Se abalanzo sobre el boton que detenia la prensa. Luego, saco el movil del bolsillo.
Patrik lanzo un hondo suspiro. El sabado no habia resultado como el esperaba. Volvio a suspirar, mas profundamente aun, y miro a su alrededor con resignacion. Vestidos, vestidos y mas vestidos. Tul y lazadas y lentejuelas y hasta el diablo y su tia. Empezo a sudar un poco y se tiro del cuello de la prenda de tortura que llevaba puesta. Le picaba y le apretaba en puntos extranos de su anatomia y le daba tanto calor como una sauna portatil.
– ?Y bien? -pregunto Erica inspeccionandolo con mirada critica-. ?Te sientes comodo? -Se volvio hacia la propietaria de la tienda, que parecio encantada de verla entrar con el pisandole los talones-. Creo que habra que arreglarlo un poco, los pantalones le quedan demasiado largos -dijo dirigiendose a Patrik de nuevo.
– Eso no es problema, nosotros lo arreglamos.
La senora se inclino y empezo a coger el dobladillo con alfileres. Patrik hizo una mueca imperceptible.
– ?Tiene que ser asi de… estrecho? -protesto tirandose del cuello. Sentia que le faltaba la respiracion.
– Este frac le queda perfecto -aseguro alegremente la senora, lo cual era un milagro, pues tenia dos alfileres en la comisura de los labios.
– Yo creo que me queda demasiado estrecho -insistio Patrik al tiempo que buscaba suplicante la mirada de Erica, con la esperanza de obtener un poco de apoyo.
Pero no hubo perdon. Erica dibujo lo que a el se le antojo una sonrisa diabolica y exclamo:
– ?Estas guapisimo! Querras estar tan elegante como sea posible el dia de nuestra boda, ?no?
Patrik observo pensativo a su futura esposa. Empezaba a dar muestras de ciertas tendencias preocupantes. Tal vez las tiendas de trajes de novios provocasen esa reaccion en las mujeres. El, por su parte, no deseaba otra cosa que salir de alli cuanto antes. Comprendio resignado que solo existia un modo de conseguirlo con rapidez. Con gran esfuerzo, se obligo a sonreir, sin dirigirse a nadie en particular.
– Si -afirmo- Creo que empiezo a encontrarme muy, muy comodo con este, asi que nos decidimos por el.
Erica palmoteo encantada. Por enesima vez, Patrik se pregunto que tendrian las bodas que hacian brillar asi los ojos de las mujeres. Claro que a el tambien le hacia ilusion la idea de casarse, pero, si le hubiesen dado a elegir, habria sido suficiente con una historia mucho mas discreta. Aunque, claro, no podia negar que la felicidad que irradiaba la mirada de Erica lo reconfortaba enormemente. Pese a todo, lo mas importante para el era su felicidad y, si ello implicaba que, durante un dia, se viera obligado a llevar un traje de pinguino, caluroso y que picaba, pues asi seria. Se inclino y la beso en los labios.
– ?Crees que Maja estara bien? Erica se echo a reir.
– Piensa que Anna tiene dos hijos propios, yo creo que sabra cuidar de Maja.
– Ya, pero ahora tiene tres ninos a los que cuidar, imaginate que tiene que salir corriendo en busca de Adrian o de Emma y, mientras tanto, se le escapa Maja…
Erica lo interrumpio y, con una sonrisa, lo reconvino dulcemente:
– Anda, dejalo ya. Yo los he estado cuidando a los tres todo el invierno y todo ha ido bien. Y, ademas, Anna dijo que Dan se pasaria por casa, asi que no tienes nada de que preocuparte.
Patrik se relajo. Erica tenia razon, pero el siempre temia que algo malo le ocurriese a su hija. Quiza a causa de todo lo que habia visto en su trabajo. Sabia demasiado bien las terribles desgracias que podian sobrevenirle a la gente. Y a los ninos. Habia leido en algun lugar que, cuando se tenian hijos, uno se pasaba el resto de su vida como si tuviese una pistola apuntandole a la sien. Y no estaba muy lejos de la verdad. El miedo siempre estaba al acecho. Habia peligros por todas partes. Sin embargo, intentaria dejar de pensar en ello en aquel momento. Maja estaba bien, seguro. Y Erica y el habian tenido la oportunidad de pasar un rato juntos y a solas.
– ?Vamos a comer a algun sitio? -le propuso una vez que hubieron pagado en la tienda y despues de darle las gracias a la senora. Brillaba un radiante sol primaveral, que los recibio calido cuando salieron.
