Y ella, ?entro por la otra puerta?

– Si.

Sejer miro los agujeros del techo y fruncio el ceno.

– Al parecer, es un hombre dinamico. O tal vez, desesperado.

Otro coche de policia llego y aparco delante del banco. Entraron dos tecnicos con monos de trabajo. Miraron hacia el techo y vieron el agujero producido por la bala.

– Me pregunto cuantas le quedan -dijo uno de ellos.

– No quiero ni pensarlo -dijo Sejer, sombrio-. Pero no cabe duda de que se trata de un tipo duro. Primero coge una rehen y luego, en la hora punta de la manana, dispara un arma.

– Muy eficaz -dijo el tecnico-. Todo el mundo se queda paralizado. Tenia una sola idea en la cabeza: que el atraco fuera rapido. Nada de demoras, deprisa, deprisa. ?Llevaba guantes?

La cajera asintio con un gesto.

– Guantes finos de lana.

Sejer se maldijo a si mismo por no haberse quedado un rato mas en el banco y haber interrumpido los planes del atracador. Pero en ese caso, el tipo habria vuelto otro dia. Miro de nuevo los ojos de la cajera. Habian adquirido ese brillo particular que las personas tienen cuando se les arranca de su vida normal y obvia. El lo entendia y no lo entendia.

– De acuerdo -dijo-. Tenemos mucho que hacer. Pongamonos en marcha.

Respiraba entrecortadamente. Se inclino sobre el volante como queriendo ayudar al vehiculo a salir de la ciudad. Llevaba mucho tiempo planeandolo. Habia repasado una y otra vez el atraco en su mente, imaginandose, con todo lujo de detalles, como lo llevaria a cabo. Habia descubierto errores. Todo habia ocurrido muy deprisa. Tenia el dinero, asi tenia que suceder y, sin embargo, no del todo asi. Alguien iba sentado en el asiento de al lado.

Las calles estaban repletas de gente con prisa. Nadie miraba el coche blanco. Piso el embrague y atraveso el cruce, fijando la vista obstinado en la carretera, dejando salir el aire caliente de sus pulmones. Despues de haber pasado la primera manzana, se quito el pasamontanas. Se sintio desnudo y, por eso, no se giro a mirar a la rehen, pero no tenia eleccion. No podia seguir conduciendo con el pasamontanas puesto. Todos los coches que venian en direccion contraria hubieran reparado en ello, y anotarian la marca del coche y la matricula. La rehen estaba sentada en el asiento de al lado, con la cabeza agachada, inmovil. Pasaron por delante del Salon de las Novias. Redujo la velocidad, vio acercarse por la izquierda un Mercedes y se concentro en clavar la mirada en la carretera. Hasta ahora, despues de dos minutos, cuando su pulso se habia calmado un poco, no se le habia ocurrido que un extrano silencio reinaba en el coche. Miro de reojo a la rehen. Habia algo que no encajaba. Sintio nauseas y, con la nausea, llego el miedo y, con el miedo, el pavor a equivocarse, equivocarse mas de lo que ya habia hecho.

?Que cono iba a hacer con la rehen?

No habia pensado en ello. Se habia concentrado unicamente en alejarse lo mas deprisa posible, en asegurarse de que nadie se le echara encima y lo tirara al suelo. Habia leido sobre eso en los periodicos, sobre gente que jugaba a ser heroes.

– Me has visto la cara -dijo con voz ronca.

Su voz era fragil en comparacion con su cuerpo fuerte.

– ?Y que se te ocurre que podemos hacer con eso?

Justo en ese instante pasaron por delante de una funeraria, y su mirada se poso en un ataud blanco que habia en el escaparate. Manillas de laton. Una corona de flores blancas y rojas encima. Llevaba anos expuesta y era de plastico, claro. Daba la impresion de estar a punto de derretirse por el calor, lo mismo que el. El jersey se le pegaba al cuerpo, y a los pantalones de pana les faltaba poco para desprender vapor. Redujo la velocidad y freno ante un taxi que venia por la derecha. La rehen no contestaba, pero sus hombros temblaban ligeramente. El atracador penso: por fin reacciona. Para el seria un alivio. Lo necesitaba despues de tanto esfuerzo. Una reaccion fuerte, por ejemplo un rugido por la ventanilla medio abierta. Temblaba mientras se esforzaba por controlarse.

– Te he preguntado que podemos hacer con eso.

Sono muy pobre. Oyo su propio miedo, como presionaba la voz hasta alcanzar ese tono agudo y chillon. De repente sintio una imperiosa necesidad de estar solo, pero aun era demasiado pronto para parar. Primero tendrian que alejarse del centro y llegar a algun lugar desierto donde por fin poder sacar del coche a esa mujer no deseada. ?A esa testigo!

