Hakan Nesser

La tosca red

Titulo original: Det grovmaskiga natet

© 1993, Hakan Nesser

© de la traduccion: 2006, Marina Torres

Cuando al fin encontramos lo que hemos buscado en la oscuridad, nos damos cuenta casi siempre de que era eso precisamente lo que era.

Oscuridad.

c. G. Reinhart, intendente de policia

I

Sabado 5 de octubre – viernes 22 de noviembre

I

Se desperto y no recordaba su nombre.

Tenia muchos dolores. Escobas de fuego giraban en su cabeza y en su cuello, en el estomago y en el pecho. Quiso tragar pero se quedo en mero intento. Tenia la lengua empotrada en el paladar reblandecido. Le quemaba y le escocia.

Los ojos le palpitaban. Parecia que intentaban salirse de sus orbitas.

Es como nacer, penso. Yo no soy nadie. No soy mas que un enorme sufrimiento.

La habitacion estaba a oscuras. Movio a tientas la mano libre, la que no estaba dormida y punzante debajo de su cuerpo.

Si, alli habia una mesilla de noche. Un telefono y un vaso. Un periodico. Un reloj despertador…

Lo cogio, pero a medio camino se le resbalo entre los dedos y cayo al suelo. Busco a tientas un rato, volvio a cogerlo y lo mantuvo en alto, bien cerca de su cara.

La esfera era un poco fosforescente. El la reconocio.

Las ocho y veinte. De la manana, seguramente.

Seguia sin saber quien era.

Eso no debia de haber pasado nunca antes. Seguro que se habia despertado sin saber donde estaba. O que dia era. Pero su nombre… ?habia perdido alguna vez su nombre?

?John? ?Janos?

No, pero algo parecido.

Estaba alli detras, en alguna parte, no solo el nombre sino todo… vida y milagros y circunstancias atenuantes. Alli estaba esperando. Detras de una tenue membrana que habria que traspasar, algo que no habia despertado todavia. En realidad eso no le producia la menor inquietud. Seguro que pronto lo sabria.

Quiza no fuera nada que valiera la pena esperar.

De repente se hizo mas intenso el dolor detras de los ojos. Provocado tal vez por el esfuerzo de pensar; en todo caso se habia presentado al momento. Candente y espantoso. Un alarido de carne.

Ninguna otra cosa tenia importancia.

La cocina estaba a la izquierda y le resultaba familiar. Encontro el tubo sin dificultad; la certeza de que esta tenia que ser su casa aumento con rapidez. Naturalmente que todo iba a esclarecerse de un momento a otro.

Salio de nuevo al vestibulo. Le dio una patada a una botella que estaba en la sombra delante de la libreria. Se alejo rodando por el parquet y se paro debajo del radiador. El fue hasta el cuarto de bano. Acciono la manija.

Estaba cerrado con llave.

Pesadamente se inclino hacia delante. Se apoyo con las manos en las rodillas y controlo el disco giratorio.

Rojo. Era eso. Ocupado.

El vomito le provoco una arcada.

– Abre… -intento decir, pero no articulo mas que un silbido.

Apoyo la cabeza en la fresca madera de la puerta.

– ?Abre la puerta! -probo de nuevo, y esta vez la voz le salio algo mejor.

Para subrayar la gravedad de la situacion golpeo un par de veces la puerta con los punos.

No hubo respuesta. No se oyo nada. Quienquiera que fuese el que estuviera alli dentro, era evidente que no tenia intencion de dejarle entrar.

Sin previo aviso sintio que le subia una arcada del estomago. Tal vez de mas abajo aun… el se dio cuenta de que ya era cuestion de segundos. Regreso apresuradamente dando tumbos por el vestibulo. Hasta la cocina.

Esta vez le parecio mas familiar que nunca.

Seguro que es mi casa, penso mientras vomitaba en el fregadero.

Con ayuda de un destornillador hizo girar el pestillo de la puerta del cuarto de bano. Tuvo la clara sensacion de que no era la primera vez que lo hacia.

– Perdona, no he tenido mas remedio que…

Cruzo el umbral y, en el preciso instante de dar la luz, supo con claridad quien era.

Pudo tambien identificar inmediatamente a la mujer que estaba en la banera.

Se llamaba Eva Ringmar y era su esposa desde hacia tres meses.

La posicion de su cuerpo era extranamente retorcida. El brazo derecho colgaba sobre el borde en un angulo artificial. Las manicuradas unas llegaban justo a las baldosas del suelo. Su oscura cabellera flotaba en el agua. Tenia la cabeza inclinada hacia delante y, como la banera estaba llena hasta los bordes, no podia caber la menor duda de que estaba muerta.

El se llamaba Mitter, Janek Mattias Mitter. Catedratico de historia y filosofia en el instituto Bunge de Maardam.

Familiarmente le llamaban JM.

Tras darse cuenta de esos hechos, vomito de nuevo, esta vez en la taza del retrete. Luego extrajo otras dos tabletas del tubo y telefoneo a la policia.

2

La celda tenia forma de L y era de color verde. Un unico tono uniforme; las paredes, como el suelo y el techo.

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