conveniente cuando sus cuerpos se abrazaron en una cancion lenta. Penso en retirarle la mano, pero estaba demasiado bebida para molestarse en ello.

Sin previo aviso, fue sacada de la modorra. Per la agarro con fuerza del brazo y se la llevo bruscamente hasta el porche. Se quedo tan sorprendida que no acerto a reaccionar. Alli fuera, le grito un monton de acusaciones, y ella se enfado. Le grito. Sapos y culebras.

Per la zarandeaba, ella le pegaba, le arano y le mordio. Todo termino cuando el le dio una sonora bofetada. Helena corrio hacia el bano.

Se quedo de pie delante del espejo conmocionada, mirandose fijamente la cara, paralizada en una mueca silenciosa. Se cubria la boca entreabierta con una mano, las yemas de los dedos le temblaban sobre la hinchazon del labio superior. Per no le habia pegado nunca antes.

Oia a los demas hablar al otro lado de la puerta. Voces contenidas, a la vez que indignadas. Escucho como calmaban y se llevaban Per, tranquilizaban a Kristian, llamaban pidiendo taxis.

Emma y Olle se quedaron. No se fueron hasta que Per se quedo dormido y Helena iba camino de ello.

A pesar de todo, durmieron en la misma cama.

Ahora, Per estaba alli, dormido a su lado, y ella no podia comprender aquella locura. Pensaba en como iba a transcurrir el dia. ?Como iban a arreglar aquello? Una bronca por celos, una pelea en toda regla… Se comportaron como crios inmaduros, que no eran capaces de beber un poco de vino y divertirse con unos amigos. Eran unos mierdas, unos absolutos inutiles. La verguenza le oprimia el estomago como una piedra. Se levanto con sigilo de la cama, temerosa de que Per se fuera a despertar. Se deslizo hasta el cuarto de bano, vacio la vejiga y contemplo su cara palida en el espejo. Buscaba signos visibles del maltrato de la noche anterior, pero no se notaba nada. La hinchazon ya habia desaparecido. «Tal vez el golpe no fue tan fuerte en realidad», penso. Como si eso fuera algun consuelo. Fue hasta la cocina y bebio medio vaso de coca-cola. Volvio al bano y se cepillo los dientes.

Sintio la frescura de las baldosas bajo sus pies descalzos mientras se movia entre las habitaciones. Spencer la acompanaba como una sombra. Se vistio y, para alegria incontrolable del perro, fue hacia la entrada y se calzo las zapatillas deportivas.

El aire de la manana, frio y liberador, la golpeo al abrir la puerta.

Tomo el camino que bajaba hacia el mar. Spencer saltaba a su lado con el rabo tieso y correteaba por la hierba que crecia al lado del camino de guijarros, meando por todas partes. A intervalos regulares, el animal se volvia y la miraba. El labrador, de un negro brillante, era un buen perro guardian y asiduo acompanante de Helena. Helena respiraba profundamente y el frio de la manana le hacia llorar los ojos.

En cuanto piso la arena de la playa, se vio envuelta en una niebla gris. Flotaba a su alrededor como una alfombra de algodon de azucar. El perro desaparecio pronto en el silencio, en la suavidad. No se veia ningun horizonte. Lo poco que se podia entrever del agua era de un color gris plomizo y casi del todo en calma. La playa estaba sorprendentemente silenciosa. Solo una gaviota solitaria graznaba sobre el mar, a lo lejos. Aunque la visibilidad era mala, decidio caminar por la playa hasta llegar al otro extremo y dar la vuelta. «Si sigo la linea del agua no habra ningun problema», penso.

La jaqueca empezo a remitir y trato de ordenar sus pensa-mientos.

La primavera habia sido agotadora y muy movida, tanto para ella como para Per, y necesitaban salir y tener un poco de tiempo para ellos solos.

Tras el fracaso de la tarde anterior, no sabia que pensar.

Creia, pese a todo, que era con Per con quien queria vivir. Estaba segura de que la queria. Ella iba a cumplir los treinta y cinco el mes siguiente y sabia que Per estaba esperando una respuesta. Una decision. Llevaba mucho tiempo deseando que fijaran la fecha de la boda, que dejara la pildora y tuvieran un hijo. Las veces que habian hecho el amor ultimamente solia decirle que deseaba haberla dejado embarazada. Se sentia incomoda cada vez que lo decia.

