Susanna Tamaro

Respondeme

Traduccion del italiano por Justo Navarro

Rispondimi

Primera edicion: enero 2002

© 2001, Susanna Tamaro

Permaneced en mi amor

San Juan, 15, 9

RESPONDEME

I

En el fondo solo quedaba la Navidad del ano pasado, las ultimas vacaciones que pase en casa de mis tios. Hacia frio y el pueblo se hundia en la niebla. La vida alli era aburrida como siempre, nadie llamaba por telefono, nadie venia a buscarme. Mi tio se dormia frente a los ballets de la television, mi tia hacia grandes colchas de croche. En la penumbra el arbol de plastico parpadeaba como un semaforo roto.

Incluso a mediodia la niebla envolvia la casa como un sudario. Cada media hora me acercaba a la ventana para ver si salia el sol. Nunca se veia nada. De noche sonaba que tenia brazos larguisimos, tan largos que llegaban hasta el cielo. Llegaban al cielo y cogian las nubes, las apartaban una tras otra como si fueran las cortinas del cine. ?Hay sol o no?, me preguntaba con rabia. Lo encontraba por fin, su rayo luminoso me golpeaba en mitad de la frente. Solo me golpeaba a mi y a nadie mas, porque lo habia buscado yo, lo habia sacado de su madriguera con mis brazos desmesurados, con mi voluntad.

En fin de ano fui a la lenera y me emborrache. De fuera llegaba, intermitente, el ruido de los coches. Todos corrian en la niebla. ?Adonde iban? Quiza, de tristeza, a matarse antes del banquete. La lena olia a moho, y brillaba, mojada como la de un galeon hundido. Estoy en el vientre de la ballena, pensaba, mientras todo me daba vueltas. Me ha tragado y no puedo liberarme. Estoy prisionera en lo mas hondo de un castillo, o quiza ya estoy en el mas alla y esta es mi tumba. Se pudre la lena y se pudren ya mis huesos. Si esta es la tumba, ?donde esta la ultratumba? En algun momento se tendria que abrir una rendija, por algun sitio entraria la Luz. O se desatarian las llamas.

?Debia creer? ?Volver a caer en la trampa y creer de nuevo?

En algun sitio debia estar mi madre. Quiza ya estaba en el infierno, y por eso yo no podia verla. O quiza no habia nada, nada de nada. Despues de un ano solo habia gusanos y despues de dos, polvo.

«Reza un poco por mama y por las almas del purgatorio», me decian cada tarde las monjas, cuando estaba en el colegio. Yo obedecia, con las manos juntas y los ojos hacia lo alto. Esperaba que, de un momento a otro, apareciera mama, una rafaga de luz y viento. La reconoceria por el calor, por el pequeno tornado de tibieza que surgiria del estomago. El amor, me diria, la ha hecho volver del mundo de los muertos.

Rezaba y rezaba, pero lo unico que continuaba encendiendose y apagandose era una bombilla defectuosa.

?Existia de verdad el amor? ?Y en que forma se manifestaba?

Cuanto mas pasaba el tiempo, menos lo entendia. Era una palabra, una palabra como mesa, ventana, lampara. ?O era otra cosa? ?Y cuantos tipos de amor existian?

De pequena habia creido en el, como se cree en la existencia de los duendes. Pero un dia mire en las hendiduras de los troncos, bajo el sombrerillo de las setas. No habia duendes ni hadas, solo musgo, liquenes, un poco de mantillo y algun insecto.

En lugar de besarse, los insectos se devoraban entre si.

Mi madre murio cuando yo no habia cumplido los ocho anos. Un accidente de coche mientras yo estaba en el colegio. Recuerdo bien aquel dia. La maestra me llevo al despacho de la directora. Una tenia un brazo en mi hombro, otra movia los labios: «Ha sucedido algo terrible…»

Yo me quede quieta, sin llorar. Quien sabe si en alguna parte volvere a encontrar su perfume, pense.

?Por que los rostros desaparecen con el tiempo y los olores no? ?Como era su perfume, que contenia? Seguro que agua de colonia barata, mezclada con el olor de su piel y el de jabon y talco. Mi madre siempre estaba lavandose.

En mis primeros siete anos siempre estuvimos juntas. Viviamos en un pequeno apartamento. Era alegre, vistosa, de buen color. Se iba al trabajo despues de haberme acostado y, al despertar, volvia a encontrarla de pie junto a la cama. Se me echaba encima, riendo: «Se aproxima una lluvia de besos…»

Asi era y asi, pensaba yo, seria siempre.

Aun no sabia que nuestros nombres no estaban esculpidos en piedra, sino solo trazados sobre una pizarra. De vez en cuando, alguien pasaba el borrador y una salia de la lista. ?Lo pasaba con voluntad precisa? ?Lo pasaba por distraccion? ?Era precisamente aquel el nombre que queria borrar, o quiza era el de arriba, o el de abajo?

Sobre la puerta de la cocina habiamos colgado una estampa de Jesus. Siempre habia, debajo, una lucecita encendida. Aunque no quemaba, se movia como una llama. Jesus tenia el corazon en la mano, pero no me impresionaba, porque, en vez de descomponerse y gritar de dolor, estaba bien peinado, con las mejillas sonrosadas y sonreia sin ningun temor. «?Quien es ese senor?», pregunte la primera vez que lo vi. «Es un amigo», respondio mama, «un amigo que te quiere». «?A ti tambien te quiere?» «Claro. Quiere a todos.»

El olor de aquel dia, el dia de la muerte, para mi es desde entonces el del pan recien hecho. De la silla de la directora colgaba la bolsa de una panaderia. De alli salia el perfume e invadia toda la habitacion.

En el alfeizar de la ventana una batata agonizaba en un vaso de agua sucia.

La «cosa terrible» era la muerte.

«Quiero ir donde esta», dije.

«Lo siento. Ya no es posible.»

En los dias siguientes se superpusieron un numero casi infinito de olores. El olor del hospital, un olor que no habia conocido hasta entonces, pero feo, el olor de la tierra removida y de las flores que han envejecido, el olor de sus amigas, la Pina, la Giulia y la Cinzia, que me habian abrazado tantas veces, el olor de la sotana del viejo cura que tenia prisa y hablaba rapido, el olor de un bocadillo de mortadela que alguno se estaba comiendo cerca, el olor a pino del aparador que teniamos en la cocina.

Ahora era ella la que estaba encerrada en aquel aparador largo y estrecho.

Sus amigas lloraban y se sonaban la nariz. La senora que me habia acompanado me cogia fuerte como si temiera que volara al cielo.

«?Yo tambien tengo que llorar?», le pregunte. Movio la cabeza adelante y atras, como diciendo «Si». Me esforce en llorar, pero con poco exito. Tenia un unico pensamiento en la cabeza. ?Adonde va una persona cuando ya no esta en ninguna parte?

Al dia siguiente empece a pedirle a Jesus que me dejara ciega. En el colegio me habian contado que habia curado a muchos ciegos, escupiendo sobre sus parpados. Si habia hecho eso, pensaba, tambien podria hacer lo contrario. Dicen que tambien ciertos animales son capaces de hacerlo: te escupen un liquido en los ojos y te hundes en el mundo de las sombras.

Esto era lo que yo queria con todas mis fuerzas. Llegar al mundo donde no hay nada, ni casas ni calles m coches ni caras ni mananas ni tardes. Solo la noche. Una noche en alta mar, con el cielo cubierto, sin estrellas ni lunas ni faros en el horizonte.

Por lo general los ciegos saben donde ir con el tacto. Yo hubiera sido una ciega distinta: me habria movido

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