para llenarlo-. El primer indicio que yo note ayer de una pelea fueron las voces que procedian desde detras de la casa. ?Tu tambien?

Hanna asintio.

– Si, yo no me di cuenta de nada hasta que oi las voces, lo unico en lo que tuvimos que intervenir con anterioridad fue para encargarnos de aquella chica que estaba tan borracha que no se tenia en pie. ?Que hora seria? ?Las doce? -Martin iba escribiendo mientras Hanna hablaba-. Luego, creo que en torno a la una, oi a aquellos dos que discutian a gritos. Te llame y fuimos a la parte trasera de la casa y vimos a Barbie y a Uffe.

– Aja… -comento Martin sin dejar de escribir-. Yo mire la hora, era la una menos diez. Fui el primero en doblar la esquina y, cuando llegue, vi que Uffe tenia a Barbie cogida por los hombros y la zarandeaba con violencia. Corrimos hasta donde se encontraban, yo me encargue de Uffe y lo aparte de ella, y tu te quedaste con Barbie.

– Si, asi fue -convino Hanna dando un sorbo de cafe-. No dejes de anotar que la agresividad de Uffe era tal que, incluso cuando lo habias agarrado y lo sujetabas fuertemente, seguia pateando al aire para alcanzar a Barbie.

– Si, exacto -dijo Martin. El texto del documento crecia sin cesar-. «Separamos a las partes e hicimos que se calmasen» -leyo en voz alta-. «Yo hable con Uffe y le explique que, si no se relajaba, tendria que hacer una visita a la comisaria.»

– No habras escrito «si no se relajaba», ?verdad? -rio Hanna.

– No, bueno, despues lo cambiare. Retocare y burocratizare el texto luego, quedate tranquila, pero ahora prefiero plasmar las palabras tal como las decimos, para que no se nos escape ningun detalle.

– Vale -acepto Hanna con una sonrisa. Luego se puso muy seria otra vez y continuo-: Yo hable con Barbie e intente averiguar lo que habia provocado la pelea. Estaba muy alterada y decia que Uffe se habia enfadado mucho porque creia que ella habia ido hablando mal de el, pero Barbie aseguraba que no tenia ni idea de a que se referia. Luego se sereno y a mi me parecio que se encontraba mejor.

– Despues los dejamos ir a los dos -completo Martin levantando la vista del ordenador. Pulso la tecla «intro» dos veces para comenzar un nuevo parrafo, tomo un sorbo de cafe y continuo-: El siguiente incidente se produjo… bueno, hacia las dos y media, diria yo.

– Si, creo que eso es bastante exacto -dijo Hanna-. Sobre las dos y media o las tres menos cuarto, mas o menos.

– Fue uno de los asistentes a la fiesta quien reclamo nuestra presencia, porque se habia organizado una pelea en la pendiente que desemboca en la escuela. Acudimos alli. Vimos a varias personas que atacaban a una sola, empujandola y propinandole punetazos no demasiado fuertes, sin dejar de gritar. Son los participantes Mehmet, Tina y Uffe, que estan atacando a Barbie. Intervenimos y ponemos fin al enfrentamiento. Todos estan muy alterados y la lluvia de insultos no cesa. Barbie esta llorando, tiene el pelo revuelto y el maquillaje corrido y parece destrozada. Yo hablo con los demas participantes, intento averiguar que ha sucedido. Dan la misma respuesta que Uffe, que «Barbie ha ido por ahi diciendo un monton de mentiras», pero no me dan mas detalles.

– Entretanto, yo, a unos metros de los demas, hablo con Barbie -anade Hanna, visiblemente afectada por el relato-. Esta triste y tiene miedo. Le pregunto si quiere ponerles una denuncia, pero asegura que no, en absoluto. Me quedo un rato hablando con ella para tranquilizarla, intento averiguar que pasa realmente, pero insiste en que no tiene ni idea. Al cabo de un rato, me doy la vuelta para ver que tal te va a ti. Vuelvo a dirigirme a Barbie, veo que corre en direccion al pueblo, pero luego gira a la derecha y toma la calle Affarsvagen. Sopeso la posibilidad de echar a correr tras ella, pero recapacito y pienso que quiza necesite estar sola y calmarse. -En este punto, a Hanna le temblo un poco la voz-. A partir de ahi, no vuelvo a verla.

Martin alzo la vista del ordenador y sonrio como consolandola.

– No habriamos podido hacer otra cosa, Hanna. Tu no habrias podido hacer otra cosa. Lo unico que sabiamos era que se pelearon y se dijeron cosas muy fuertes. Nada podia inducirnos a suponer que… -Martin vacilo un segundo-… que acabaria asi.

– ?Crees que la mato uno de los otros participantes? -pregunto aun con la voz temblorosa.

– No lo se -dijo Martin mientras observaba en la pantalla el texto que habia escrito-. Pero creo que hay motivos para sospechar que asi fue. Ya veremos que sacamos en limpio de los interrogatorios.

