Veronika tenia la vista clavada en la mesa.
– Las dos estuvieron enfermas el fin de semana, asi que Charlotte y yo decidimos que se quedasen en casa, pero no nos parecio mal que jugasen un rato. Sara iba a venir por la manana.
– Pero no lo hizo.
– No, no vino.
Veronika no continuo y Patrik se vio obligado a seguir preguntando para obtener mas detalles.
– ?No le extrano que no apareciese? ?Por que no llamo para saber de ella, por ejemplo?
Veronika vacilo unos segundos.
– Sara es un poco…, ?como decirlo…?, especial. Hacia mas o menos lo que le daba la gana. No era la primera vez que no aparecia, pese a que asi lo hubieramos acordado. De repente se le ocurria que queria hacer otra cosa. Las ninas se han enemistado de vez en cuando por ese motivo, creo, aunque yo no he querido mezclarme. Tengo entendido que Sara tiene uno de esos problemas con las letras y, claro, no hay que empeorar las cosas…
Mientras hablaba, la mujer rompia una servilleta en trocitos que iba acumulando en una pequena montana blanca.
Martin alzo la vista del bloc con el ceno fruncido.
– ?Un problema con las letras? ?A que se refiere?
– Si, ya sabe, eso que ahora parece que tiene un nino de cada dos: DAMP [1], TDAH [2], sindrome de Rett y todos esos nombres que le dan.
– ?Que le hace pensar que Sara tenia ese problema?
Veronika se encogio de hombros.
– Eso dice la gente. Y a mi me parecia que si. Sara podia resultar intratable, asi que o bien era por eso, o bien nadie se habia molestado en educarla debidamente.
Se estremecio al oirse hablar a si misma de aquella manera sobre una nina que acababa de morir y bajo enseguida la mirada. Acto seguido volvio a concentrarse con mas ahinco en romper la servilleta, de la que pronto no quedaria mucho.
– ?De modo que no ha visto a Sara esta manana? ?Ni tampoco ha sabido de ella por telefono?
Veronika nego con la cabeza.
– Y esta segura de que Frida tampoco, ?no?
– Mi hija ha estado en casa todo el tiempo y, si hubiese hablado con Sara, me habria dado cuenta. Ademas, estuvo enfurrunada un buen rato porque Sara no habia venido, asi que estoy completamente segura de que no han hablado.
– Ya, bueno, en ese caso no tengo mucho mas que anadir.
Con voz temblorosa, Veronika pregunto:
– ?Como esta Charlotte?
– Como es de esperar dadas las circunstancias -fue lo unico que Patrik pudo decirle.
En los ojos de Veronika vio abrirse el abismo que deben de vivir todas las madres que, por un instante, se imaginan que la desgracia se ceba en sus propios hijos. Sin embargo, tambien vio el alivio porque esa desgracia habia recaido sobre el hijo de otra persona y no sobre el suyo. Y no se lo reprochaba. El mismo habia pensado en Maja mas de una vez durante las ultimas horas y la vision de su blando cuerpo inerte le paraba el corazon. Tambien el sentia una gratitud inmensa ante la idea de que fuese el hijo de otro y no el suyo. No era muy digno, pero si humano.
2.
Stromstad, 1923.
Efectuo una experta estimacion de por donde partir la piedra con menos esfuerzo y dejo caer el martillo en la cuna. En efecto, el granito se quebro justo donde el habia calculado. Era algo que le habia ensenado la experiencia de tantos anos, pero tambien podia atribuirse a un talento natural. Se tenia o no se tenia.
Anders Andersson amaba la montana desde el primer dia en que, siendo un nino, tuvo ocasion de trabajar en la cantera. Y la montana lo amaba a el, aunque era una profesion que desgastaba a cualquier hombre. El polvo de la piedra iba destrozando los pulmones a medida que pasaban los anos y las lascas que saltaban de la roca podian danar la vision un dia entero o dejarla borrosa para siempre. En invierno pasaban frio y, puesto que no podian hacer bien el trabajo con guantes, se les congelaban los dedos hasta el punto de que sentian que se les caerian de las manos; y en verano sudaban a mares al sol ardiente. Pese a todo, no habia nada que prefiriese hacer. Ya fuese picar adoquines o «dos centimillos», como tambien llamaban a las piedras que servian para hacer carreteras, o ya fuese la posibilidad de dedicarse a algo mas complicado, amaba cada duro y doloroso minuto, pues sabia que estaba haciendo aquello para lo que habia nacido. A la edad de veintiocho anos ya le dolia la espalda y tosia como un loco al menor indicio de humedad, pero si se concentraba en la mision que tenia ante si, olvidaba los dolores y solo sentia en los dedos la angulosa dureza de la roca.
