedes le paso un vaso de agua. A ella se le notaba en los ojos que habia llorado.

– Es grave esto -dijo-. Grave que le disparen a una mujer, es como si nos hubieran disparado a todas. ?Agarraron al que le disparo?

– No -dijo Jose-, se les salio de las manos.

– Nada tenia que ver que fuera mujer -dijo un vecino de camisa holgada y chinelas amarillas-, a los presidentes alguien siempre queria matarlos. Tenian que haberlo pensado mejor antes de poner solo mujeres a cuidarla. Los hombres tenian mas experiencia en esas cosas.

– ?Mire usted, como que solo mujeres presidentes mataran! -salto Daisy molesta por el comentario-. ?Y a los hombres que han matado, quien los cuidaba? Acuerdese del presidente Kennedy.

– Habra que ver que pasa ahora -dijo Violeta, la hija mayor de Jose y Mercedes, huesuda, adusta, llevaba un vestido de rayas verdes y amarillas y el pelo largo amarrado en una cola con una tira deshilachada-. Espero yo que el gobierno que venga mantenga por lo menos los comedores comunales y las guarderias.

– ?Por que crees que va venir otro gobierno? -dijo Daisy-. Tienen que volver a ganar las mismas. Eso va a depender de nosotros.

Yo creo que se estan adelantando a los acontecimientos -dijo Jose de la Aritmetica, sorprendido de la rapidez con que cada quien se preocupaba por lo suyo.

– ?Y si no ganan? ?Vos crees que los hombres van a volver a votar por ellas?

– Yo volveria a votar por ellas para que ustedes sigan trabajando -dijo Jose, con una media sonrisa.

– Pues yo no se -dijo el hombre de las chinelas amarillas-. Algunas cosas las han hecho bien, pero a los hombres nos han puesto la vida patas arriba. Antes a uno no le cambiaba la vida cuando cambiaban los gobiernos, pero este se ha metido en la vida privada de uno.

– Pues para mi eso es lo bueno que han hecho -dijo Violeta-. Es lo que ellas llaman felicismo, empezar porque seamos felices en la casa.

Se armo la discusion en medio de un aire de pesadumbre, hasta que sono la campana del comedor vecinal. Ya hacia un ano que funcionaba en el barrio el sistema de cocina rotativa, nacido de la idea de aliviar el trabajo domestico. Las familias -hombres y mujeres- se turnaban en preparar la cena que se servia en la casa comunal construida entre todos y que funcionaba tambien como centro de reuniones y aula para las clases de lectura y escritura. El gobierno habia suplido los materiales de construccion luego de que los habitantes del barrio firmaran un contrato que comprometia a los adultos que no sabian leer a asistir a clases para alfabetizarse. Los demas iban una vez a la semana a las sesiones de lectura donde uno de los jovenes del barrio, de los que ya estaban en secundaria, les leia novelas o el libro que alguno de los participantes propusiera.

Durante la comida hubo rezos y llantos por la Presidenta y la mayoria, en vez de quedarse conversando largo rato despues de lavar los platos y asear el local, se retiro temprano a su casa con la esperanza de que las noticias de las diez les informaran sobre el estado de salud de Viviana Sanson.

Jose de la Aritmetica espero las noticias junto a Mercedes, consolandola porque ella se soltaba en llanto de rato en rato, y repetia que no lo podia creer, que no le pasaba lo que habia ocurrido. Ella se durmio al fin y el se quedo despierto sumando y restando conjeturas a falta de informacion oficial. En el noticiero solo habian pasado escenas del atentado y de la aglomeracion de gente que se encontraba a la espera de novedades frente al hospital.

La lava

En el tenso silencio del galeron, Viviana iba de un lado al otro anonadada. No lograba explicarse que hacia alli. Alguien le habia disparado, y sin embargo no sangraba, no sentia dolor ni calor. ?Estare muerta? No podia estar muerta y sentirse asi, tan lucida. ?Que hago aqui? ?Como salgo de aqui? Celeste, ?con quien estara Celeste? Penso que debia tranquilizarse. Esperaria quietecita. Quizas era un sueno, un desmayo. Se pregunto si habria orden o proposito en la acumulacion de objetos perdidos u olvidados. Se acerco a la repisa de la izquierda. Vio un par de gafas de sol, una bufanda de seda con diseno de floripones, un par de botas blancas, un manojo de llaves y una de las rocas de Martina. Sonrio. Era un trozo de lava volcanica. Martina, tan bromista, se habia encargado de crear una suerte de trofeo: la roca estaba pegada sobre un recuadro de madera, adosado al cual habia una delgada placa metalica con la leyenda: 'Muy agradecidas'. Es la lava del triunfo, les dijo, mientras entregaba la presea a cada una de las cinco. Viviana tomo en sus manos el souvenir de la explosion del volcan Mitre.

