mis padres como personas, mas que como «mama y papa», vamos. Y tampoco veo ya a mi padre como un heroe -anadio Sofie apenada.

Por un instante, Kerstin sopeso la posibilidad de contarle a Sofie todo lo demas, todo aquello de lo que habian intentado protegerla. Pero la tentacion paso como habia llegado.

De modo que siguieron tomando te y hablando de Marit. Riendo y llorando pero, sobre todo, recordando a aquella mujer a la que ambas habian amado, cada una a su manera.

– ?Hooola, chicas! ?Que os pongo? ?Que venis buscando? ?La baguette de Uffe?

Las risitas entusiastas de las chicas que habian entrado en grupo en la panaderia indicaron que el chistecito habia surtido el efecto deseado, lo cual animo a Uffe a abundar en el tema; de modo que cogio una barra de la cesta e intento sugerir lo que podia ofrecerles meneandola en el aire a la altura de las caderas. Las risas dieron paso a un coro de grititos, mezcla de pavor y alegria, con lo que Uffe empezo a dar vueltas haciendo malabares a su alrededor.

Mehmet lanzo un suspiro. Joder, con el pesado de Uffe. Desde luego que tuvo mala suerte cuando le toco trabajar con el en la panaderia. Por lo demas, no era mal sitio para estar. A el le encantaba cocinar y estaba entusiasmado con la idea de aprender mas sobre reposteria, pero era incapaz de imaginar siquiera como iba a aguantar el imbecil de Uffe durante cinco semanas enteras.

– Oye, Mehmet, ?no vas a ensenarles tu baguette? Yo creo que a las chicas les encantaria ver una buena baguette de negro.

– Joder. Dejame en paz -respondio Mehmet, que siguio colocando los rollitos de mazapan al lado de una bandeja de galletas.

– ?Que pasa? Si tu eres un ligon, hombre. Y seguro que aqui ni siquiera habian visto a un negro antes. ?O si, chicas? ?Habiais visto alguna vez a un negro? -Uffe senalaba a Mehmet con gesto histrionico, como si lo estuviese presentando desde un escenario.

Mehmet empezaba a enojarse. Mas que verlas, sintio que las camaras que habia en el techo giraban para enfocarlo. Aguardando, anhelando y ansiando su reaccion. Cualquier matiz, por minimo que fuera, llegaria en directo a la sala de estar de la gente, y cero reacciones y cero sentimientos era tanto como decir cero espectadores. El lo sabia, conocia el juego, despues de haber llegado a la final en La granja. Y, aun asi, era como si lo hubiese olvidado, como si hubiese querido olvidarlo. Entonces, ?por que acepto ir a Tanum? Aunque, al mismo tiempo, era consciente de que para el constituia una via de escape. Durante cinco semanas podria vivir en una especie de taller protegido. Una burbuja en el tiempo. Sin responsabilidad, sin mas exigencias que estar ahi, reaccionar. Nada de currar como un loco en cualquier trabajo de mierda para ganar lo suficiente para pagar el alquiler del apartamento cochambroso en el que vivia. Nada de esa cotidianidad que le robaba uno tras otro los dias de su vida sin que ocurriese nada de particular. Y nada de decepciones cuando no cumplia las expectativas. De eso era de lo que huia principalmente. De la decepcion que reflejaban los ojos de sus padres. Esperaban tanto de el. Estudiar, estudiar, estudiar, le habian repetido hasta la nausea desde que era pequeno. «Mehmet, tienes que estudiar y sacarte un titulo. Tienes que aprovechar la oportunidad que te brinda este magnifico pais. En Suecia puede estudiar todo el mundo. Tienes que estudiar.» Su padre se lo habia repetido hasta la saciedad, desde que Mehmet era pequeno. Y lo habia intentado. Con todas sus fuerzas. Pero resultaba que no se le daban bien los estudios. Las letras y los numeros se resistian a permanecer en su cabeza. Aun asi, el tenia que ser medico. O ingeniero. O, en el peor de los casos, licenciado en economicas. Eso era lo que sus padres esperaban sin abrigar la menor duda, porque en Suecia se le brindaba la oportunidad. En cierto modo, sus padres se salieron con la suya. Sus cuatro hermanas mayores abarcaban esas tres carreras: dos eran medicos, una era abogado y la tercera habia estudiado Economia. El era el menor y, de algun modo, habia logrado convertirse en la oveja negra de la familia. Ni La granja ni Fucking tanum habian incrementado

el valor de sus acciones en la familia lo mas minimo. Y no es que el lo esperase: sus padres nunca mencionaron que emborracharse ante las camaras fuese una alternativa aceptable a la carrera de Medicina.