Seguian en silencio. Se estaba poniendo cada vez mas nervioso. Tras semanas de planificacion, noches sin dormir, desasosiego y dudas, empezaban a pesarle muchas cosas. Generalmente, se limitaba a ir de chofer, sin responsabilidad sobre la planificacion. De eso se encargaban otros, el esperaba fuera, con el coche en marcha, ni siquiera solia llevar arma. Habia hecho una promesa y la habia cumplido. Pero llevaba una rehen. En aquel momento, en aquel lugar, le habia parecido una decision inteligente. Fuera del banco, la gente se habia quedado paralizada, no movieron ni un dedo por miedo a que se le disparara el arma y la rehen se hiciera trizas ante sus ojos. Y ahora no sabia que hacer. Y tampoco estaba recibiendo ayuda alguna. El silencio era total.

– Solo hay dos posibilidades, claro -carraspeo.

Ya no aguanto el silencio.

– O sigues conmigo o te dejo en la carretera, en un estado en el que ya no podras explicar nada.

La pasajera seguia callada.

– ?Que cono hacias en el banco tan temprano?

Como ella seguia sin responder, el bajo la ventanilla y noto como el aire le soplaba en el rostro ardiente. Pasaban coches. No debia mostrar su rostro, ni siquiera debia hablar, pero no estaba preparado para ese cumulo de emociones que le subia por dentro, esa sensacion de estar a punto de explotar. Habia esperado mucho tiempo, habia estado solo una eternidad, ya no era mas que una goma cercana a romperse, y para mas inri, habia alguien sentado a su lado, mirandolo.

Todavia estaba saliendo de la ciudad, paso por el hospital, giro repentinamente al llegar al Instituto Ortopedico, cruzo la calle principal, cogio la Calle Mayor Alta, paso por la antigua farmacia, en direccion al Garaje Central, volvio a girar a la izquierda, atraveso el viejo puente y volvio por la parte sur, a traves de las zonas industriales. Se estaba acercando a una via de ferrocarril. En ese momento, el semaforo se puso rojo. Por un instante estuvo a punto de girar bruscamente, pero cambio de idea. No debia llamar la atencion.

– Quedate quieta y callate. El revolver esta cargado -murmuro entre dientes.

La orden era innecesaria. De la rehen no salia ni una palabra. Por el espejo vio acercarse un Volvo rojo que se detuvo justo detras de el. El conductor tamborileaba sobre el volante. Sus miradas se cruzaron en el espejo. El clavo la suya en los railes, esperando que apareciera el tren, ya lo oia rugir a lo lejos. Por un momento, su corazon enmudecio. Lo increible era que la rehen siguiera quieta y callada, mirando por la ventanilla. Luego paso el tren haciendo mucho ruido. Pero la barrera no se movia. Cambio de punto muerto a primera y espero. El coche de atras se acerco aun mas, casi le rozaba el parachoques. Al otro lado habia un Citroen verde. Al atracador le chorreaba el sudor hasta los ojos, y la barrera seguia sin moverse. Por un horrible instante, penso que la policia la habia bloqueado, que en cualquier momento se le acercaria y lo sacaria a la fuerza a punta de pistola. Estaba atrapado. No habia sitio suficiente para dar la vuelta y regresar, ?por que cono no se levantaba la barrera? El tren ya se habia alejado un buen trecho. El conductor del Volvo acelero. El atracador levanto la mano en la que llevaba el revolver, y se la paso por la frente. En ese momento penso que quiza el hombre del Citroen de al lado hubiera visto que llevaba un arma. Por fin, la barrera se levanto, despacio y vacilante. Cruzo con prudencia. El Volvo de atras desaparecio por la derecha. Habia pensado atravesar el rio, de ese modo, pasaria por la plaza donde estaban los coches de policia y la aglomeracion de gente por el lado opuesto. Mientras la policia estaba ocupada en interrogar a los testigos, el pasaria por delante de sus narices, a solo unos treinta metros. Su propio plan lo impresiono. El problema era la rehen. De pronto freno y se detuvo. El coche quedo medio escondido detras de un contenedor de basura, junto a la Estacion de Autobuses. Echo el freno de mano.

– Lo que me pregunto -espeto- es que cono hacias en el banco tan temprano.

Mas silencio.

– ?Estas sorda? Me cago en la puta, ?es que no me oyes?

La rehen levanto la cabeza. Por primera vez, el atracador clavo la mirada en los ojos errantes. En el coche

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