en la conciencia de aquella mujer.
Le indico a Patrik por senas que se acercase y tomase asiento, y ambos se colocaron enfrente de Hedda. El hule de la mesa, que en su dia lucio un estampado de rosas sobre fondo blanco, estaba ahora lleno de restos de comida, migas y grasa hasta el punto de que apenas se distinguia el dibujo. E igual de dificil resultaba imaginar cual habria sido el aspecto de Hedda en el pasado. El alcohol le habia destrozado el cutis dejandolo cuarteado y surcado de profundas arrugas y toda ella parecia recubierta de una gruesa capa homogenea de grasa. El cabello, que un dia fue rubio, sin duda, colgaba ahora gris y enmaranado en una cola de caballo recogida en la nuca. Y, seguramente, llevaba mucho tiempo sin lavarselo. Vestia una rebeca repleta de agujeros que daba la impresion de haber sido adquirida cuando era mucho mas delgada. Le quedaba estrecha de hombros y de cuerpo.
– ?Que cono…! -interrumpio la frase y su final quedo reducido a un torpe balbucir que la mujer acompano de un leve balanceo en la silla.
– Toma un poco de cafe -le propuso Gosta con una dulzura sorprendente, al tiempo que le acercaba la taza de modo que quedase dentro de su campo de vision.
Hedda obedecio sin rechistar y, con mano tremula, tomo la pequena taza de porcelana y apuro el cafe de un solo trago. Hecho esto, aparto la taza con brusquedad, y Patrik la cazo al vuelo justo cuando estaba a punto de caer.
– Queremos hablar del accidente -dijo Gosta.
Hedda alzo la cabeza muy despacio y le dirigio una mirada turbia. Patrik habia decidido guardar silencio y dejar que Gosta se encargase de la charla.
– ?El accidente? -repitio Hedda, cuyo cuerpo parecia haber recobrado algo de estabilidad.
– En el que murieron los ninos. -Gosta no apartaba la vista de la mujer.
– Pues yo no quiero hablar de eso -farfullo Hedda desechando la propuesta con un gesto de la mano.
– Pero tenemos que hacerlo -insistio Gosta, aunque sin abandonar el tono amable.
– Se ahogaron. Todos se ahogan, ?sabeis? -Hedda agito el dedo en el aire ritmicamente-. ?Sabeis? Primero se ahogo Gottfrid. Habia salido a pescar caballa y tardaron una semana en encontrarlo. Una semana me pase esperandolo, aunque claro, ya sabia yo, aquella misma noche, que Gottfrid ya no regresaria jamas con su mujer y sus hijos. -La mujer sollozo ausente, como si se hallase a muchos anos de distancia.
– ?Cuantos anos tenian los ninos entonces? -pregunto Patrik.
Hedda lo miro por primera vez.
– ?Los ninos? ?Que ninos? -pregunto desconcertada.
– Los mellizos -aclaro Gosta atrayendo asi su atencion-. ?Cuantos anos tenian entonces los mellizos?
– Tenian dos anos. Casi tres. Dos autenticas fierecillas. Solo gracias a la ayuda de Gottfrid tenia yo fuerzas para criarlos. Cuando el… -A Hedda se le apago otra vez la voz. Miro a su alrededor por la cocina como buscando algo, hasta que se detuvo en uno de los muebles. Entonces se levanto con mucho esfuerzo y se arrastro hasta la puerta, la abrio y saco una botella de Explorer-. ?Quereis un trago? -pregunto sosteniendo la botella. Al ver que ambos negaban con la cabeza, rompio a reir-. ?Menos mal, porque no pensaba invitaros! -Su risa sonaba como un repiqueteo.
Hedda llevo la botella a la mesa y volvio a sentarse. No se molesto en buscar un vaso, sino que se llevo la botella a la boca y dio un trago. A Patrik le quemaba la garganta solo de verla.
– ?Que edad tenian los mellizos cuando se ahogaron? -pregunto Gosta. Pero Hedda no parecio oirlo, sino que permanecio en silencio con la mirada perdida.
– Era tan elegante -volvio a balbucear Hedda-. Llevaba abrigo y un collar de perlas y todo. Una mujer elegante, vaya si lo era…
– Pero ?quien? -dijo Patrik muerto de curiosidad-. ?Que mujer? -Pero Hedda parecia haber perdido el hilo.
– ?Que edad tenian los mellizos cuando se ahogaron? -repitio Gosta con mas claridad esta vez.
Hedda se volvio hacia el con la botella en alto y a medio camino hacia la boca.
– Pero si los mellizos no se han ahogado, ?no? -Volvio a empinar la botella.
Gosta le lanzo a Patrik una mirada elocuente y se inclino ansioso.