– Me parece una idea estupenda -acepto Erica contenta, pasandole la mano por el brazo. Fueron asi caminando por la calle comercial de Uddevalla, eligiendo entre los diversos restaurantes. Finalmente, se decidieron por un restaurante tailandes que habia en una de las calles perpendiculares. Y ya estaban a punto de adentrarse en la aromatica atmosfera del local cuando sono el telefono de Patrik. Miro la pantalla. Joder, de la comisaria.
– No digas nada… -comenzo Erica moviendo la cabeza con gesto cansado. Por la expresion de su rostro, comprendio enseguida de donde procedia la llamada.
– Tengo que atender esta llamada, Erica… -le dijo-. Pero ve entrando tu, seguro que no es nada importante.
Erica murmuro entre dientes su escepticismo, pero siguio la recomendacion de Patrik. El se quedo en la puerta y respondio con desgana manifiesta.
– Aqui Hedstrom. -La expresion de su semblante paso, en un segundo, de la irritacion a la perplejidad.
– ?Que cono estas diciendo, Annika?
– …
– En un contenedor de basura.
– …
– ?Hay ya alguien en camino? ?Martin? Ah, vale. Salgo hacia alli ahora mismo, pero estoy en Uddevalla, asi que me llevara un rato. Dame la direccion exacta.
Hurgo en el bolsillo en busca de un boligrafo, hasta que lo encontro. Pero, a falta de papel, tuvo que anotar la direccion en la palma de la mano. Luego colgo y respiro hondo. No sentia el menor deseo de decirle a Erica que tendrian que posponer el almuerzo e irse a casa enseguida.
A veces creia recordar a la otra, a la que no era tan dulce, tan hermosa como ella, ha otra, cuya voz era tan fria y tan implacable. Como un cristal duro y afilado. Curiosamente, a veces la echaba de menos. Le habia preguntado a su hermana si la recordaba, pero ella nego con la cabeza sin pronunciar palabra. Luego cogio su mantita, la que era tan suave y con ositos de color rosa, y se abrazo a ella con fuerza. Y se dio cuenta de que claro que si, de que su hermana tambien la recordaba. En algun lugar recondito de su pecho, no de su cabeza, anidaba el recuerdo.
En una ocasion intento preguntar por aquella voz. Adonde habia ido a parar. A quien habia pertenecido. Pero ella se indigno tanto… Solo estaba ella, ella sola, decia. Nadie mas. Nunca habia existido nadie con la voz dura y agria. Solo ella. Siempre y solo ella. Luego, los abrazo a el y a su hermana. Sintio la seda de su blusa en la mejilla, el olor de su perfume en la nariz. Un mechon del cabello largo y rubio de su hermana le hacia cosquillas en la oreja, pero no se atrevio a moverse. No se atrevia a romper la magia. Y no volvio a preguntar nunca. Oirla enfadada era tan insolito, tan perturbador, que no se atrevia a arriesgarse.
Las unicas ocasiones en que la enojaba era cuando le pedia que le dejase ver lo que se escondia alla fuera. No queria pedirselo, sabia que era inutil, pero a veces no podia contenerse. Su hermana lo miraba con el terror plasmado en los ojos muy abiertos siempre que el balbuceaba aquella pregunta. El miedo de ella lo hacia encogerse por dentro, pero no podia impedir que en su garganta se formulase el interrogante. Surgia siempre de sus labios como una fuerza de la naturaleza, como si estuviese burbujeando en su interior y quisiera subir, salir.
La respuesta era siempre la misma. Primero, la decepcion en su mirada. La decepcion ante el hecho de que quisiera mas, a pesar de lo mucho que ella le daba, a pesar de que se lo daba todo. Decepcion por que quisiera algo distinto. Luego, la respuesta reposada. A veces lloraba cuando le respondia. Eso era lo peor. A menudo se arrodillaba, le cogia la cara entre las manos. Y, finalmente, la afirmacion de siempre. Que era por el bien de ellos dos. Que un pajaro cenizo no podia vivir alli fuera. Que acabarian mal, tanto el como su hermana, si les permitia cruzar la puerta.
Despues, echaba la llave antes de irse. Y se quedaba pensando en sus preguntas, mientras su hermana se sentaba a su lado, pegada a el.
Mehmet se inclino sobre el borde de la cama y vomito. Tenia la vaga conciencia de que el vomito chapoteaba en el suelo, en lugar de en el cubo, pero estaba demasiado ido para preocuparse por eso.
– Joder, Mehmet, ?que asco! -Oyo la voz de Jonna a lo lejos y, con los ojos medio cerrados, entrevio como salia disparada de la habitacion. En su estado tampoco era capaz de preocuparse por eso. Lo unico que tenia en la cabeza era el retumbar doloroso que le machacaba las sienes. Tenia la boca seca con un sabor repugnante,