-explico el Santo-, Horacio se figuraria que me habia sucedido algo, en vista de lo cual cogeria su revolver para buscarme y podria hacer dano a alguien.
Sobrevino una pausa desagradable en la conversacion, pero solo parecieron advertirla las dos mujeres, porque Templar estaba admirando una hermosa copa de cristal veneciano, sin reparar en que hubiese dicho algo inusitado. La muchacha se apresuro a salvar la situacion.
– El senor Templar ha venido a Baycombe por aventuras -dijo, y su tia se quedo mirandole sorprendida.
– Pues le deseo mucha suerte -dijo-. Entonces, el viernes, senor Templar, si le parece bien. Invitare a algunos amigos…
– ?Encantado! -contesto el Santo, haciendo una reverencia y sonriendo con cierta ironia-. Al fin y al cabo, no veo por que no se han de observar las reglas de la buena sociedad aunque aceche lo peor.
La senorita Girton pidio permiso para retirarse, y el Santo fumo un cigarrillo en compania de la senorita Holm, charlando animadamente con ella. Templar era un buen conversador y ya no hacia ninguna alusion terrorifica. Sin embargo, advirtio que la muchacha le miraba de cuando en cuando con una mezcla de perplejidad, aprension e interes, que le divirtio mucho.
Al fin se levanto para irse, acompanandole ella hasta la puerta del jardin.
– No parece usted estar loco -observo la senorita al bajar el sendero-.?Por que hablar de cosas tan terribles?
El Santo la contemplo con ojos sonrientes.
– Toda la vida he dicho siempre la verdad. Es una gran ventaja, porque, al hacerlo, nadie le toma a uno en serio.
– Pero hablar de asesinatos y revolveres…
– Tal vez -dijo el Santo con su sonrisa burlona-, el recuerdo que espero merecer de usted sera bastante interesante si le digo que desde esta manana se estan haciendo esfuerzos inimaginables para asesinarme. Pero, desde luego, no morire; de modo que no necesita usted preocuparse demasiado por mi. Quiero decir que no vaya a ponerse nerviosa o a pasar por mi causa las noches en vela.
– Procurare no hacerlo -contesto la muchacha en tono superficial.
– Usted no me cree -la acuso Templar con severidad.
Ella vacilaba.
– Bien…
– Llegara un dia en que me pedira perdon por su incredulida4.
Y haciendole una reverencia un poco fria, se marcho tan de repente, que la joven se quedo mirandole con la boca abierta.
Templar llego a la una en punto al torreon, encontrando a Horacio nervioso y disgustado.
– Ya me estaba temiendo lo peor -dijo-. No hay derecho a hacerle padecer tanto a uno. Es usted tan descuidado, que parece mentira que el Tigre no le haya matado ya una docena de veces.
– He encontrado a la muchacha mas encantadora del mundo -le contesto Simon sin pizca de arrepentimiento-. Por todas las leyes de las aventuras, tendre que salvarle la vida dos o tres veces durante los proximos diez dias. En el ultimo capitulo la besare apasionadamente. Nos casaremos…
Horacio resoplo.
– La comida estara dentro de un minuto -dijo. Y desaparecio.
Templar se lavo las manos y se paso el peine por el cabello, aprovechando el minuto que su criado le habia concedido. Estaba pensativo. Era muy vanidoso y le halago que aquel pueblo le tuviese por un personaje novelesco. Pero una razon poderosa hacia exteriorizar su capricho. Le parecio que el Tigre le conocia muy bien a el y sus intenciones y que, por lo tanto, de nada serviria fingir.
El Santo silbaba animadamente cuando Horacio entro con la comida. Sabia que el Tigre se hallaba en Baycombe. Templar habia cruzado medio mundo para robarle un millon de dolares, y el duelo entre los dos prometia ser tan divertido como cualquiera de las muchas aventuras de su arriesgada vida anterior.
