milagrosas, y en torno a los tecnos florecia un confuso y abigarrado mercado de tratamientos alternativos y terapeutas marrulleros. Como todos los androides, ella tambien recibia en su casa la indeseada publicidad de una horda de charlatanes que prometian acabar con los tumores por medio del magnetismo, de los rayos gamma, de terapias cromaticas o de ponzonas animales, como en el caso de Nabokov. Pero, que ella supiera, nadie habia podido salvarse aun de la temprana muerte.

La detective regreso a su casa abrumada por un profundo desaliento. Habia dias que parecian torcerse desde por la manana y en los que la vida empezaba a pesar sobre los hombros como una manta mojada. El timo de las mordeduras de vibora le habia recordado que llevaba varios dias sin mirar el correo, de modo que abrio su buzon y se topo con una algarabia de anuncios publicitarios tridimensionales y holograficos. Estaban programados para ponerse en funcionamiento al primer rayo de luz, y ahora, recien activados, abarrotaban la pequena caja con un agitado barullo de formas y colores, de vocecitas y musicas chirriantes. Por eso detestaba recoger las cartas, se dijo con irritacion; y empezo a sacar los anuncios a manotazos y a arrojarlos al contenedor amarillo dispuesto al pie de los buzones: anuncios de vacaciones en la playa, de bicicletas solares Torres, de gimnasios, de tratamientos esteticos de lipolaser y de las consabidas y malditas curas milagrosas para el cancer tecno. La publicidad caia chillando en el contenedor y alli, una vez recuperada la oscuridad, volvia a callarse. Que alivio, penso Bruna; y en su furia limpiadora estuvo a punto de tirar tambien un pequeno estuche de mensajeria. Por fortuna lo vio a tiempo y lo abrio: era la mema que compro a la traficante; habia mandado la memoria a analizar en un laboratorio y ahora le llegaban los resultados. Estaba impaciente por saber que ponia y se puso a leer el informe alli mismo, de pie junto a los buzones. Decia que era una mema ilegal pero que no estaba adulterada, y desde luego no incitaba a la violencia ni resultaba letal. Tras el dictamen venia la descripcion detallada de las escenas contenidas en la memoria: quinientas, en efecto, como habia dicho Nopal. Las ojeo por encima con la misma repugnancia con la que miraria las tripas aplastadas de una cucaracha. Al final el laboratorio adjuntaba la factura por su trabajo: trescientas gaias. Lo que le faltaba. La unica ventaja del asunto era que no tendria que volver a ver a la desagradable mutante de la oreja perruna: era una pista que ya no llevaba a ningun lado.

Lo primero que hizo al entrar en el apartamento fue ir a la nevera, servirse una copa de vino blanco y bebersela de un golpe. Ordeno a la casa que levantara las persianas y que abriera las ventanas de par en par. Necesitaba aire y luz. Le obsesionaba el recuerdo de Myriam: imaginar su rapto de locura, la violencia del ataque a esa mujer, las ruedas del metro destrozando su cuerpo. Y luego le parecia volver a ver las manos de Nabokov, con sus pequenas heridas regulares y violaceas. Se sirvio otra copa, calento un par de hamburguesas de soja con algas y se las tomo masticando con premeditacion, lenta y ritmicamente. Concentrandose en el hecho de comer para vaciar la cabeza de las imagenes persecutorias y opresivas. Cuando acabo el plato se habia serenado lo suficiente como para ponerse a trabajar. Lleno otra copa de vino, se sento ante la pantalla y comprobo que Habib ya le habia mandado los documentos de la empresa de mantenimiento. Empleo un buen rato en rastrear sus datos comerciales en los diversos departamentos de la administracion regional. Al final resulto que Complet habia surgido de la nada una semana antes de que el MRR la contratara; que solo tenia dos empleados fijos, los dos androides, y que el Movimiento Radical Replicante habia sido su unico cliente. Todo bastante peculiar.

Pensativa, Bruna busco en el ordenador el analisis de la pelicula del destripamiento. Hacia horas que la exploracion habia acabado y alli estaban los resultados, en efecto. El programa no habia podido identificar el lugar, ni reconstruir las credenciales borradas, ni aportar otros indicios sobre la grabacion, aunque el analisis de los fondos daba una probabilidad del 51 % a favor de que la evisceracion del animal se hubiera realizado de manera privada y no en un matadero. No habia nada nuevo, salvo una imagen: en un momento determinado, la hoja del cuchillo reflejaba fugazmente parte del rostro de la persona que estaba grabando el holograma: media ceja, un fragmento de pomulo, medio ojo… y una pupila vertical, de rep. La detective se ensombrecio: la culpabilidad o al menos la colaboracion de los tecnohumanos iba resultando cada vez mas evidente. Hizo una copia de las imagenes, saco el chip del ordenador y lo restituyo a la bola holografica, llamo a un servicio de mensajeria instantanea y, cuando el pequeno robot pito ante su puerta veinte minutos mas tarde, introdujo la esfera, la mema y la astronomica factura de sus gastos en la caja del mensajero automatico y se lo envio todo a Habib.

