No se habria atrevido a decirlo en voz alta, pero a veces pensaba que era una suerte que su madre hubiese muerto cuando ella nacio. De ese modo se quedo con su padre para ella sola y, por lo que habia oido decir de su madre, no le habria sido tan facil dominarla. Pero su padre no tenia fuerzas para negarle nada a su hija huerfana de madre. Una circunstancia de la que Agnes era perfectamente consciente y que utilizaba al maximo. Algunos parientes y amigos bienintencionados intentaron hacerselo ver a su padre, pero, aunque el hombre hacia esfuerzos moderados por decirle que no a su princesita, tarde o temprano ganaba la batalla su bello rostro de grandes ojos que tan facilmente dejaban rodar lagrimones por sus mejillas. Llegado ese extremo, el corazon paterno solia ceder y la joven se salia con la suya.
El resultado fue que en aquel momento, a la edad de diecinueve anos, era una joven consentida y muchos de los amigos que habia tenido a lo largo de los anos se atreverian a decir de ella sin miramientos que tenia un punto de maldad. Por lo general eran las chicas las que solian dejarse caer con semejante aserto. Los chicos, segun habia notado Agnes, no veian mas alla de su bello rostro, sus grandes ojos y la larga y abundante melena que siempre movio a su padre a darle cuanto pedia.
La casa de Stromstad era una de las mas fastuosas. Estaba en la cima de la colina, con vistas al mar, y la compraron en parte con la herencia de la fortuna de su madre y en parte con el dinero que su padre habia ganado en el negocio de la piedra. Estuvo a punto de perderlo todo en una ocasion, durante la huelga de 1914, cuando los picapedreros se alzaron como un solo hombre contra las grandes companias. Pero se restauro el orden y, despues de la guerra, los negocios volvieron a florecer y la cantera de Krokstrand, a las afueras de Stromstad, trabajaba al maximo para poder hacer sus entregas, ante todo, a Francia.
A Agnes no le interesaba mucho de donde salia el dinero. Habia nacido rica y siempre habia vivido como tal, y si el dinero era heredado o ganado con esfuerzo la traia sin cuidado, siempre que le permitiese comprar joyas y vestidos bonitos. No todo el mundo lo veia asi y ella lo sabia. Sus abuelos acogieron con horror el dia en que su hija se caso con el padre de Agnes. Era un nuevo rico de familia pobre, de esos que no encajaban bien en grandes eventos, sino a los que se veian obligados a invitar en la mayor sencillez, con la sola asistencia de los mas proximos a la familia. E incluso aquellas reuniones resultaban vergonzosas. Los humildes no sabian como comportarse en finos salones y la conversacion resultaba lamentablemente pobre. Los abuelos jamas lograron comprender que vio su madre en August Stjernkvist, o en Persson, que era su apellido real. Ellos no se dejaron enganar por su intento de ascender en el escalafon social mediante un simple cambio de apellido. Sin embargo estaban felices con su nieta y, desde que su hija habia muerto de forma tan repentina en el parto, competian con su padre por mimarla.
– Querida, me voy a la oficina.
Agnes se volvio cuando su padre entro en la habitacion. Llevaba un rato tocando el gran piano que habia frente a la ventana, mas que nada porque sabia que aquella postura ponia de relieve su buen porte. No tenia especial talento para la musica; pese a las costosas clases de piano que recibio desde pequena, apenas era capaz de leer las notas que tenia en la partitura.
– Papa, ?has pensado en lo del vestido que te ensene el otro dia? -le pregunto con mirada suplicante. Comprobo que su padre se debatia entre el deseo de decirle que no y su incapacidad para ello.
– Bonita mia, si te acabo de traer uno de Oslo…
– Ya, pero esta forrado, papa. No querras que vaya a la fiesta del sabado con un vestido forrado con el calor que hace, ?verdad?
Agnes fruncio el entrecejo, disgustada, a la espera de su reaccion. Si, contra todo pronostico, su padre oponia mas resistencia, recurriria al temblor de labios y, si eso tampoco resultaba, las lagrimas solian ganar la partida. En cualquier caso, aquella manana su padre parecia cansado y no creyo que fuese necesario. Como de costumbre, acerto.
– Bueno, venga, baja a la tienda y encargalo. Pero que sepas que a tu viejo padre le saldran canas un dia con tus caprichos -le contesto meneando la cabeza, aunque no pudo evitar una sonrisa cuando ella se le acerco dando saltitos para darle un beso en la mejilla.
– Anda, vuelve a sentarte y practica tus escalas. Puede que te pidan que toques algo el sabado, asi que mejor sera que te prepares.
