aprovechables.
–
2
La policia llego veinte minutos despues: dos coches patrulla azul y blanco de la Squadra Mobile de Mestre. Para entonces, los terrenos de la parte trasera del edificio estaban llenos de trabajadores del matadero que habian salido al sol, movidos por la curiosidad acerca de esa otra clase de sacrificio. Cola, al ver el pie y la pierna a la que estaba unido, habia corrido con paso inseguro al despacho del encargado, para decirle que al otro lado de la cerca habia una mujer muerta.
Cola era un hombre trabajador y formal, por lo que el encargado llamo a la policia inmediatamente, sin salir a comprobar si le decia la verdad. Otros que habian visto entrar a Cola se acercaron a preguntar que ocurria, y el encargado, con un grunido, les ordeno volver al trabajo; los camiones refrigerados esperaban en los andenes de carga, y no se podia estar todo el dia de charla porque le hubieran cortado el cuello a una puta.
Esto era una mera suposicion, ya que Cola solo le habia hablado del zapato y del pie, pero todos los trabajadores de las fabricas sabian lo que ocurria en aquellos descampados. Si la habian matado alli, probablemente seria una de aquellas desgraciadas pintarrajeadas que al anochecer se apostaban junto a la carretera que unia el poligono industrial con Mestre. A la salida del trabajo, antes de volver a casa, ?por que no parar al lado de la carretera y acercarse hasta una manta extendida entre unos arbustos? Era solo un momento, ellas no te exigian nada, solo diez mil liras, y ahora habia muchas rubias de la Europa oriental, cada vez mas, y eran tan pobres que no podian obligarte a que te pusieras eso, como hacian las italianas de
Los coches de la policia pararon y de cada uno se apeo un agente uniformado. Fueron hacia el edificio, pero no llegaron hasta la puerta, porque el encargado les salio al encuentro. Detras de el venia Cola, que se sentia importante, porque era el centro de la atencion general, aunque tambien estaba un poco mareado desde que habia visto el pie.
– ?Ha llamado usted? -pregunto el primer policia. Tenia la cara redonda y reluciente de sudor y miraba fijamente al encargado a traves de unas gafas de sol.
– Si -respondio el hombre-. En el campo que esta detras del edificio hay una mujer muerta.
– ?La ha visto usted?
– No -respondio el encargado, apartandose a un lado y haciendo una sena a Cola para que se acercase-. La ha encontrado el.
A un movimiento de cabeza del primer policia, el agente del segundo coche saco una libreta azul del bolsillo de la chaqueta, la abrio, quito el capuchon al boligrafo y apoyo este sobre el papel.
– ?Como se llama? -pregunto el primer policia, enfocando ahora al matarife con los cristales oscuros que le protegian los ojos.
– Cola, Bettino.
– ?Direccion?
– ?Que tiene que ver su direccion? -tercio el encargado-. Ahi detras hay una mujer muerta.
El primer policia se volvio hacia el y bajo la cabeza un poco, lo justo para mirarlo por encima de las gafas.
– Esa mujer no se movera de donde esta. -Y dirigiendose otra vez a Cola, repitio-: ?Direccion?
– Castello, tres mil cuatrocientos cincuenta y tres.
– ?Cuanto hace que trabaja aqui? -pregunto el policia senalando con un movimiento de la cabeza el edificio que estaba detras de Cola.
– Quince anos.
– ?A que hora ha llegado esta manana?
– A las siete y media. Como todos los dias.
– ?Que hacia ahi fuera? -Su manera de preguntar y la forma en que el otro anotaba las respuestas daban a Cola la impresion de que sospechaban de el.
– He salido a fumar un cigarrillo.
– ?Mediados de agosto, y sale a fumar un cigarrillo al sol? -pregunto el primer policia, como si aquello le pareciera un desvario. O una mentira.
– Era mi tiempo de descanso -dijo Cola con creciente irritacion-. Siempre salgo al aire libre. Para alejarme del olor.
Al oir esta palabra, los policias lo percibieron y miraron hacia el edificio. El de la libreta no pudo por menos de contraer los orificios nasales tratando de cerrarlos a lo que llegaba hasta ellos.
– ?Donde esta la mujer?
– Al otro lado de la cerca. Esta entre unos matorrales, por eso al principio no la he visto.
– ?Por que se ha acercado?
– He visto un zapato.
– ?Como dice?
– He visto un zapato. En el suelo, y luego el otro. He pensado que a lo mejor mi mujer podia aprovecharlos. -Era mentira; habia pensado en venderlos, pero no queria decirlo a la policia. Una mentira sin importancia, inocente, pero era solo la primera de muchas mentiras que la policia tendria que oir acerca del zapato y de la persona que lo habia usado.
– ?Y despues? -le azuzo el primer policia, al ver que Cola callaba.
– Despues he vuelto aqui.
– No, quiero decir antes de eso -dijo el primer policia moviendo la cabeza con impaciencia-. Cuando ha visto el zapato. Cuando la ha visto a ella. ?Que ha hecho?
Cola se puso a hablar deprisa, con el deseo de acabar cuanto antes.
– He recogido del suelo un zapato, luego he visto el otro. Estaba entre la hierba. He tirado de el. Pensaba que estaba aprisionado. He vuelto a tirar y se ha desprendido. -Trago saliva, dos veces-. Lo tenia ella puesto. Por eso no salia.
– ?Se ha quedado mucho rato?
Ahora fue Cola quien penso que el otro desvariaba.
– No, no, no. He venido corriendo y se lo he dicho a Banditelli, y el les ha llamado.
El encargado asintio, corroborando las palabras de su subordinado.
– ?Ha estado dando vueltas por ese sitio? -pregunto a Cola el primer policia.
– ?Dando vueltas?
– ?Se ha quedado cerca de ella? ?Ha fumado? ?Ha tirado algo al suelo?
Cola movio la cabeza negativamente con vehemencia.
El segundo policia ojeo su libreta y el primero dijo:
– Le he hecho una pregunta.
– No. No he tirado nada. Cuando la he visto, he dejado caer el zapato y he vuelto al edificio.
– ?La ha tocado? -pregunto el primero.
Cola lo miro abriendo mucho los ojos, con asombro.
– Esta muerta. Claro que no la he tocado.