– ?Que la ensene! ?Que la ensene! -continuo Uffe, intentando que se le uniese el publico adolescente. Mehmet sintio que estallaba de rabia. Dejo lo que estaba haciendo y se encamino hacia Uffe.

– ?Dejalo ya, Uffe! -le dijo Simon, que aparecio de la trastienda de la panaderia con una gran bandeja de bollos recien horneados. Uffe lo miro desafiante y, por un instante, sopeso si obedecer o no. Simon le entrego la bandeja-. Toma, anda, mejor dales a las chicas un bollo recien hecho.

Uffe vacilo un minuto aun, pero termino por coger la bandeja. La arruga que dibujaron sus labios indicaba que las manos de Uffe no estaban tan habituadas como las de Simon a manejar bandejas calientes, pero no le quedo mas remedio que aguantarse y ofrecerles los bollos a las chicas.

– Bueno, ya lo habeis oido. Venga, que os invito a unos bollos. ?No me vais a dar las gracias con un beso?

Simon hizo un gesto de resignacion en direccion a Mehmet, que le sonrio con gratitud. Simon le gustaba. Era el propietario del horno y la panaderia, y congeniaron desde el primer dia. Simon tenia algo diferente, algo que hacia que se entendieran solo con mirarse. Una pasada, la verdad.

Mehmet se quedo un buen rato mirando a Simon mientras este regresaba a su masa y a sus dulces.

Las ramas en flor que veia por la ventana despertaron en Gosta un doloroso anhelo. Cada capullo llevaba consigo la promesa de los dieciocho hoyos y su Big Bertha. Pronto, nada podria separar a un hombre de sus palos de golf.

– ?Has logrado pasar del quinto hoyo? -pregunto la voz de una mujer desde la puerta. Lleno de remordimientos, Gosta se apresuro a apagar el juego del ordenador. Vaya mierda. Solia oir cuando alguien se acercaba por el pasillo. Siempre estaba en alerta maxima cuando se ponia a jugar, lo que, por desgracia, a veces afectaba sensiblemente a su capacidad de concentracion.

– Bueno… es que estaba tomandome un descanso -balbucio Gosta algo turbado. Sabia que el resto de sus colegas no tenian una fe excesiva en su capacidad de trabajo, pero Hanna le gustaba y esperaba contar con su confianza, al menos durante un breve periodo.

– ?Bah, no pasa nada! -exclamo Hanna al tiempo que se sentaba a su lado. A mi me encanta jugar al golf en el ordenador. Y a Lars, mi marido, tambien. A veces nos disputamos la pantalla. Pero el quinto hoyo es complicado. ?Tu lo has conseguido alguna vez? Si no, puedo ensenarte el truco. Me llevo muchas horas dar con la solucion.

Sin esperar respuesta, Hanna acerco la silla. Gosta apenas creia lo que oia, pero abrio el juego otra vez y le dijo solemnemente:

– Llevo desde la semana pasada luchando con el numero cinco, pero, haga lo que haga, la bola se desvia o hacia la derecha o hacia la izquierda. ?No entiendo que es lo que hago mal!

– Veras, te lo voy a explicar -le dijo Hanna quitandole el raton de las manos. Su companera fue avanzando hasta el lugar adecuado, hizo unas maniobras en el ordenador yla bola salio disparada y cayo en el green en una posicion perfecta para que el pudiera meterla en el hoyo al siguiente golpe.

– ?Guau! ?Eso era lo que habia que hacer? ?Gracias! -Gosta estaba impresionado. Hacia muchos anos que sus ojos no tenian aquel brillo.

– Pues si. Pero no vayas a creer que esto es un juego de ninos -respondio Hanna entre risas mientras apartaba la silla y se alejaba un poco de la del colega.

– ?Tu marido y tu jugais al golf? -pregunto Gosta con renovado entusiasmo-. Porque, en ese caso, quiza podriamos jugar alguna partida algo mas adelante.

– No, por desgracia, no jugamos -admitio Hanna con una expresion de disculpa que le resulto simpatica.

En opinion de Gosta, el hecho de que el golf no le gustase a todo el mundo en la misma medida que a el constituia uno de los grandes misterios de la vida.

– Hemos pensado en empezar a jugar, solo que no encontramos el momento -anadio Hanna encogiendose de hombros.

A Gosta le agradaba cada vez mas su nueva colega. Y no podia por menos de admitir que, como Mellberg, tambien habia visto con cierto escepticismo que la nueva colega fuese del sexo contrario. Habia algo en la

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