– Oh, vamos… olvidalo. Siempre estamos peleandonos. -Note un leve quejido en la voz de Rhea-. Tomate un trago, quiero ir a la cama… ?Y tu?
– ?Quien te necesita? ?He dicho que te vayas!
– Ya te he oido, querido, pero quiero ir a la cama. Vamos…
– Ya tengo bastante de ti, ?asquerosa vaca borracha! ?Ve a arreglar tus malditos problemas a otra parte! ? Fuera! ?Dejame en paz!
Por el tono de su voz, comprendi que Spooky hablaba en serio. Salte de la cama y me vesti. ?Aquella podia ser mi oportunidad! ?Ella no se lo habia dicho! ?Spooky no representaba ninguna amenaza para mi! Cuando me estaba poniendo los zapatos, Sadie se dio la vuelta.
– ?Carino… donde estas? -murmuro y volvio a quedarse dormida.
Oi que Spooky gritaba:
– ?Fuera!
Se abrio la puerta de arriba: oi un ruido sordo.
– ?Toma todas tus porquerias!
Otro ruido sordo y la puerta que se cerraba.
Yo ya habia salido al pasillo. Cerre la puerta de Sadie sin hacer ruido y baje corriendo la escalera hasta la entrada del edificio. Me aprete contra la pared en un rincon oscuro y espere.
Rhea comenzo a bajar la escalera murmurando: «Maldito hijo de puta… maldito…»
Despues, vi su figura aparecer en el vestibulo.
– Tranquila, muneca -le dije, en voz baja-. Esta pasando la policia fuera.
Se detuvo de golpe, conteniendo el aliento. Me miro de reojo.
– ?Quien diablos eres?
– Lo mismo que tu… trato de que todo se calme -respondi.
Se apoyo contra una pared. Podia oler su aliento a whisky.
– ?Se calme? ?Que quieres decir? -Tenia la voz pastosa. Volaba mas alto que un barrilete.
– Lo he oido. ?Quieres venir conmigo, muneca? Tengo un coche. Conozco un lugar seguro en las afueras de la ciudad.
Se deslizo hasta el suelo.
– ?Dios, que borracha estoy! -Habia un tono de desesperacion en su voz-. ?Quisiera morirme!
«Pero no aqui» pense. El sonido del disparo me traeria problemas. Tenia que sacarla de alli antes de dispararle.
– Vamos, muneca -le dije y tomandola de un brazo la puse de pie-. Vamos.
Se inclino contra mi.
– ?Quien eres? No puedo verte. ?Quien diablos eres?
– Vamos ya.
La arrastre por la escalera hasta la calle. Se tambaleaba y tuve que sostenerla para que no cayera. A la luz de la calle, se aparto de mi lado y nos miramos a los ojos. Casi no la reconocia. Habia envejecido. Y tenia canas en la pelirroja cabellera. Sus ojos verde esmeralda brillaban como si tuviese dos luces tras de ellos. Estaba acabada. Llevaba el traje rojo sangre y un bolso colgado del hombro.
– Hola, peluquita -me dijo-. ?Tienes pelo debajo de esa peluca?
– Vamos, muneca-conteste-. Tengo un coche aparcado en la otra esquina. Huyamos juntos.
Ella me estudio desde su embriaguez. La peluca, la barba tan crecida, la ropa tan sucia parecian inspirarle confianza.
– ?Tu tambien estas huyendo?
– Si, vamos.
Ella se echo a reir: un sonido histerico y ebrio.
– Mi hermano murio -me dijo-. El unico maldito hijo de puta que me comprendia. La policia lo mato.
La cogi de un brazo.
– Salgamos de aqui.
Salio conmigo. Estaba tan ebria que habria caido de bruces si no la hubiera sostenido.
Recorrimos la calle juntos hasta donde tenia aparcado el Chevvy.
Mientras abria la puerta, se inclino contra el automovil observandome.
