mucho en general, pero no estaria bien que lo detuvieran por conducir borracho. Despues del incidente con Ernst, la direccion no le quitaba la vista de encima, de modo que mas le valia portarse bien. O, al menos, fingir que se portaba bien. Ojos que no ven, corazon que no siente…

Pese a los preparativos, Mellberg no entro con demasiada esperanza en la gran sala de baile, que ya estaba totalmente llena. Y, desde luego, vio confirmadas todas sus sospechas. Solo habia vejestorios de su misma edad donde quiera que mirase. En eso estaban totalmente de acuerdo el y Uffe Lundell [1], ?quien cono quiere en su cama el cuerpo de una tia de mediana edad, arrugado y flacido, cuando habia en el mundo tantos otros tersos, hermosos y jovenes? Aunque Mellberg se vio obligado a admitir que Uffe tenia un poco mas de exito que el en ese terreno. Y todo por el rollo aquel de ser estrella de rock. Una injusticia como un piano.

Estaba a punto de ir a reponer sus reservas vigorizantes cuando oyo a su espalda a alguien que le dirigia la palabra:

– Vaya sitio. Y una aqui, sintiendose mayor.

– Bueno, yo he venido protestando -respondio Mellberg haciendole un reconocimiento visual a la mujer que tenia a su lado.

– Lo mismo digo. A mi me ha traido Bodil -explico la mujer al tiempo que senalaba a una de las damas que hacia todo lo posible por deshacerse en sudor en la pista de baile.

– En mi caso, ha sido Sten -respondio Mellberg senalando tambien la pista.

– Me llamo Rose-Marie -dijo la mujer tendiendole la mano para estrecharsela.

– Bertil -respondio Mellberg.

En el preciso momento en que la palma de su mano rozo la de ella, cambio su vida. A lo largo de sus sesenta y tres anos, Mellberg habia experimentado el deseo, la excitacion, las ansias de poseer a alguien ante algunas de las mujeres a las que habia conocido, pero nunca habia estado enamorado. Ahora, aquel sentimiento se apodero de el con toda su intensidad. La contemplaba admirado. El yo eminentemente objetivo de Mellberg registro la presencia de una mujer de sesenta anos, de un metro sesenta de estatura, con cierto grado de redondez, el cabello corto tintado de un vivo color rojo y una alegre sonrisa. Pero su yo subjetivo solo se fijo en sus ojos. Eran azules y lo observaban con curiosidad y persistencia, y el sintio que se perdia en ellos, como decian en las novelas romanticas de tres al cuarto que vendian en los quioscos.

A partir de aquel momento, la noche paso demasiado rapido. Bailaron, hablaron y el iba a buscarle la bebida y le retiraba la silla para que se sentara. Actitudes que, desde luego, no se incluian en su repertorio habitual. Pero claro, nada hubo de normal aquella noche.

Cuando se despidieron, Mellberg se sintio al punto desorientado y vacio. Sencillamente, tenia que volver a verla. Y alli estaba ahora en la oficina, un lunes por la manana, con el animo de un escolar. Tenia sobre la mesa un papel con su nombre y un numero de telefono anotado debajo.

Mellberg miro la nota, respiro hondo y marco el numero.

Habian vuelto a discutir por enesima vez. Sus disputas degeneraban en combates de boxeo verbales con demasiada frecuencia. Y, como de costumbre, ambas defendian su punto de vista. Kerstin queria contarlo. Marit deseaba seguir manteniendolo en secreto.

– ?Acaso te averguenzas de mi? ?De nosotras? -le grito Kerstin. Y Marit aparto la vista, como en tantas ocasiones, y evito mirarla a los ojos. Porque, de hecho, ahi estaba el problema, precisamente. Se querian, pero Marit se avergonzaba de ello.

Al principio, Kerstin se dijo que no era tan importante. Lo unico que contaba era que se hubiesen conocido, que las dos, despues del maltrato sin paliativos que les habia dispensado la vida y de las heridas que algunas personas les habian dejado en el alma, hubiesen llegado a conocerse y a quererse. ?Que importancia podia tener el sexo del ser amado? ?Que importancia podia tener lo que dijeran u opinaran los demas? Pero Marit no lo veia asi. No estaba preparada para exponerse a la opinion y los prejuicios del entorno, y queria que todo siguiese como durante aquellos cuatro anos. Pretendia que siguieran viviendo juntas como amantes pero fingiendo, de cara a la galeria, que eran dos amigas que compartian piso por razones economicas o de tipo practico.

– ?Como puede importarte tanto lo que diga la gente? -le habia preguntado Kerstin durante la discusion de la tarde anterior. Marit se echo a llorar, como siempre que se peleaban. Y, como siempre, consiguio con ello aumentar la rabia de Kerstin. El llanto era una especie de combustible para la ira que habia ido creciendo tras el muro creado por el secreto. Kerstin detestaba hacer llorar a Marit. Detestaba que la gente y las circunstancias hiciesen sufrir a la persona que mas amaba en el mundo.