Para el el granito era la piedra mas hermosa. Anders Andersson llego a Bohuslan de Blekinge, como tantos otros picapedreros habian hecho desde siempre. El granito de Blekinge era mucho mas dificil de trabajar que el de las regiones limitrofes con Noruega; de ahi que los picapedreros de Blekinge gozasen de muy buena fama, por la habilidad que habian desarrollado al verse obligados a trabajar con un material mucho mas odioso. Tres anos llevaba alli y el granito lo atrajo desde el primer momento. Habia algo que lo embelesaba en el contraste del rosa con el gris y en el ingenio necesario para partirlo correctamente. A veces incluso hablaba con el mientras lo trabajaba, y lo acariciaba amorosamente si se dejaba hacer y resultaba suave como una mujer.
No era que le hubiesen faltado ofertas de las mujeres de verdad. Al igual que los demas picapedreros solteros, se corria sus aventuras cuando se le presentaba la ocasion, pero ninguna mujer lo habia atraido tanto como para hacerle saltar el corazon en el pecho. Por lo tanto, mejor de aquel modo, Se las arreglaba bien el solo y los demas muchachos del equipo lo apreciaban, asi que solian invitarlo a casa y de esta manera disfrutaba igualmente de un plato cocinado por una mujer. Y, ante todo, tenia la piedra, que era mas hermosa y mas fiel que la mayoria de las mujeres a las que habia conocido, y hacia con ella una buena pareja.
– Oye, Andersson, ?puedes venir un momento?
Anders interrumpio su trabajo con el gran bloque que tenia entre manos y se dio la vuelta. Era el capataz quien lo llamaba y, como siempre, sintio una mezcla de esperanza y de temor. Cuando el capataz te requeria, podian ser tanto buenas como malas noticias: o bien mas trabajo, o bien que podias marcharte a tu casa y dejar la cantera. Aunque Anders confiaba mas en la primera alternativa. Sabia que era bueno en su oficio y, desde luego, habia otros que merecian el despido mas que el en el supuesto de que quisieran reducir la plantilla; pero, por otro lado, en esas cosas no siempre regia la logica. La politica y los abusos de poder habian enviado a casa a muchos buenos picapedreros, de modo que uno nunca podia estar seguro. Ademas, su actitud comprometida con el movimiento sindical lo convertia en un personaje vulnerable cuando el patron necesitaba deshacerse de gente. Los picapedreros politicamente activos no se cotizaban mucho.
Echo una ultima ojeada al bloque de piedra antes de ir al encuentro del capataz. Trabajaban a destajo y cualquier interrupcion significaba menos ingresos. Por aquel trabajo le pagaban dos centimos por piedra, de ahi su nombre de «dos centimillos», y tendria que trabajar duro para recuperar el tiempo perdido si el capataz se extendia mucho.
– Buenos dias, Larsson -saludo Anders inclinandose con el gorro entre las manos.
El capataz se ajustaba al maximo al protocolo y no mostrarle el respeto de que se consideraba acreedor habia resultado ser una razon mas que suficiente para el despido formal.
– Buenos dias, Andersson -mascullo el hombre regordete mesandose el bigote.
Anders aguardaba tenso a que continuase.
– Pues, veras, nos ha entrado un pedido de Francia. Quieren un gran bloque para una estatua y hemos pensado ponerte a ti a picarlo.
El corazon le martilleaba de alegria, pero al mismo tiempo sintio un destello de terror. Era una gran oportunidad que te encargasen extraer la materia prima de una estatua: podia dar mucho mas dinero que el trabajo habitual y era mas interesante y estimulante, pero al mismo tiempo entranaba un gran riesgo. En efecto,