– ?Y por que esta aqui fuera? ?Por que no esta en el coche?

– El sargento me dijo que esperase aqui. -El hombre hablaba con gesto impavido-. Le he preguntado si podia ir al coche, que tiene aire acondicionado, y el me ha dicho que, si no ayudaba en el interrogatorio, debia permanecer aqui fuera. -Como si hubiera adivinado la pregunta que Brunetti le haria a continuacion, agrego-: El siguiente autobus no pasa hasta las siete y cuarto, para recoger a la gente a la salida del trabajo.

Brunetti tomo nota mentalmente y pregunto:

– ?Donde lo han encontrado?

El policia se volvio y senalo los matorrales del otro lado de la cerca.

– Estaba ahi.

– ?Quien lo ha encontrado?

– Un trabajador que habia salido a fumar un cigarrillo. Ha visto un zapato… rojo, segun creo. Y se ha acercado a inspeccionar.

– ?Estaba usted aqui cuando han venido los del laboratorio?

– Si, senor. Han examinado el terreno, han hecho fotos y han recogido todo lo que han encontrado en el suelo en un radio de cien metros de las matas.

– ?Habia huellas de pisadas?

– Creo que si, senor, pero no estoy seguro. El hombre que lo encontro dejo las suyas, pero me parece que han encontrado mas. -Hizo una pausa, se enjugo el sudor de la frente y agrego-: Y los primeros policias tambien han dejado las suyas.

– ?Su sargento?

– Si, senor.

Brunetti lanzo una rapida mirada a la hierba alta y luego miro la camisa del policia, empapada en sudor.

– Suba a nuestro coche, agente Scarpa. Tiene aire acondicionado. -Y al conductor-: Vaya con el. Esperenme alli.

– Muchas gracias, comisario -dijo el policia, y descolgo la chaqueta del respaldo de la silla.

– Dejelo -dijo Brunetti al ver que el hombre iba a ponersela.

– Gracias -repitio el policia, que se agacho y agarro la silla.

Los dos hombres fueron hacia el edificio. El policia dejo la silla en la plataforma de cemento que habia frente a la puerta trasera del edificio y se reunio con el conductor. Los dos agentes desaparecieron por la esquina y Brunetti fue hacia el agujero de la cerca.

Agachandose, cruzo al otro lado y se acerco a los matorrales. Por todas partes habia senales del paso del equipo del laboratorio: orificios en el suelo, donde habian clavado las varillas para medir distancias, tierra levantada por zapatos que giraban sobre si mismos y, cerca de las matas, unas ramitas cortadas, apiladas cuidadosamente. Sin duda habian tenido que recortar el arbusto al sacar el cuerpo, para que no lo aranaran las afiladas hojas.

Brunetti oyo a su espalda un portazo y una voz de hombre que gritaba:

– Eh, usted, ?que esta haciendo ahi? ?Apartese ahora mismo!

Brunetti dio media vuelta y, tal como esperaba, vio a un hombre con uniforme de policia que se acercaba andando deprisa, procedente de la puerta trasera del edificio. Como Brunetti lo miraba pero no se apartaba del matorral, el policia desenfundo el revolver y grito:

– Levante las manos y acerquese a la valla.

Brunetti dio media vuelta y se dirigio hacia el policia andando como si pisara un terreno pedregoso, con los brazos extendidos hacia los lados para mantener el equilibrio.

– Que las levante he dicho -gruno el policia cuando Brunetti llego a la cerca.

El policia tenia un arma en la mano, por lo que Brunetti no trato de hacerle comprender que ya llevaba las manos levantadas, aunque no por encima de la cabeza. Solo dijo:

– Buenas tardes, sargento. Soy el comisario Brunetti de Venecia. ?Ha tomado declaracion a los de ahi dentro?