Las ironias de la historia, penso. Ellas habian anunciado que la mision del pie seria lavar, desmanchar y sacarle brillo al pais. Jamas imaginaron que la madre naturaleza les haria el gran servicio de crear un fenomeno que, literalmente, les lavo el camino para pasar del sueno a la realidad.

Al apretar el objeto sintio una ligera cosquilla en los dedos. Subitamente el recuerdo la envolvio como un holograma que se dejase observar desde dentro y desde fuera. La luz, los olores, el tiempo que evocaba se materializo a su alrededor. De golpe se sintio catapultada al pais de su memoria.

Iba mirando sus pies, las sandalias cafe, la falda amarilla, la camiseta blanca desbocada que llevaba puesta aquel dia al entrar a la casa de campana del partido. La casa que alquilaron era un poco vieja pero acogedora, con un patio donde crecia grama verde enmarcado por arbustos de hojas multicolores. Tenia una fachada colonial y un corredor con arcos. En el piso de arriba, la habitacion mas grande con balcon era su oficina.

Cruzo el estar familiar que dispusieron como sala de conferencias, miro los afiches del partido en las paredes y entro a la reunion. En el mapa de Faguas extendido sobre el pizarron, Juana de Arco, su asistente, colocaba pinchos de colores, mientras ella, Martina, Eva, Rebeca e Ifigenia tomaban turnos discutiendo la ruta de la gira electoral. Los datos del ultimo censo indicaban los nucleos con mayor poblacion, pero ellas se habian propuesto visitar los remotos caserios, llegar donde nadie mas llegaria.

– To go where no man has gone before -dijo Martina-, como en Star Trek.

– Mi mama era fanatica de ese programa: Rumbo a las estrellas -dijo Eva, tarareando el tema musical.

?Como era que estaba en su cuerpo de entonces y tambien fuera, mirandolas?, se pregunto Viviana, y extendio la mano, atravesando la blusa de Martina. Veo un recuerdo, se dijo, lo veo como una proyeccion. Veo mi propia imagen, pero es solo mi memoria. Penso que no podia hacer otra cosa mas que fundirse con su pasado, volver a vivirlo.

Se estaban riendo cuando oyeron un sonido de terremoto ascendiendo desde las plantas de sus pies. Se envararon al unisono, listas a enfilarse hacia la puerta para correr escaleras abajo. Viviana sintio el golpe de adrenalina por el miedo animal que le inspiraban los temblores.

– Nada se ha movido -dijo Ifigenia-. Sono como temblor, pero nada se ha movido.

Viviana miro su reloj: las tres y diez de la tarde.

– Temblor auditivo -dijo, respirando, pretendiendo una calma que no sentia-. Extrano, pero sigamos.

Juana de Arco volvio con sus tachuelas, empezo con el donde, como, con quien y para que de cada visita. Minutos despues, la tierra rugio de nuevo, pero esta vez la mesa, las sillas, la casa entera se sacudio como poseida por un violento escalofrio. No salieron corriendo. Se miraron. Martina la tomo de la mano. Se la apreto fuerte. Una de las muchachas del personal de apoyo entro demudada. ?Sintieron el temblor?, pregunto, como si no pudiese creer que ellas siguieran alli tan campantes.

– Calma -senalo Viviana gesticulando para apaciguarla, a pesar de que oia como retumbos los latidos de su corazon en los oidos-. No corran, caminen.

Eva subio a su oficina a traer la radio esperando escuchar alguna comunicacion de la oficina de geologia que manejaba la red sismologica. Ifigenia tomo su tableta portatil y dijo que lo miraria en Internet.

– Es el volcan Mitre -dijo Ifi.

Eva entro con la radio encendida. Pasaban un comunicado informando a la poblacion de que se reportaban retumbos y una columna de humo negro desde sitios vecinos al volcan. Viviana dijo que mejor guardaban los papeles. Era inutil que siguieran la reunion. Penso en Celeste, en Consuelo. Como si se hubiesen puesto de acuerdo, Ifigenia, ella y Rebeca abrieron sus celulares. Las tres tenian hijas, hijos.

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