Encantada y obediente, Agnes se sento de nuevo en la banqueta del piano y se puso a tocar. Se lo imaginaba perfectamente. Las miradas de todos quedarian prendadas de ella frente al piano, luciendo su nuevo vestido rojo al resplandor vacilante de la luz de las velas.
Por fin empezaba a ceder la migrana. La cinta de hierro que le atenazaba la frente se aflojaba poco a poco y ya se veia capaz de abrir los ojos. En el piso de arriba reinaba el silencio. Perfecto.
Charlotte se dio la vuelta en la cama y cerro los ojos, disfrutando al sentir que el dolor daba paso a una relajada sensacion en todo el cuerpo.
Despues de descansar un rato, se sento despacio en el borde de la cama y se masajeo las sienes. Aun las tenia un poco doloridas despues de la crisis y sabia por experiencia que le duraria un par de horas.
Albin estaria durmiendo la siesta arriba, de modo que podia esperar sin remordimientos antes de levantarse. Bien sabia Dios que necesitaba todo el descanso a su alcance. El creciente estres de los ultimos meses habia aumentado la frecuencia de las migranas, que le absorbian las ultimas reservas de energia.
Decidio llamar a su hermana de desgracias para ver como estaba. Aunque ella se sentia muy estresada en aquellos momentos, no podia dejar de preocuparse por el estado de Erica. No hacia mucho que se conocian; empezaron a charlar despues de toparse varias veces en la calle cuando iban de paseo con los carritos. Erica con Maja y Charlotte con su hijo Albin de ocho meses.
Despues de constatar que vivian a un tiro de piedra la una de la otra, se vieron practicamente a diario, pero Charlotte se sentia cada vez mas preocupada por su nueva amiga. Cierto que no la habia conocido antes de que tuviese hijos, pero su intuicion le decia que la apatia y el abatimiento que ahora sufria casi siempre no le eran propios. Charlotte llego incluso a abordar discretamente el tema de la depresion posparto con Patrik, pero el rechazo la idea aduciendo que todo se debia al esfuerzo por adaptarse a la nueva situacion y que todo se arreglaria en cuanto se iniciara en las nuevas rutinas.
Echo mano del telefono que tenia en la mesilla y marco el numero de Erica.
– Hola, soy Charlotte.
Erica sonaba adormilada y languida, y Charlotte no pudo evitar preocuparse. Algo andaba mal.
– Muy, muy mal.
Despues de unos minutos, Erica empezo a hablar algo mas animada. Tambien a Charlotte le resultaba muy agradable charlar un rato y posponer unos minutos lo inevitable: subir al piso de arriba y encontrarse con la realidad que la aguardaba.
Como si hubiese intuido lo que sentia, Erica le pregunto como iba la busqueda de vivienda.
– Despacio. Demasiado despacio. Niclas esta siempre trabajando, o al menos eso me parece a mi, y nunca tiene tiempo de ir a mirar. Ademas, tampoco hay mucho entre lo que elegir ahora, de modo que tendremos que quedarnos aqui una temporada mas -respondio dejando escapar un largo suspiro.
– Ya veras como se arregla.
Erica intentaba consolarla, pero Charlotte no confiaba mucho en su pronostico. Ella, Niclas y los ninos ya llevaban seis meses viviendo en casa de su madre y de Stig, y, tal y como estaban las cosas, se quedarian alli otros seis meses. Charlotte no estaba segura de poder soportarlo. Mas llevadero era para Niclas, que trabajaba largas jornadas en el centro medico, de la manana a la noche; pero para ella, que se pasaba todo el dia encerrada en casa con los ninos, era insufrible.
En teoria, todo sono muy bien cuando Niclas lo propuso. Habia una vacante de medico de distrito en Fjallbacka y, despues de cinco anos en Uddevalla, se sentian animados a cambiar de aires.
Ademas, Albin venia de camino como un ultimo intento por salvar su matrimonio, y pensaron que por que no dar un giro a su vida y empezar de nuevo. Cuanto mas hablaba Niclas del asunto, mejor le parecia. Y lo de contar facilmente con la canguro ahora que iban a tener dos hijos tambien resultaba bastante atractivo. Sin embargo, la realidad no tardo en imponerse. A Charlotte no le llevo mas de unos dias recordar exactamente por que se habia marchado de casa con tanta urgencia. Por otro lado, algunas cosas habian cambiado, tal y como ellos esperaban; pero de eso no podia hablar con Erica por mas que quisiera, sino que debia mantenerlo en secreto pues, de lo