Una moderada luz diurna se filtraba por el orificio de una ventana situada en lo alto. Por las noches podia ver una estrella.
En un rincon habia un lavabo y un inodoro. Una cama sujeta a la pared. Una mesa inestable con dos sillas. Una lampara en el techo. Otra junto a la cama.
Por lo demas, habia ruidos y silencios. Lo unico que olia era su propio cuerpo.
El abogado se llamaba Ruger. Era alto y torcido, cojeaba ligeramente de la pierna izquierda. A juicio de Mitter, tendria cincuenta y tantos; un par de anos mayor que el. Posiblemente se habria tropezado con el hijo en el instituto. Incluso le habria dado clase… era un chico palido que tenia mal cutis y notas bastante flojas, si no recordaba mal. Haria ocho o diez anos o asi.
Ruger le estrecho la mano. Se la apreto largo rato y con fuerza mientras le miraba gravemente y al mismo tiempo con benevolencia. Mitter comprendio que habia hecho cursos para aprender a relacionarse socialmente.
– ?Janek Mitter?
Mitter asintio.
– Asunto complicado.
Se despojo del abrigo. Lo sacudio para quitarle el agua y lo colgo del gancho de la puerta. El vigilante cerro con doble cerrojo y desaparecio por el corredor.
– Esta lloviendo fuera. En realidad se esta mucho mejor aqui dentro.
– ?Tiene usted un cigarrillo?
Ruger saco un paquete del bolsillo.
– Coja usted los que quiera. No comprendo por que no le permiten ni siquiera fumar.
Se sento junto a la mesa. Puso el pequeno maletin de cuero delante de el. Mitter encendio un cigarrillo, pero permanecio de pie.
– ?No quiere usted sentarse?
– No, gracias.
– Como quiera.
Ruger abrio una carpeta marron. Saco unas cuantas hojas escritas a maquina y un cuaderno de notas. Presiono varias veces un boligrafo mientras se apoyaba en la mesa con los codos.
– Asunto complicado, ya lo he dicho. Quiero dejarselo claro desde el principio.
Mitter espero.
– Es mucho lo que habla en su contra. Por eso es importante que sea usted sincero conmigo. Si no hay una confianza total entre nosotros, no podre defenderle con el mismo exito que… bueno, ?me comprende?
– Si.
– Parto tambien de la base de que usted no dejara de aportar puntos de vista…
– ?Puntos de vista?
– Acerca de como debemos actuar. Como es natural, el que prepara la estrategia soy yo, pero de quien se trata es de usted. Usted es una persona inteligente, segun parece.
– Entiendo.
– Bien. ?Quiere usted contar lo ocurrido o prefiere que le haga preguntas?
Mitter apago el cigarrillo en el lavabo y se sento junto a la mesa. La nicotina le habia provocado un instante de vertigo y de repente no sintio mas que un gran hastio.
Hastio de la vida. De aquel abogado encorvado, de aquella celda increiblemente fea, del mal sabor de su boca y de todas las preguntas y respuestas infranqueables que tenia delante.
Un hastio espantoso.
– Ya lo he repasado todo con la policia. Durante cuarenta y ocho horas no he hecho otra cosa.
– Lo se, pero no tengo mas remedio que pedirselo. Forma parte de las reglas de juego, debe comprenderlo.
Mitter se encogio de hombros. Saco otro cigarrillo del paquete.
– Creo que lo mejor es que usted haga preguntas.
El abogado se inclino hacia atras. Ladeo la silla y coloco bien el cuaderno de notas en las rodillas.
– Casi todos usan grabadora pero yo prefiero escribir -explico-. Me parece menos pesado para el cliente…
Mitter asintio.
– Ademas, puedo pedir las cintas a la policia, si fuera necesario. Bien, antes de entrar en las circunstancias, tengo que hacer la pregunta obligatoria. Probablemente sera usted acusado del asesinato, o bien del homicidio, de su esposa Eva Maria Ringmar. ?Como piensa responder usted? ?Culpable o no culpable?
– No culpable.
– Bien. Sobre este punto no puede haber ninguna duda. Ni por su parte ni por la mia.
El abogado hizo una pequena pausa mientras daba vueltas al boligrafo entre los dedos.
– ?Hay alguna duda?
Mitter suspiro.
– Le ruego que conteste mi pregunta. ?Esta usted completamente seguro de que no mato a su esposa?
Mitter espero unos segundos antes de contestar. Intento captar la mirada del abogado para adivinar lo que el creia en realidad, pero fue inutil. La cara de Ruger era insondable como una patata.
– No, naturalmente no estoy seguro. Lo sabe usted muy bien. El abogado anoto algo.
– Senor Mitter, haga caso omiso de que yo haya leido las actas de sus interrogatorios, por favor. Debe intentar convencerse de que ahora lo cuenta usted todo por primera vez… ?pongase en esa situacion!
– No me acuerdo.
– Ya, ya me he dado cuenta de que no recuerda usted lo que ocurrio, precisamente por eso tenemos que ser muy minuciosos al revisarlo todo de nuevo. Su recuerdo no se despertara si usted no intenta regresar a aquella noche… sin prejuicio alguno. ?No esta de acuerdo?
– Pero ?que cree usted que hago? ?A que cree que dedico mis pensamientos aqui metido?
Empezaba a tomar forma una cierta ira. El abogado evito su mirada y anoto algo en el cuaderno.
– ?Que es lo que escribe?
– Lo siento.
Movio la cabeza denegando. Saco un panuelo del bolsillo y se sono ruidosamente.
– Que tiempo mas malo.
Mitter asintio.
– Yo solo pretendo que usted comprenda -siguio el abogado- en que situacion tan dificil se encuentra. Sostiene que es inocente, pero no recuerda… es una base bastante fragil sobre la que construir una defensa, seguro que se da cuenta.
– Es el fiscal quien debe demostrar que soy culpable. No es cosa mia demostrar lo contrario, ?no es asi?
– Por supuesto. Eso dice la ley, pero…
– ?Pero?
– Si usted no recuerda, pues no recuerda. Puede ser bastante dificil convencer a un jurado… En cualquier caso, ?quiere prometerme que me informara en cuanto surja algo?
– Desde luego.
– ?Sea lo que sea?
– Claro que si.
– Sigamos. ?Cuanto hace que conocia a Eva Ringmar?
– Dos anos… apenas dos anos… desde que empezo a trabajar en mi instituto.
– ?Que ensena usted?
– Historia y filosofia. Sobre todo historia, la mayoria de los alumnos elige otra cosa en lugar de filosofia.
– ?Cuanto tiempo hace que trabaja usted alli?
– Veinte anos, mas o menos… si, diecinueve.
– ?Y su esposa?
– Lenguas modernas… desde hace dos anos, como he dicho.
– ?Cuando empezo su relacion?