Hecho lo cual, dedico el resto de la tarde a perder el tiempo.

Intento repasar la documentacion que le habia dado Habib sobre las cuatro primeras muertes, pero estaba demasiado fatigada y las copas de vino le provocaron una modorra pastosa e insuperable. Probo a echarse en la cama y dormir un poco, pero se encontraba demasiado tensa para poder descansar. Penso en hacer un poco de gimnasia, pero nada mas imaginar el esfuerzo ya se sintio agotada. Se arrellano casi catatonica en el sofa con otra copa de vino en la mano, pero minutos despues una comezon interior hizo que se pusiera en pie y deambulara erraticamente por el cuarto. Consiguio colocar una pieza del rompecabezas, pero le costo tanto que despues lo dejo. Leyo unas cuantas paginas de la ultima novela de Malencia Pineiro sin conseguir enterarse de nada. Se puso las gafas tridimensionales y empezo a jugar a juegos virtuales, el concurso de tiro al arco, la carrera de cohetes y el eslalon gigante, entretenimientos vertiginosos y obsesivos que por lo general le vaciaban la cabeza y lograban embrutecerla placidamente, pero en esta ocasion los repetitivos juegos le rompieron los nervios.

Entonces miro la hora, las 21:50, y comprendio que en realidad habia estado haciendo tiempo hasta alcanzar ese momento, hasta la llegada de la noche y el comienzo del probable turno de Gandara, hasta poder ir al Instituto Anatomico Forense para ver el cadaver de Myriam Chi.

Habia refrescado bastante, asi que Bruna se puso una chaqueta termica sobre la camiseta y la breve falda metalizada y salio a la calle. Iba un poco mareada: demasiadas copas para solo dos hamburguesas de soja en el estomago. Pero media hora mas tarde, cuando se adentraba por los lugubres pasillos del Instituto, con sus pasos resonando sobre la desgastada piedra del suelo, temio estar todavia demasiado sobria y lamento no haberse tomado un par de copas mas.

Por fortuna, esa noche si estaba el viejo Gandara. Le vio a traves del ventanal que comunicaba el despacho con la sala 1 de autopsias, hurgando en persona en el cadaver de alguien. Aunque con los robots y la telecirugia no era necesario tocar los cuerpos, Gandara seguia metiendo las manos en casi todos sus muertos: decia que ninguna tecnologia podia sustituir la complejidad y la sutileza del estudio en directo. Ahi estaba ahora, inclinado sobre algo que alguna vez fue alguien, con su aspecto, tan pertinente, de buitre leonado, el rostro relativamente sin arrugas propio de un tratamiento estetico rutinario, pero la nariz afilada y prominente, las cejas plumosas, la cabellera hirsuta, el cuello largo y flaco y unos ojos muy negros redondos e intensos. Levanto la cabeza Gandara y vio a la detective, y le hizo senas con la mano para que pasara. Una mano enguantada y llena de sangre. Bruna dudo unos instantes y el forense volvio a agitar su pringoso brazo, los coagulos brillando como laca china bajo el potente foco. Entonces la rep entrevio un rostro moreno y mofletudo en el destripado cadaver de la mesa: era el cuerpo de un hombre desconocido. Suspiro y empujo la puerta de la sala de autopsias. No sabia si hubiera podido soportar que Gandara estuviera manipulando los restos de Chi.

– Hola, Husky, ?como va la vida? Creo que viniste por aqui el otro dia…

– Si.

– Asustaste a mi ayudante.

– Se asusta facilmente.

– Es un cretino. ?Vienes por lo de Chi?

– En efecto. Siempre tan perspicaz.

– Era obvio. El cretino de Kurt me dijo que estabas interesada en el caso de Cain.

– Ya.

Gandara hablaba sin dejar de manipular el cuerpo despiezado. Un cuerpo que Bruna se forzo a mirar, porque ya no era nada. Esa carne exangue, esa sangre tan oscura, esos kilos de materia organica ya no eran nada. Habia sido un humano, pero la muerte lo igualaba todo.

– Y lo de Chi, en efecto, es lo mismo. Tambien tenia dentro una memoria letal, igual que Cain. ?Quieres verla?

– ?La memoria?

– No. A Chi. La mema la he mandado al laboratorio de Bioingenieria.

No, penso Bruna. Voy a decirle que no, que no quiero que me ensene a la lider rep. Pero no pudo formular

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