– ?No se ahogaron los mellizos? ?Y donde estan?
– ?Como que no se ahogaron? -El miedo afloro de pronto en la mirada de Hedda-. Claro que si, se ahogaron, claro que se ahogaron… -Volvio a dar un trago, con los ojos cada vez mas turbios.
– ?Que paso, Hedda? ?Se ahogaron o no se ahogaron? -Gosta oyo la desesperacion de su tono de voz, que no parecia surtir en Hedda otro efecto que el de hacerla adentrarse mas aun en la bruma. De hecho, ni siquiera respondio, solo meneo la cabeza.
– No creo que podamos sacarle mas -se lamento Gosta.
– No, yo tampoco lo creo, hemos de intentarlo por otra via. Quiza debieramos echar un vistazo por la casa.
Gosta asintio y se volvio hacia Hedda, que ya estaba a punto de apoyar de nuevo la cabeza en la mesa.
– Hedda, ?podemos echarle una ojeada a tus cosas?
– Eh… -respondio la mujer antes de dormirse.
Gosta coloco su silla pegada a la de ella para que no cayese al suelo y los dos policias empezaron a inspeccionar la vivienda.
Una hora mas tarde no habian encontrado nada mas que basura, basura y mas basura. Patrik lamento no haberse llevado los guantes y ahora tenia la sensacion de que le picaba todo el cuerpo. Sin embargo, no hallaron el menor indicio de que en aquella casa hubiesen vivido un dia dos ninos. Hedda debio de deshacerse de todas sus cosas.
Lo que habia mencionado acerca de una «mujer elegante» seguia resonandole en los oidos. No se le iba de la cabeza, de modo que se sento al lado de Hedda y trato de despabilarla otra vez. La mujer se incorporo a reganadientes, pero no podia sostener derecha la cabeza, que se le fue hacia atras hasta que logro estabilizarla.
– Hedda, tienes que responder a mi pregunta. Esa senora tan elegante, ?es la que tiene a tus hijos?
– Eran tan traviesos. Y yo solo iba a Uddevalla a hacer unos recados. Tenia que comprar algo de beber tambien, no me quedaba una gota de alcohol en casa -farfullo mirando por la ventana el mar que lanzaba destellos al sol primaveral-. Pero ellos no dejaban de armar jaleo. Y yo estaba tan cansada y la mujer era tan elegante… Muy amable. Ella podia llevarselos, me dijo. Asi que se los di.
Hedda se giro hacia Patrik que, por primera vez, advirtio en su mirada un sentimiento sincero. En lo mas hondo de aquel ser existian un dolor y una culpa tan inexplicables que solo el alcohol era capaz de ahogarlos.
– Pero me arrepenti -aseguro con el llanto en los ojos-. Y entonces, ya no los encontre. Busque y busque, pero se habian esfumado. Igual que la senora elegante. La que llevaba un collar de perlas. -Hedda se paso la mano por el cuello para indicar donde lucia el collar-. Ella tambien se habia esfumado.
– Pero ?por que dijiste que se habian ahogado? -Patrik vio con el rabillo del ojo que Gosta los escuchaba desde el umbral de la puerta.
– Sentia verguenza… Y quiza con ella estaban mejor. Pero yo sentia verguenza…
Hedda volvio a mirar el mar y permanecieron un buen rato en silencio. El cerebro de Patrik trabajaba a toda maquina para asimilar lo que acababa de oir. No era dificil concluir que la «senora elegante» era Sigrid Jansson, que, por alguna razon, se habia llevado a los hijos de Hedda. Y quiza jamas consiguieran averiguar el porque.
Cuando se levanto y se volvio hacia Costa, le temblaban las piernas de tanta desdicha como acababa de oir. Entonces vio que el colega tenia algo en la mano.
– He encontrado una fotografia-dijo-. Debajo del colchon. Una fotografia de los mellizos.
Patrik la cogio para verla. Dos ninos pequenos, de unos dos anos de edad, sentados en el regazo de sus padres, Gottfrid y Hedda. Se los veia felices. Debieron de tomarla poco antes de que Gottfrid muriera ahogado. Antes de que todo se derrumbase. Patrik escruto la cara de los ninos. ?Donde estarian ahora? Y, ?seria alguno de ellos un asesino? Nada le desvelaban los rostros gordezuelos de los pequenos. Hedda se habia vuelto a dormir en la mesa de la cocina. Y Patrik y Gosta salieron a respirar la brisa pura del mar. Muy despacio, Patrik se guardo la instantanea en la cartera. El mismo se encargaria de que Hedda la recuperase cuanto antes. Ahora la necesitaban, para dar con el asesino.
Durante la travesia de regreso guardaron el mismo silencio que en el viaje de ida. Sin embargo, en esta