2. El naturalista
Algernon de Breton Lomas-Coper era uno de los geniales Algys que ha hecho famosos el escritor P. G. Woodehouse, y su tipo solia exclamar caracteristicamente de vez en cuando: '?Eh??Eh?', para demostrar que apenas podia creer en su propia inteligencia; pero, en aquel instante, en casa de la senorita Girton, hizo estas exclamaciones para expresar que apenas podia creer lo que oia.
– Es absolutamente cierto -le contesto Patricia-. Viene a comer con nosotras hoy mismo.
– ?Caramba! -exclamo Algy con voz debil. Y volvio a quedarse asombrado, con la boca abierta.
Era uno de esos hombres para quienes no pasa el tiempo. Por su aspecto, lo mismo podria tener veinticinco que treinta anos. Examinandole de cerca, lo que pocos hacian, se podia ver que la segunda cifra era probablemente exacta. Era rubio, carirredondo y de tez sonrosada.
– No parece tan fiero -dijo Patricia-; es mas, resulta hasta simpatico. Sin embargo, no cesaba de hablar de las cosas terribles que segun el han de suceder. Dijo que trataban de asesinarle.
– Dementia persecutoria -opino Algy, anadiendo su acostumbrado '?Eh?'
La muchacha movio la cabeza.
– Estoy segura de que se halla en sus cabales. No he visto una persona mas cuerda.
– Entensio cruris paranoia -sugirio Algy.
– Y eso?que es?
– Un deseo irresistible de gastar bromas.
Patricia fruncio el entrecejo.
– Va usted a creer que yo tambien estoy loca -dijo-, pero el caso es que, al oirle, hay que creerle. Es como si le retara a uno a tomarle en serio.
– Bien; si logra acabar con el aburrimiento de esta aldea, le estare muy agradecido.?Va usted a invitarme tambien para que pueda conocer a ese fenomeno?
Algernon se quedo.
Cerca de la una, Patricia vio que Templar subia la cuesta, y salio a su encuentro. Llevaba el mismo traje del otro dia, pero, ademas, cuello y corbata. La saludo con una sonrisa.
– Aun estoy vivo -observo-. El diablo anduvo anoche en derredor de mi casa, pero le eche un cubo de agua fria y se marcho. Es asombroso cuan facilmente se enfria el ardor de los asesinos.
– ?No esta usted llevando las cosas un poquito lejos? -protesto ella, molesta consigo misma por la falta de conviccion que habia en sus palabras.
– Me sorprende que usted diga eso -replico el con gravedad-. Personalmente, empiezo ahora a apreciar la verdadera truculencia de la broma.
– Cuando menos, espero que no revolucionara usted toda la mesa -observo Patricia viendo que Templar sonreia.
Hubo cocteles en el salon (la sociedad de Baycombe se preciaba de moderna), y alli fue cuando entro Algy, presentandose al Santo.
– Encantado…, encantado… Es un placer esperado,?eh? -dijo a su manera.
– ?De veras? -pregunto el Santo con ingenuidad.
Algy ajusto el monoculo y miro al forastero de arriba abajo.
– ?De modo que usted es el hombre misterioso??No le importa, verdad, que le llame asi? Estoy seguro de que no todo el mundo le llama el hombre misterioso, y, francamente, creo que le va muy bien el apelativo. De manera que ha tomado usted nada menos que el torreon,?eh? No es demasiado corriente vivir alli. Pero, claro, usted es uno de esos hombres que vemos en las peliculas.
– Algy, esta usted cometiendo una falta de educacion -le interrumpio la joven.
– ?De veras? Pues no era mi intencion. Buena camaraderia,?eh, eh? No se ofenda, viejo,?verdad que no se ofende?
– Viniendo de usted, claro que no -dijo Templar con doble sentido.
De nuevo fue Patricia la que intervino para salvar la situacion. Conocia ya un poco el caracter del Santo y la