– ?Que hiciste entonces?

– Zapee un poco en la tele.

– ?Que viste?

– No lo recuerdo.

Los interrumpio uno de los tipos musculosos:

– Oye, Orjan, Hugo parece inquieto, vamos a sacarlo a dar una vuelta.

Orjan miro su reloj de pulsera.

– Bien, si, seguro que necesita salir. La correa esta colgada en un gancho de la entrada. Y no le dejeis comer hojas, le sientan fatal.

«Fantastico -penso Karin-. Que consideracion.»

Abandonaron a Orjan Brostrom sin haber hecho ningun progreso. No era precisamente una persona a la que desearan volver a ver.

Cuando Knutas regreso a su despacho tras el almuerzo, llamaron a la puerta. Norrby, una persona normalmente comedida, parecia presa de un entusiasmo que hacia mucho tiempo que no veia en su colega.

– Escucha y veras -jadeo agitando unos papeles.

Se dejo caer en una de las sillas del despacho.

– Estas son copias del banco, de la cuenta de Henry Dahlstrom. Durante muchos anos solo ha tenido una libreta en la que entraba el dinero de la pension. Ya lo ves -dijo Norrby senalando las cifras en el papel-. Hace cuatro meses abrio otra cuenta. En ella se ha ingresado dinero en dos ocasiones, la misma cantidad las dos veces. El primer ingreso se realizo el 20 de julio, entonces entraron en la cuenta veinticinco mil coronas. El segundo, hace poco, el 30 de octubre; el importe fue el mismo, veinticinco mil.

– ?De donde viene el dinero?

– Es lo que deberemos averiguar.

Norrby se echo hacia atras en la silla y extendio las manos con gesto teatral.

– ?Aqui tenemos una nueva pista!

– Asi pues, Dahlstrom estaba metido en algun negocio sucio. Yo he tenido todo el tiempo la sensacion de que el movil de su muerte no habia sido el robo. Tendremos que convocar una reunion.

Knutas miro el reloj.

– Son las dos menos cuarto. ?A las dos y media? ?Puedes informar tu a los demas?

– Si, claro.

– Mientras tanto voy a llamar al fiscal, Birger deberia estar presente tambien.

Cuando la Brigada de Homicidios estuvo reunida, Norrby empezo a explicar los ingresos en la cuenta de Dahlstrom.

En la sala la concentracion era evidente. Todos se echaron automaticamente hacia delante y Wittberg lanzo un silbido.

– Esto es la leche. ?Podemos averiguar de donde viene el dinero?

– El que ha ingresado el dinero ha utilizado el impreso que se utiliza normalmente para ello. En el no aparece ningun dato de la persona que hace el deposito. No obstante, tenemos la fecha del ingreso.

– ?Y las camaras de vigilancia? -propuso Karin.

– Ya lo hemos pensado. El banco guarda un mes las grabaciones de las camaras. Con un poco de suerte, podremos rastrear a la persona que ingreso el dinero. En estos momentos, ya han ido a buscar las grabaciones. El primer deposito, del mes de julio, esta borrado, pero tenemos el de octubre.

– Yo he hablado con el laboratorio, trabajan a marchas forzadas con las pruebas halladas en el cuarto de revelado y en el apartamento y, si todo va bien, tendremos la respuesta a finales de esta semana -informo Sohlman-. Tenemos tambien las huellas dactilares y de las manos encontradas en la ventana del sotano, las hemos comparado con las del registro de delincuentes: no aparecen, por lo que, si son las del autor del crimen, no ha sido condenado con anterioridad.

– ?Y el arma del crimen? -inquirio Wittberg.

Sohlman nego con la cabeza.

– No hemos encontrado nada de momento, pero todo apunta a que se trata de un martillo normal y corriente de los que se pueden comprar en cualquier supermercado.

– All right, seguiremos con la investigacion como de costumbre, pero concentrandonos en averiguar en que andaba metido Dahlstrom. ?Que personas a su alrededor pueden saber algo? ?El portero? ?Su hija? A ella aun no la hemos interrogado formalmente. Ampliaremos los interrogatorios a todas las personas que hayan estado en contacto con Dahlstrom o que pudieran haberlo visto la noche del crimen: el conductor del autobus, los empleados del kiosco y los comercios, mas vecinos de la zona.

