Mari Jungstedt

Nadie lo ha visto

Anders Knutas, 1

Para mi madre, Kerstin Jungstedt,

que me enseno a ver lo positivo en mi misma y en la vida.

LUNES 4 DE JUNIO

La tarde discurria mejor de lo que habia esperado. Cierto que habia estado un poco nerviosa antes, puesto que hacia tiempo que no se reunian todos. Pero ahora su inquietud habia desaparecido. Tras una copa de bienvenida especialmente fuerte, vino blanco con el primer plato, varias copas de vino tinto con el segundo y un oporto con el postre, el ambiente alrededor de la mesa estaba muy animado. Kristian conto otro chiste sobre su jefe y las carcajadas resonaron en las paredes de piedra caliza de la casa.

Al otro lado de la ventana se extendian ondulantes campos de cereal y prados en donde a las amapolas aun les faltaban unas semanas para empezar a florecer. Mas alla de los campos se vislumbraba el mar a la luz vacilante del atardecer.

Helena y Per se habian tomado unos dias libres y viajado hasta su casa en la isla de Gotland para pasar alli la fiesta de Pentecostes. Solian juntarse con los amigos de la infancia de Helena alguna tarde durante esas fiestas. Este ano, el lunes de Pentecostes era el unico dia que les iba a todos bien, y ese fue el que eligieron.

El tiempo era inusualmente frio para la epoca del ano, en torno a los diez grados. El viento, que soplaba con fuerza, ululaba y silbaba en las copas de los arboles.

Helena solto la carcajada cuando Per se unio al coro para cantar Gutesangen, una cancion que ella misma le habia ensenado. La cancion se burlaba de los chicos de la peninsula Escandinava, que se dedicaban a perseguir a las muchachas de Gotland durante las vacaciones de verano.

En torno a la mesa, todos alzaron las voces en el estribillo: Emma, la mejor amiga de Helena, con Olle, su marido; sus vecinos Eva y Rikard, y Beata con John, su nueva pareja estadounidense y nuevo en el grupo. Kristian era el unico que aun no vivia en pareja. Un guaperas con vocacion de soltero, al parecer. Hasta entonces, ni siquiera habia vivido con nadie, a pesar de que ya tenia los treinta y cinco cumplidos. Helena se preguntaba desde hacia anos como era posible.

Las velas ardian en los candelabros de hierro fundido sobre las repisas de las ventanas, el fuego crepitaba en la chimenea. El perro, echado sobre una piel en el suelo embaldosado, se lamia las patas, soltaba algun suspiro y se hacia una bola al calido resplandor del fuego y las velas.

Helena fue a la cocina para descorchar otro par de botellas de vino.

A ella le gustaba aquella casa tan poco acogedora, en la que habia pasado todos los veranos desde que era nina. En realidad, Per y ella necesitaban estar solos. Disponer de tiempo para hablar. Estar juntos, sin moviles, sin ordenadores y sin despertadores. «Aun asi, una cena con los viejos amigos no esta mal», penso Helena, y comprendio lo mucho que los habia echado de menos.

Alguien le paso un dedo por la espalda y la saco de sus cavilaciones.

– ?Que tal? -pregunto detras de ella la voz de Kristian, baja y zalamera.

– Bien -respondio, sonriendo algo forzada, al darse la vuelta.

– ?Como os va, a Per y a ti? -Le pellizco suavemente la nariz-. ?Sigue haciendote feliz, o que?

– Por supuesto. Si una no puede tenerte a ti, tendra que conformarse con el segundo mejor -replico, y salio de la cocina delante de el.

– Ahora tenemos que bailar -grito Beata, que parecia en plena forma.

Salto de la mesa y empezo a rebuscar entre los CD. Una de las pocas cosas modernas que habia en la sala era el equipo de musica. Condicion indispensable para que Per pudiera siquiera plantearse pasar mas de un dia en la casa.

Enseguida sono Hakan Hellstrom en los altavoces. Per siguio el ejemplo de Beata y empezo a dar vueltas con ella.

Los demas tambien se levantaron y comenzaron a bailar de tal manera que las vigas del suelo temblaban.

Despues nadie pudo decir en que momento se torcieron las cosas.

De repente, Per arranco a Helena de los brazos de Kristian y salieron al porche. Dentro de la casa continuo el baile.

Al cabo de un rato se abrio la puerta de la terraza. Helena entro a la carrera tapandose la cara con las manos y se metio en el cuarto de bano. Le sangraba el labio superior. De golpe, la alegria de la fiesta se transformo en confusion y abatimiento.

John apago la musica. La estancia se quedo en silencio. Solo se oia al perro, que ladraba ante la puerta del cuarto de bano y grunia a los que estaban mas cerca, hasta que Helena entreabrio la puerta y lo dejo pasar.

Kristian salio para hablar con Per y los demas lo siguieron.

El punetazo llego tan rapido que no tuvo ni tiempo de reaccionar. Per hizo diana justo en el hueso nasal.

Rikard y John lo sujetaron antes de que pudiera continuar. Lo sacaron del porche y se lo llevaron hasta el cesped humedo de la noche. El viento habia amainado y una neblina gris se extendia a su alrededor. Emma y Beata se ocuparon de Helena. Eva ayudo a Kristian a limpiarse la sangre y a ponerse una compresa fria para tratar de reducir la hinchazon lo mejor que pudieron. Olle llamo para pedir taxis. La fiesta estaba definitivamente acabada.

MARTES 5 DE JUNIO

Cuando Helena abrio los ojos al dia siguiente a las seis y media de la manana, sintio como si la cabeza le fuese a estallar. Se despertaba siempre muy temprano, cuando tenia resaca. Estaba tumbada de espaldas cuan larga era, con los brazos rigidos a lo largo del cuerpo, en posicion de firmes. Como si durante la noche hubiese evitado moverse por miedo a rozar a Per, que estaba solo a un decimetro de ella en la cama. Lo miro. Dormia tranquilo, completamente envuelto en su edredon. Solo sobresalia su cabello negro y rizado.

La casa estaba en silencio, salvo por los suaves ronquidos de Spencer, que dormia en el suelo. El perro aun no habia notado que Helena se habia despertado. Tenia el cuerpo tenso y se sentia mal. Se quedo mirando fijamente el techo blanco y pasaron unos segundos antes de que recordara lo que habia ocurrido la noche anterior.

«No -penso-, no, no, no. Otra vez, no.» Per ya le habia montado algun escandalo con sus celos muchas veces, aunque mejoro durante el ultimo ano, eso tenia que reconocerlo. Y ahora, este reves. Como un fiasco. El dolor se adueno de ella cuando comprendio la magnitud de lo que habia pasado. No solo entre ella y Per, sino tambien con los amigos. La fiesta. Habia empezado tan bien…

Despues de la cena estuvieron bailando. Cierto que Kristian habia deslizado la mano mas abajo de lo

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