– Pero ?piensa en como le afectaria a Sofie que todo saliera a la luz!

– ?Sofie es mucho mas valiente de lo que crees, asi que no la utilices como excusa de tu propia cobardia!

– ?Como de valiente puede ser una chica de quince anos de la que se rien porque su madre es bollera? ?No comprendes el infierno que seria para ella la escuela? ?No puedo hacerle eso! -Marit tenia la cara desencajada por el llanto, como si fuera una mascara horrenda.

– ?De verdad crees que Sofie no lo sabe todo ya? ?De verdad crees que la enganamos solo porque tu te mudes al cuarto de invitados las semanas que pasa con nosotras y porque tu y yo nos dediquemos a hacer un absurdo paripe? ?Que sepas que ella se ha enterado hace siglos! Y si yo estuviera en su lugar, me avergonzaria de una madre que es capaz de vivir en una mentira de mierda solo para evitar las habladurias de la gente. ?Eso si que seria una verguenza!

A aquellas alturas, Kerstin gritaba tan alto que se le quebraba la voz. Marit la miro con aquella expresion dolida que Kerstin habia aprendido a odiar con los anos y, por experiencia, sabia lo que vendria despues. En efecto, Marit se levanto bruscamente y se puso la cazadora entre sollozos.

– ?Pues largate, joder, largate! ?Es lo que haces siempre! ?Largate! ?Pero esta vez, no te molestes en volver!

Cuando Marit cerro la puerta, Kerstin se sento a la mesa de la cocina. Respiraba de forma acelerada y jadeante, como si hubiese estado corriendo. Y, en cierto modo, quiza fuera asi. Corriendo en pos de la vida que deseaba para las dos, pero que el miedo de Marit les impedia vivir. Y por primera vez, sentia o que le habia dicho. Una voz interior le decia que no resistiria mucho mas.

A la manana siguiente, sin embargo, aquella sensacion dio paso a un profundo y angustioso desasosiego. Estuvo despierta toda la noche, esperando que se abriese la puerta, deseando oir los pasos familiares sobre el parque, ansiando abrazar a Marit y pedirle perdon. Pero Marit no volvio a casa. Y las llaves del coche habian desaparecido, pues Kerstin lo comprobo durante a noche. ?Donde demonios se habia metido? ?Se habria ido con su ex marido, el padre de Sofie? ?O se le habria ocurrido irse a Oslo, con su madre?

Con mano temblorosa, Kerstin cogio el auricular para hacer algunas llamadas.

– ?Que creeis que supondra esto para la industria turistica del municipio de Tanum? - pregunto el reportero del Bohuslaningen, lapiz y papel en mano, a la espera de anotar su respuesta.

– Muchisimo. Sencillamente, muchisimo. Durante cinco semanas se emitira un programa diario de media hora desde Tanumshede y, bueno, no creo que a esta comarca se le haya presentado nunca una oportunidad semejante de publicidad -respondio Erling radiante. Ante la puerta del antiguo caserio se habia congregado un publico numeroso para recibir el autobus con los participantes. La mayoria eran adolescentes que no cabian en si de excitacion ante la posibilidad de, por fin, encontrarse personalmente con sus idolos.

– ?Y no podria surtir el efecto contrario? Me refiero a que, en ediciones anteriores, todo ha quedado en peleas, sexo y borracheras. Y no creo que sea ese el mensaje que deseen transmitirles a los turistas.

Erling miro irritado al periodista. ?Joder con la gente! ?Por que tenian que ser siempre tan negativos? Ya habia tenido bastante con el Consejo Municipal y ahora la prensa local empezaba con lo mismo.

– Ya, bueno, pero habras oido el dicho: «Toda publicidad es buena publicidad». Y, si hemos de ser sinceros, Tanumshede tiene una existencia cuestionable, a escala nacional, me refiero. Eso cambiara radicalmente con la emision de Fucking Tanum.

– Puede, pero… -comenzo el periodista que, no obstante, se vio interrumpido por Erling, cuya paciencia se habia agotado.

– Por desgracia, no tengo tiempo para hacer mas comentarios, debo ejercer de comite de bienvenida. -Y, dicho esto, se dio media vuelta y encamino sus pasos hacia el autobus, que acababa de aparcar. Los jovenes se agolpaban expectantes ante la puerta del vehiculo y aguardaban a que se abriese con miradas ardientes. La vision de tantos adolescentes ansiosos confirmo a Erling en su opinion de que aquello era precisamente lo que necesitaba la comarca. Ahora todo el mundo sabria donde quedaba Tanumshede.

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