La voz sono en el salon como una ametralladora.
Bittle se volvio y vio al hombre que acababa de aparecer en la puerta, y los revolveres se le cayeron de sus temblorosas manos.
Se fue hacia atras, al ultimo rincon del salon, intensamente palido y horrorizado.
Algy entro decidido, llevando en ambas manos una pistola de gran calibre; los hombres se apartaron medrosos. Algy los miro con expresion dura e inexorable.
– Creo que todos me conoceis -dijo el senor de Lomas-Coper con la misma voz metalica.
Despues miro a la muchacha y vio que le contemplaba asombrada.
– El Tigre soy yo -explico Algy.
20. La risa final
– Las cosas han ido muy mal -dijo el Tigre-. Como ha dicho Bittle, senor Templar, usted nos ha vencido. Tal vez estaba escrito. No tema que yo le mate, como hubiera hecho ese… De nada serviria… Aun hubiera podido ganar si los hombres en que confie no me hubiesen traicionado. Ahora el barco se hunde y todo mi trabajo con el. No puedo luchar mas. El destino ha estado contra mi desde el principio, y estoy muy cansado.
Se paso el dorso de la mano por los ojos. La mascara de hombre fatuo y simple que era caracteristica en Algy Lomas-Coper habia caido. Habia algo en el que daba al Santo cierta sensacion de tragedia al ver la subita transformacion del bullicioso Algy en aquella figura grave y cansada del Tigre afrontando el fin.
Los llameantes ojos del Tigre pasaron sobre Bittle, Bloem y Maggs como hierro candente. De nuevo la voz del Tigre sono metalica, y los tres hombres retrocedieron ante sus latigazos.
– …Traidores, canallas, hez de la tierra… Contra vosotros si siento rencor. Tranquilamente fui al muelle para reunirme con vosotros, y disparasteis sobre mi a mansalva. Solo me hicisteis un rasguno, pero el golpe me dejo sin sentido, y, para rematarme, volvisteis a disparar sobre mi. Encontre luego la bala y tambien senti el golpe en el pecho. Pero siempre llevo un chaleco a prueba de balas…, no podiais saberlo. Continue viviendo y vine aqui con esa mujer, nadando, para recuperar lo que era mio. Hubiera podido lograrlo, pero ya no soy tan fuerte como antes; entre la herida y el tiempo que tuve que nadar quede agotado y tarde mucho en recuperarme. Asi, solo llegue para oir tus estupidos dicursos y los de Templar, en que decia que te habia vencido.
El Tigre miro hacia el mar.
– El barco se hunde lentamente -dijo-. Habra tiempo de sobra para que todos se salven en las lanchas. Me refiero a vosotros -mirando a los marineros-. Vosotros, cuando menos, no sois traidores; solo habeis obedecido a esos canallas y no teniais por que dudar de sus ordenes. No os tengo rencor. Solo sois instrumentos. Podeis iros. No os olvideis de poner en libertad al maquinista.
Los hombres se miraban incredulos y luego miraron al Tigre, como si no se fiaran de sus oidos. El Tigre se aparto de la puerta y, con un gesto de desprecio, les hizo sena de que saliesen. Uno tras otro salieron cabizbajos, y al llegar a la cubierta corrieron hacia la escalera que conducia a las lanchas, echando de vez en cuando una mirada atras como si temiesen que el Tigre se arrepintiera. Al fin, todos se habian ido.
El Santo se levanto y se desperezo, cayendo como por ensalmo las cuerdas de las munecas y de los tobillos. Aun tuvo tiempo de gozar la sensacion que causo a todos los presentes su incomprensible liberacion.
– Excelente final -observo.
Despues miro al Tigre y sonrio.
– Le felicito, Algy… Me ha tenido usted dudando todo el tiempo…?Puedo desatar ahora a Horacio?
– Ciertamente.
Templar se dirigio a Bittle y le quito sus dos cuchillos. Despues corto las ligaduras de Horacio con rapidos golpes. El criado se levanto e hizo un poco de ejercicio para que circulase mejor la sangre.