Al mismo tiempo, nunca se habia sentido tan segura en una relacion, tan querida. Tal vez una no podia desear mucho mas, tal vez habia llegado el momento de decidirse. Antes de conocer a Per no le habia ido muy bien en sus relaciones amorosas. Nunca habia estado enamorada de verdad y tampoco sabia si ahora lo estaba. A lo mejor no era capaz de enamorarse.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos porque el perro lanzo un ladrido. Sono como un ladrido de caza. Como si hubiera descubierto el rastro de un gazapo, uno de los conejillos que tanto abundaban en Gotland.

– ?Spencer! ?Ven aqui! -ordeno.

Acudio obediente, corriendo, con el hocico en el suelo. Ella se puso en cuclillas y lo acaricio. Intento ver algo por encima del mar, pero apenas podia distinguirlo ya. En los dias despejados se veian desde alli las siluetas de los acantilados de las islas Stora y Lilla Karlso. Era dificil imaginarselos ahora.

Temblo de frio. Cierto que las primaveras eran frias en Gotland, pero que siguiera haciendo tanto frio ya en junio no era normal. El aire humedo y helado penetraba a traves de las capas de ropa. Llevaba camiseta, sudadera y chaqueta, pero no era suficiente. Se levanto y se apreto con fuerza la chaqueta al cuerpo. Se dio la vuelta y empezo a desandar el camino por el que habia ido. «Espero que Per ya se haya despertado y podamos hablar», penso.

Se sentia mejor despues del paseo. Dentro de ella empezaba a abrirse paso la sensacion de que aun no estaba todo perdido. Podria llamar hoy a los amigos, pronto todo se habria olvidado y podrian continuar de nuevo como de costumbre. El ataque de celos de Per habia pasado. Y la verdad es que fue ella la que empezo a aranarle y pegarle.

Cuando llego de vuelta hasta el extremo de la playa, la niebla era aun mas espesa. Blanco, blanco, blanco. Volviese hacia donde volviese. Reparo en que llevaba un rato sin ver a Spencer. Lo unico que podia distinguir con nitidez eran sus zapatillas deportivas medio hundidas en la arena. Lo llamo varias veces. Espero. No llego. Era extrano.

Dio unos pasos hacia atras y se esforzo por ver en medio de la niebla.

– ?Spencer! ?Ven aqui!

No hubo respuesta. Maldito perro… No solia comportarse asi.

Algo no iba bien. Se detuvo y escucho. Todo lo que oyo fue el chapoteo de las olas. Un estremecimiento de desagrado le recorrio la espalda.

De pronto se rompio el silencio. Un ladrido corto, seguido de un grunido que se extinguio. Era Spencer.

?Que estaba ocurriendo?

Permanecio inmovil tratando de contener el miedo que crecia en su pecho. Estaba cercada por la niebla. Era como encontrarse en medio de un vacio silencioso. Grito en la niebla.

– ?Spencer, aqui!

Entonces adivino un movimiento detras de ella y presintio que alguien se encontraba muy cerca. Se volvio.

– ?Hay alguien ahi? -pregunto en voz baja.

Dentro de la redaccion regional de informativos, en el gran edificio de la television publica, reinaba un ambiente distendido. La reunion de la manana habia terminado.

Por todas partes habia reporteros sentados con su taza de cafe al lado. Alguno con el auricular en la oreja, otro mirando fijamente la pantalla de su ordenador, un par de ellos con las cabezas juntas hablando en voz baja. Algun que otro fotografo hojeaba sin interes los periodicos de la tarde anterior, convertidos ahora en periodicos de la manana.

Por todas partes papeles apilados, periodicos esparcidos alrededor, tazas de cafe a medio beber, telefonos, ordenadores, faxes, archivadores y carpetas.

En la mesa central, punto neuralgico de la redaccion, a aquella hora temprana de la manana solo se encontraba el redactor jefe, Max Grenfors.

«La gente aqui no se da cuenta de lo bien que lo tienen -pensaba, mientras tecleaba el orden de emision del dia en el ordenador-. Uno deberia poder contar con algo mas de entusiasmo y de energia despues del puente, en lugar de esta desgana. Los reporteros no solo no han aportado ideas en la reunion de la manana de este martes triste, sino que, ademas, se han quejado del trabajo que tienen que hacer.»

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