– ?No te he visto antes, peluquita?
– ?Por que te busca la policia? -le pregunte, sentandome al volante.
– ?Y a ti que mierda te importa?
– Asi es, no me importa. Y bien, ?vienes o te quedas?
Abrio la puerta del acompanante y se sento. Tuve que inclinarme sobre ella para cerrarle la puerta.
– ?Adonde vamos, peluquita?
– No se adonde iras tu, pero si se adonde voy yo. Voy hacia la costa. Mi hermano tiene un bote. Va a llevarme a La Habana.
– ?La Habana? -Se llevo las manos a la cara-. Yo tambien quiero ir alli. Vamos.
– Muy bien… ?Tienes dinero?
Dio unas palmadas a su bolso.
– Aqui dentro. Vamos, peluquita, en marcha.
Cuando tomamos el camino de Tamiami Trail, hacia Naples, se durmio.
Eran las cuatro de la manana. En una hora mas habria luz. La autopista estaba desierta. A ambos lados habia densos bosques de pinos y cipreses.
La mire. Tenia la cabeza apoyada contra la ventanilla y los ojos cerrados. Todo lo que tenia que hacer era disminuir la velocidad, detener el coche, sacar el 38 del bolsillo, dispararle a la cabeza, abrir la puerta del automovil, tirar su cuerpo al sucio y huir. Justo antes de llegar a Naples tiraria la peluca, esconderia el coche y cogeria un autobus hasta Sarasota.
Alli me compraria un traje nuevo, me afeitaria la barba y tomaria otro autobus hasta Fort Pierce. Desde alli, siempre en autobus, regresaria a Little Jackson, donde habia dejado aparcado el Buick. Solo entonces, volveria a Paradise City: ?sano y salvo!
Todo aquel plan paso por mi mente, era tan facil. Habia pensado que deshacerme de Rhea iba a ser una tarea sumamente dificil y peligrosa, pero alli estaba ella, totalmente borracha y dormida. Solo tenia que apuntar el arma y disparar.
Mire por el espejo retrovisor. La autopista estaba oscura, ninguna senal de automoviles aproximandose.
Suavemente, fui desacelerando. El automovil empezo a perder velocidad hasta que lo detuve bajo un enorme roble. Puse el freno de mano.
Mire a Rhea, seguia dormida, y lleve la mano hasta la 38 que tenia en el bolsillo. Lentamente, saque el arma del bolsillo y quite el seguro.
Me quede alli sentado, mirandola y apuntandola con el arma, y con gran desesperacion me di cuenta de que no podia disparar. No podia matarla a sangre fria. En el calor del momento, habia matado a Fel pero no podia matar a una mujer dormida.
De repente, Rhea abrio los ojos.
– Adelante, Larry Carr -me dijo-. Pruebate a ti mismo que tienes pelotas. Adelante… ?Dispara!
Los faros delanteros de un camion iluminaron el interior del Chevvy. Pude ver a Rhea con toda claridad. ?Dios mio! ?En que mal estado se hallaba! ?Como pude haberla deseado alguna vez! ?Era como una pesadilla erotica de mal gusto! Parecia fuera de si, con los ojos hundidos y una perversa sonrisa en los labios.
– ?Adelante… dispara! -repitio.
Paso el camion e hizo temblar el Chevvy. En aquel momento pense que si la hubiera matado el camion habria pasado justo en el momento de arrojar su cuerpo fuera del coche.
Deje caer el arma. Cayo en el asiento, entre los dos. Supe que aquel era el final de mi camino y no me importo.
– ?Que te pasa, Rata? -me pregunto-. Lo tenias todo planeado, ?no? ?Se te acabaron las pelotas? ?Creias que no iba a reconocerte con esa ridicula peluca?
La mire y senti que la odiaba. Me resultaba tan repulsiva como un leproso.
– Voy a decirte lo mismo que te ha dicho tu novio. ?Fuera! ?Sal de mi coche!