con ropa ligera, flotaba un aire de verano y de sur. Ademas del trafico normal, vimos y oimos pasar primero unas motos conducidas por chicos que levantaban la rueda delantera y extraian del motor el zumbido mas fuerte posible, y despues la comitiva de una boda, velos blancos que ornaban las antenas de radio y las bocinas a pleno volumen, y por ultimo el camion publicitario que anunciaba un espectaculo de marionetas para aquella misma noche. Era una cita en la cumbre, rebuznaba el tio con su megafono, una cita que nadie debia perderse: ?Guinol y el osito Winnie! Como en la fiesta del colegio, daba la sensacion de que al guionista se le habia ido la mano.
Hablamos de Patrice. ?Como iba a apanarse, solo con tres hijas, sin autenticos recursos? Las tiras comicas que dibujaba en el taller del sotano de su casa no le reportaban mucho, era Juliette la que mantenia a la familia con su sueldo de magistrada, y aunque a las ninas no les faltaba de nada, llegar a fin de mes se hacia dificil. El seguro intervendria, por supuesto, terminaria de pagar la casa, y ademas Patrice encontraria un empleo. Su dulzura y su modestia no eran dotes muy rentables, no iba a abrir un negocio de relaciones publicas, pero se podia contar con el: haria todo lo que tuviese que hacer. Mas adelante volveria a casarse. Un muchacho tan guapo, tan agradable, encontraria sin duda una mujer parecida. Sabria amarla como habia amado a Juliette: no se complaceria en el duelo, carecia de inclinaciones morbosas. Sucederia, no valia la pena anticiparse. De momento estaba alli, sostenia en brazos a su mujer moribunda y, tardase lo que tardase ella en morir, era indudable que la sostendria hasta el final, que Juliette moriria resguardada en sus brazos. Nada me parecia mas valioso que aquella seguridad, la certeza de poder descansar hasta el ultimo instante en los brazos de alguien que te ama totalmente. Helene me conto lo que Juliette le habia dicho la vispera a su hermana Cecile antes de que llegasemos, cuando todavia era capaz de hablar. Decia que estaba contenta, que su pequena vida tranquila habia sido una vida colmada. Al principio pense que era una frase reconfortante, y luego que era sincera y por fin que era verdad. Pense en la frase famosa de Fitzgerald: «Evidentemente, todas las vidas son un proceso de demolicion», y yo no creia que fuese cierta. Al menos, no en el caso de todas las vidas. Quiza si la de Fitzgerald. Quiza tambien la mia: en aquel entonces lo temia mas que ahora. Y ademas no se sabe lo que ocurre en el ultimo minuto, debe de haber vidas cuyo fracaso aparente es enganoso, porque in extremis han dado un giro en redondo o porque hay en ellas algo invisible que se nos ha escapado. Debe de haber vidas en apariencia colmadas que quiza son infiernos, por horrible que sea pensarlo, infiernos hasta el final. Pero cuando Juliette juzgaba la suya, yo la creia, y lo que me inducia a creerla era la imagen del lecho de muerte en la cual Patrice la estrechaba en sus brazos. Le dije a Helene: ?Sabes? Ha pasado algo. Hace incluso unos meses, si yo hubiera sabido que tenia cancer, que iba a morirme pronto, y si me hubiese hecho la misma pregunta que Juliette, ?acaso mi vida habia sido colmada?, no habria podido responder como ella. Habria dicho que no, que no habia vivido una vida plena. Habria dicho que habia conseguido cosas, tenido dos hijos hermosos y vivos, escrito tres o cuatro libros en los que cobro forma lo que yo era. Hice lo que pude, con mis medios y mis trabas, luche por hacerlo, no es un balance negativo. Pero lo esencial, que es el amor, me habra faltado. He sido amado, si, pero no he sabido amar: o no he podido, es lo mismo. Nadie ha podido descansar en mi amor con absoluta confianza y yo no descansare al final en el amor de nadie. Es lo que habria dicho si me hubieran anunciado mi muerte antes de la ola. Y despues de la ola te elegi, nos hemos elegido, y ya no es lo mismo. Estas aqui, cerca de mi, y si tuviese que morir manana podria decir como Juliette que he tenido una vida colmada.
Tengo ante la vista cuatro hojitas arrancadas de un cuaderno de anillas y recubiertas por ambas caras de notas tomadas para describir con la mayor precision posible la habitacion 304 del Hotel du Midi de Pont-Eveque, Isere. Debia participar en un libro colectivo de homenaje a mi amigo Olivier Rolin, que el ano anterior habia publicado una novela que describia minuciosamente habitaciones de hotel de todo el mundo. Cada habitacion servia de decorado a un relato sobre chicas de alterne, traficantes de armas y personajes turbios con los que el narrador atrapaba curdas monumentales. A su editor se le habia ocurrido la idea de prolongar el juego pidiendo a una veintena de escritores, amigos de Olivier, que a su vez describiesen una habitacion de hotel e imaginaran sobre ella lo que les apeteciese. En un momento de la noche interminable en que aguardabamos la llamada telefonica anunciandonos la muerte de Juliette, para distraer a Helene le hable de este encargo y de mis vacilaciones a la hora de escoger un hotel. El tono de la empresa, novelesca y ludica, reclamaba un establecimiento de un exotismo un poco sofisticado. En este registro, guardaba de reserva el Hotel Viatka de Kotelnich, un ejemplo perfecto de estilo Brezhnev trasnochado, donde no debian de haber cambiado una sola bombilla desde la apertura, y donde sumando dia por dia todas mis estancias pase tres o cuatro meses. En el otro extremo de la escala, el otro hotel donde he vivido realmente, quiero decir varias semanas seguidas, era el lujoso Intercontinental de Hong Kong, donde Helene se reunio conmigo durante el rodaje de
Llego el amanecer. Habiamos terminado el inventario y el telefono no habia sonado. A Helene le asustaba la idea de que su hermana flotaba todavia entre dos aguas. Yo tampoco las tenia todas conmigo. Habiamos corrido las cortinas, nos habiamos tapado con la sabana, dormimos mal pero un poco, apretados uno contra otro como dos cucharas. El telefono nos desperto a las nueve. Juliette habia muerto a las cuatro de la madrugada.
Nos reunimos con Antoine, Jacques y Marie-Aude para el desayuno en el comedor del hotel. Cecile estaba con Patrice y las ninas en Rosier. Nos abrazamos en un silencio acompanado de una presion de la mano en el hombro, que era en nuestro ambiente la maxima expresion de pesar, y despues hablamos de cosas practicas: las exequias, quien se quedaria hoy, como nos turnariamos los dias siguientes para hacer compania a Patrice y las ninas, y ya se hacian planes para que unos u otros les acogieran durante las vacaciones de verano. Ya estaba listo el programa para las proximas horas: habia que pasar por Rosier, de alli ir al hospital, creo que se dijo simplemente «para ver a Juliette». No para rendirle un ultimo homenaje, ni para recogerse ante sus restos: hay que reconocer a los burgueses a la antigua usanza la cualidad de no recurrir a formulas estereotipadas y decir que alguien ha muerto, no fallecido o fenecido. Despues iriamos a Lyon para ver a un colega de Juliette. ?Un colega de Juliette? ?El mismo dia de su muerte? Helene y yo estabamos un poco sorprendidos. Si, explico Jacques, un colega que era tambien juez en el tribunal de primera instancia de Vienne y que habia estado muy cerca de ella durante su enfermedad. Una de las cosas que les aproximaba era que el tambien habia tenido un cancer en su juventud y le