– El hipodromo -intervino Karin-. Deberiamos ponernos en contacto con la gente de las carreras.

– Pero si ha terminado la temporada y esta cerrado -observo Wittberg.

– Si, pero todas las cuadras siguen funcionando, se sigue entrenando a los caballos, el personal de las caballerizas trabaja y los jockeys estan alli. Fue precisamente en las carreras donde gano el dinero.

– Tienes razon -afirmo Knutas-. Se agradecen todas las ideas. Una cosa antes de terminar, tiene que ver con el modo de actuar ante los medios de comunicacion. Por suerte, hasta ahora ningun periodista ha prestado especial atencion a este caso; como sabeis, no suelen hacerlo cuando se trata de una pelea entre borrachos. Sin embargo, su interes aumentara si se llega a saber lo del dinero. Mantenedlo en secreto, no le digais nada a nadie. Sabeis con que facilidad se propagan las noticias. Si algun periodista quiere preguntaros algo acerca de la investigacion, remitidlo a mi o a Lars. Me ha parecido tambien que era el momento de pedir ayuda a la Policia Nacional. Ya he pedido refuerzos. Manana llegaran aqui dos investigadores.

– Espero que pueda venir Martin -dijo Karin-. Seria divertido.

Se oyo un murmullo de aprobacion.

A Knutas tambien le caia bien Martin Kihlgard. Este los habia ayudado en la investigacion del verano anterior, pero la relacion no estaba exenta de complicaciones. Kihlgard era alegre y agradable, pero se hacia notar constantemente y tenia puntos de vista acerca de casi todo. En el fondo, Knutas era consciente de que su susceptibilidad con respecto a Kihlgard podia estar relacionada con un complejo de inferioridad con respecto a los policias del cuerpo nacional. Ademas, el hecho de que su colega fuera tan ostensible y sinceramente apreciado por Karin no contribuia precisamente a mejorar las cosas.

Con un zumbido y un clic introdujeron la cinta en el reproductor de video. Knutas y Karin se encontraban solos en el despacho del primero. Un centelleo de motas grises y luego aparecio el interior del banco en blanco y negro. Tuvieron que pasar la cinta un poco hasta acercarse a la hora que buscaban.

El reloj que aparecia arriba en la esquina de la derecha marcaba las 12.23 del dia 30 de octubre. Casi cinco minutos antes de que alguien ingresara dinero en la cuenta de Dahlstrom. El local estaba bastante lleno a la hora del almuerzo. La sucursal del banco se hallaba en el centro comercial de Ostercentrum y mucha gente aprovechaba la pausa de la comida para atender sus asuntos bancarios. Tenian abiertas dos cajas, una atendida por una empleada y la otra por un empleado. En las sillas junto a la ventana que daba a la calle habia cuatro personas sentadas: un senor mayor que llevaba un baston, una chica joven con la melena larga y rubia, una mujer obesa de mediana edad y un hombre joven que vestia traje.

Knutas penso que, quiza, en ese momento estaba viendo al asesino de Henry Dahlstrom.

Se abrio la puerta y entraron otras dos personas en el banco. Parecia que no iban juntos. Primero un hombre de unos cincuenta anos. Llevaba puesta una cazadora gris y una visera a cuadros, pantalones y zapatos oscuros. Avanzo con decision y cogio su numero.

Detras de el entro otro hombre, bastante alto y de complexion delgada. Caminaba con la espalda algo encorvada. Evidentemente ya tenia numero, porque se coloco junto a las cajas como si fuera a llegar su turno enseguida.

Cuando se volvio y miro alrededor del local, Knutas vio que llevaba una camara al cuello.

Lo reconocieron inmediatamente. Ese hombre era Henry Dahlstrom.

– ?Que putada! -bufo Knutas-. Ingresaba el mismo el dinero.

– Otra pista que se ha ido al garete. Tipico. Era demasiado facil.

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