Dicho esto, guardo el documento y apago el portatil. Se levanto y lo cogio para llevarselo.

– Me voy a mi despacho a darle a esto un tono formal. Si recuerdas algo mas, me lo dices.

Hanna asintio sin pronunciar palabra. Cuando Martin se hubo marchado, se quedo alli un rato mas. En sus manos, que sostenian la taza de cafe, se apreciaba un ligero temblor.

Calle se dio una vuelta por el pueblo. En Estocolmo solia entrenar en el gimnasio cinco veces por semana, pero alli tenia que contentarse con dar paseos para mantener a raya los michelines de la cerveza. Apremio el paso un poco para quemar grasas. Tener un buen fisico no era nada detestable. El despreciaba a la gente que no se preocupaba de su cuerpo. Era un verdadero placer contemplarse en el espejo y comprobar que los musculos se sucedian alineados en el abdomen, que los biceps se tensaban cuando flexionaba los brazos, igual que el pecho se marcaba bajo la camisa de aquel modo perfecto. Cuando salia por la zona de Stureplan, solia desabotonarse la camisa con cierto estudiado descuido hacia la medianoche. A las tias les encantaba. No podian resistir la tentacion de meter la mano por la camisa y tocarlo y pasar las unas por los musculos del abdomen de acero. Despues de eso, estaba chupado lo de llevarse a casa a alguna pieza joven.

A veces se preguntaba como habria sido su vida si no dispusiera de un monton de pasta. Como seria vivir igual que Uffe o que Mehmet, que vivian en un apartamento de mierda en las afueras y que salian a flote como podian. Uffe habia alardeado con el de los robos y los demas asuntos en los que estaba involucrado, pero a Calle le costo contener la risa cuando le revelo las cantidades que solia sacar. Joder, a el su padre le daba mas pasta para sus gastos semanales.

Aun asi, habia algo que le impedia llenar el vacio que sentia en la region del corazon. Se habia pasado los ultimos anos buscando algo que, finalmente, colmase ese vacio. Mas champan, mas marcha, mas tias, mas polvo blanco en la nariz, mas de todo. Siempre mas de todo. Siempre desplazando el limite mas alla, gracias a todo el dinero que podia despilfarrar. El dinero no era suyo, todo era de su padre. Y siempre pensaba: «Pronto se terminara»; pero seguia habiendo dinero. Su padre pagaba una factura tras otra, compro el piso de Ostermalm sin pestanear, pago a la chica que se monto la historia sobre la violacion, totalmente inventada, claro, porque ella los acompano de buen grado a Ludde y a el, y no cabia la menor duda de lo que se sobreentendia en esos casos. La bolsa siempre estaba llena, como un monedero magico donde nunca faltaba dinero. No parecian existir ni limites ni exigencias. Y Calle sabia por que. Sabia por que su padre jamas le diria que no. Sabia que sus remordimientos lo obligarian a seguir pagando. Su padre inundaba con dinero el agujero que Calle tenia en el pecho, pero el dinero desaparecia sin llenar nunca el vacio.

Cada uno a su manera, ambos intentaban sustituir con dinero lo que habian perdido. Su padre, dando; Calle, recibiendo.

Cuando lo asaltaban los recuerdos, aumentaba el dolor en el lugar donde se abria el agujero. Calle aceleraba entonces el ritmo de sus pasos, se presionaba a si mismo, intentaba hacer que las evocaciones desaparecieran. Lo unico que podia acallarlas era una mezcla de champan y cocaina. A falta de otra cosa, tenia que vivir con eso. Y entonces, aceleraba el ritmo aun un poco mas.

Gosta suspiro sentado ante el escritorio. Cada ano le costaba mas encontrar la motivacion necesaria. Acudir al trabajo por la manana exigia mas energia de la que tenia, y esforzarse despues por hacer algo concreto le resultaba casi imposible. Era como si sus articulaciones operasen bajo el peso de una carga invisible cada vez que intentaba trabajar. No tenia fuerzas para emprender nada y era capaz de pasarse dias angustiado ante la idea de la exigencia de la tarea mas insignificante. Ni el mismo comprendia como habia llegado a aquella situacion. Le habia ido ocurriendo sin darse cuenta, a medida que transcurrian los anos. Desde que murio Majbritt, la soledad lo habia devorado por dentro, arrebatandole las pocas ganas de trabajar que tenia. Por descontado, nunca fue un as en el trabajo y era el primero en admitirlo, pero siempre hizo lo que debia y, de vez en cuando, incluso con cierta satisfaccion. Ahora, en cambio, se planteaba cada vez con mas frecuencia la pregunta de si aquello era de alguna utilidad. No tenia hijos a los que dejarles ningun legado, puesto que su unico hijo habia muerto a los pocos dias de nacer. Tampoco habia nadie que lo esperase en casa por las noches, nada con lo que llenar los fines de semana, aparte del golf Era lo bastante perspicaz para no ignorar que el golf se habia convertido en una especie de obsesion, mas que en un pasatiempo. Si por el fuera, se pasaria las

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