El hombre tenia unos ojos muy pequenos en los que no brillaba una gran inteligencia, aunque si la suficiente como para que Brunetti advirtiera que se daba cuenta del dilema que se le planteaba: o pedir a un comisario de policia que se identificara o dejar marchar a un impostor.

– Perdon, comisario, pero me daba el sol en los ojos y no lo he reconocido -dijo el sargento, a pesar de que tenia el sol sobre el hombro izquierdo. Pero hubiera podido salvarse con esto, ganandose el respeto de Brunetti, mal que a este le pesara, de no haber remachado-: Es muy desagradable salir al sol tan bruscamente desde un sitio oscuro. Ademas, no esperaba a nadie mas.

En la placa que llevaba en el pecho se leia el apellido: «Buffo».

– Parece ser que Mestre va a estar sin comisarios durante un par de semanas, y me envian a mi para que lleve la investigacion.

Brunetti se agacho y paso por el agujero de la valla. Cuando enderezo el cuerpo, el revolver de Buffo estaba enfundado y la funda, abrochada.

Brunetti empezo a andar hacia la puerta trasera del matadero. Buffo iba a su lado.

– ?Que informacion le ha dado esa gente?

– Nada mas de lo que ya habia averiguado esta manana, cuando nos llamaron. Un matarife, Bettino Cola, encontro el cadaver poco despues de las once. Habia salido a fumar un cigarrillo y fue hasta la cerca porque decia que habia visto unos zapatos en el suelo.

– ?Y no habia tales zapatos? -pegunto Brunetti.

– Si, senor. Alli estaban cuando llegamos nosotros.

Cualquiera que le oyese podia pensar que Cola habia puesto los zapatos alli para alejar las sospechas de si. Brunetti detestaba a los policias duros tanto como cualquier simple ciudadano o cualquier criminal.

– El que llamo dijo que habia una puta en un campo. Yo me persone e hice la inspeccion ocular. Pero era un hombre -concluyo Buffo, y escupio.

– Segun mis informes, se trata de un homosexual que ejercia la prostitucion -dijo Brunetti con voz atona-. ?Ha sido identificado?

– No, senor, todavia no. Hemos pedido que le hagan fotos en el deposito, pero esta muy desfigurado. Despues, un dibujante hara un esbozo del aspecto que debia de tener antes. Lo haremos circular por ahi y antes o despues alguien lo reconocera. Son muy conocidos estos chicos -dijo Buffo con una sonrisa que tenia mucho de mueca y prosiguio-: Si era de por aqui, no tardaremos en tener una identificacion.

– ?Y si no lo era? -pregunto Brunetti.

– Entonces nos costara mas tiempo, imagino. O quiza no lleguemos a saber quien era. En cualquier caso, no se habra perdido mucho.

– ?Y eso por que, sargento Buffo? -pregunto Brunetti suavemente, pero Buffo solo capto las palabras, no la entonacion.

– ?Y que falta hacen? Son todos unos degenerados. Estan llenos de sida y no tienen escrupulos en contagiarselo a trabajadores decentes. -Volvio a escupir.

Brunetti se paro y se volvio de cara al sargento.

– Tal como yo lo veo, sargento Buffo, estos trabajadores decentes que tanto le preocupan se contagian del sida porque pagan a esos «degenerados» para darles por el culo. Que no se nos olvide. Y que tampoco se nos olvide que ese hombre, quienquiera que fuera, ha sido asesinado y nuestro deber es encontrar al asesino. Aunque sea un trabajador decente.

Dicho esto, Brunetti abrio la puerta y entro en el matadero. Preferia la inmundicia de dentro a la de fuera.

4

Dentro, Brunetti averiguo poco mas; Cola repitio su declaracion, y el encargado la corroboro. Buffo, hoscamente, le dijo que ninguno de los hombres que trabajaban en el matadero habia visto nada extrano, ni aquella manana ni el dia anterior. Las putas habian llegado a integrarse en el paisaje de tal modo que ya nadie se

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