El Santo volvio a colocar a 'Ana' y a 'Bella' en sus respectivas vainas y se fue al lado de Patricia, abrazandola y acariciandola. Ella, pasada ya la tension nerviosa, se echo en sus brazos como una nina, temblando, y el Santo la calmo con palabras carinosas.
– Ahora, senor Templar -dijo el Tigre-, puede usted irse con sus amigos para salvarse en alguna de las lanchas. Yo me quedo aqui para arreglar las cuentas con mis amigos.
Templar dio instrucciones a Horacio para que saliese con Patricia.
– Dentro de un instante saldre tambien.
Patricia, apoyada en el brazo del criado, se encamino a la puerta, pero el Tigre les detuvo y cogio la mano de la joven.
– Usted, Patricia, no me perdonara nunca -dijo-, y estoy contento de que me hayan quitado el poder para hacerle dano. Soy un hombre malo, tengo las manos manchadas de sangre, pero es usted la primera mujer que jamas me ha inducido a olvidarme de mi caballerosidad.
Le beso la mano, y Horacio salio con ella.
El Tigre miro al Santo.
– Es un capricho muy raro -dijo-, pero me gustaria estrechar su mano.
– Casi siento -contesto el Santo- que tome usted las cosas asi…, pero por eso mismo le estrechare la mano con mucho gusto.
El Santo tendio la mano sonriendo.
'?Pam!'
La bala rozo el brazo de Templar y este vio que la mirada de Algy se cristalizaba. Aun seguia estrechando la mano del Tigre. Al estallido del disparo siguio un gran silencio, durante el cual el Tigre, sin abrir la boca, se tambaleo y cayo al suelo, donde quedo boca arriba. Encima del corazon iba formandose una mancha oscura…
El Santo se inclino sobre el, pero el Tigre estaba muerto.
Templar, estando asi, miro al mismo tiempo de reojo hacia el rincon. Maggs y Bloem estaban todavia en el mismo sitio, pero Bittle habia dado un paso y aun llevaba en la mano el humeante revolver que recogio del suelo cuando el Tigre se distrajo.
El Santo se irguio y, con el mismo movimiento, 'Ana' fue de la vaina a la mano y cruzo la estancia como un rayo, clavandose en la muneca de Bittle hasta asomar la punta por el lado opuesto, porque el Santo sabia tirar cuchillos con infalible punteria.
Bittle dejo caer la mano y al mismo tiempo el revolver; despues se echo atras tratando de arrancarse el cuchillo.
Al instante, el Santo estaba junto al cuerpo exanime del Tigre, apuntando al grupo del rincon con las dos pistolas del muerto.
– Traidor hasta el final, Bittle -dijo el Santo-. Pero por este tiro le ahorcaran de aqui a tres meses en Exeter.?Se lo juro!
En aquel momento se proyecto sobre el barco una luz cegadora. Por encima de los hombros del Santo, los tres bandidos observaron los potentes reflectores de algun barco de guerra.
– Debe de ser Carn -observo Templar sin dejar de prestar atencion a sus prisioneros.
Entonces entraron Horacio y Patricia, atemorizados porque habian oido el disparo.
– Solo me ha causado un rasguno -les aseguro Simon-. Pero, en cambio, mato al Tigre.
Entrego las pistolas a Horacio y salio a cubierta. Los perseguidores aun estaban lejos, pero se acercaban velozmente, y el barco no hubiera podido escapar con aquellos potentes reflectores que convertian la noche en dia.
– Este es el final de la aventura -dijo el Santo rodeando a Patricia con el brazo-. Pero, afortunadamente, tambien es el principio.
Pocos minutos despues recordo un importante detalle que le vino a la memoria al ver que el barco se inclinaba cada vez mas a estribor, amenazando hacerle zozobrar.
El Santo se dirigio rapidamente hacia la popa, sorteando los peligros como pudo, y Patricia le vio desaparecer por una escalera. Agarrandose a la barandilla, espero su regreso. Le resultaba cada vez mas dificil mantenerse en pie. Templar tardo bastante tiempo en volver, y entonces los perseguidores ya estaban apenas a un cuarto de milla.