trabajo con companeros serviles, cruz de caballero, viajes baratos y un nivel retributivo que podia hacer que hasta Vigga cerrara el pico? Setecientas dos mil doscientas setenta y siete coronas, y despues la calderilla. Solo para decir la cifra hacia falta casi una jornada laboral.

Una pena que no llegara a rellenar la instancia, penso. Entonces vio a Assad de pie ante el.

– Carl, ?es necesario que hablemos de lo de antes?

?Hablar? ?De que? ?De que hablara por Skype? ?De que Assad fuera a Jefatura tan temprano? ?De que le hubiera dado un susto?

Era una pregunta muy extrana.

Carl sacudio la cabeza y miro el reloj. Faltaba una hora para que empezara el horario normal de trabajo.

– Mira, Assad, lo que hagas tan temprano por la manana no es asunto mio. Entiendo que tengas ganas de saludar a gente a la que no ves a menudo.

Su ayudante parecio casi aliviado. Algo extrano, una vez mas.

– He mirado la contabilidad de Amundsen & Mujagic, S. A. de Rodovre, K. Frandsen de Dortheavej y despues Herrajes JPP y Public Consult.

– Vale. ?Has encontrado algo que quieras decirme?

Assad se rasco la calva incipiente tras sus rizos negros.

– Parecen ser unas empresas bastante solidas casi todo el tiempo.

– Ya. ?Y…?

– Pero les va mal justo unos meses antes de que ardan.

– ?Como lo deduces?

– Piden dinero prestado. Sus pedidos caen, o sea.

– Asi que ?primero caen los pedidos, despues les falta dinero y piden prestamos?

Assad hizo un gesto afirmativo.

– Eso es.

– Y despues ?que ocurre?

– Eso solo puede verse en el de Rodovre. Los otros incendios son demasiado recientes.

– Y ?que paso alli?

– Primero fue el incendio, despues recibieron el dinero del seguro y a continuacion liquidaron el prestamo.

Carl busco el paquete de tabaco y encendio un cigarrillo. Aquello era un clasico. Fraude a la aseguradora. Pero ?por que tenian los cadaveres el estrechamiento del dedo menique?

– ?De que tipo de prestamo estamos hablando?

– A corto plazo. Un ano de amortizacion. Para la empresa que ardio el pasado sabado, Public Consult, de Stockholmsgade, solo seis meses.

– ?Y cuando vencian los prestamos no tenian dinero?

– Tal como lo veo yo, o sea, no.

Carl exhalo una bocanada de humo, y Assad se echo atras haciendo aspavientos. Carl no le hizo caso. Estaba en sus dominios y eran sus cigarrillos. Al fin y al cabo, donde hay capitan no manda marinero.

– ?Quien les prestaba el dinero? -quiso saber.

Assad se alzo de hombros.

– Varios. Prestamistas de Copenhague.

Carl asintio en silencio.

– Pues dame los nombres y dime quien esta detras.

Assad hundio un poco la cabeza.

– Tranquilo, Assad. Cuando abran las oficinas. Quedan todavia un par de horas. Tomatelo con calma.

Pero aquello no alegro su expresion, mas bien al contrario.

Desde luego, no habia dios que soportara a aquellos dos. Siempre de chachara, con una animadversion apenas encubierta. Era como si Yrsa y Assad se contagiaran mutuamente. Como si fueran ellos quienes decidian lo que habia que hacer. Si las cosas seguian asi, iban a tener que ponerse ambos los guantes de goma verdes y fregar el suelo del sotano hasta dejarlo mas limpio que una patena.

Assad alzo la cabeza e hizo un gesto afirmativo lentamente.

– Tranquilo, que no voy a molestarte, Carl. Puedes volver cuando hayas terminado.

– ?A que te refieres?

Assad guino el ojo. La sonrisa era algo retorcida. Una transformacion de lo mas desconcertante.

– Que no te va a faltar trabajo, entonces -dijo, volviendo a guinar el ojo.

– Vuelvo a intentarlo. ?De que pelotas estas hablando, Assad?

– De Mona, por supuesto. No pretendas convencerme de que no sabes que ha vuelto.

Capitulo 14

Tal como dijo Assad, Mona habia vuelto. Rebosante de sol tropical y demasiadas experiencias que, con gracia pero de forma evidente, se habian instalado en sus finas patas de gallo.

Aquella manana Carl paso un buen rato en el sotano ensayando palabras que, de entrada, pudieran bloquear los eventuales mecanismos de defensa de Mona, hacer que ella lo viera con ojos dulces, tiernos, deseosos de contacto, en caso de que pasara por alli.

Pero no paso. Lo unico femenino que hubo aquella manana en el sotano fue el traqueteo de Yrsa con el carrito de la compra. Seguramente con buena intencion, a los cinco minutos de llegar se planto en el pasillo del sotano y con voz bien atiplada grito:

– A ver, chicos, ?quien quiere bollos de Lidl tostados?

Alli se percibia de veras la distancia con el entorno feliz que se extendia sin problemas por los pisos superiores.

Despues de eso necesito un par de horas hasta darse cuenta de que si queria probar suerte tendria que levantarse y salir en su busca.

Tras diversas indagaciones encontro a Mona en el juzgado de guardia, hablando en voz baja con la secretaria del juzgado. Llevaba un chaleco de cuero y unos Levi’s algo descoloridos, y parecia cualquier cosa menos una mujer que habia dejado atras la mayor parte de los retos de la vida.

– Buenos dias, Carl -lo saludo, sin ganas de continuar. Le dirigio una mirada profesional que le decia con total claridad que en aquel momento no habia nada entre ellos. Asi que a Carl no le quedo mas remedio que sonreir, y no pudo decir ni pio.

El resto del dia podria haber transcurrido al ralenti entre frustraciones causadas por su machacada vida sentimental; pero Yrsa tenia otros planes.

– Puede que hayamos encontrado algo en Ballerup -dijo, mirandolo con un regocijo apenas oculto y con restos de bollo entre las paletas-. Estos dias estoy teniendo una suerte extraordinaria. Justo como dice mi horoscopo.

Carl alzo la vista hacia ella con ojos esperanzados. De ser asi, tal vez levitara hacia la estratosfera, para que el pudiera quedarse en paz y tranquilidad meditando sobre su funesto destino.

– Ha sido bastante complicado conseguir esas informaciones -continuo-. Primero hable con el director de la escuela de Lautrupgard, pero solo llevaba alli desde 2004. Despues encontre una maestra que estaba desde que construyeron la escuela, y tampoco ella sabia nada. Despues hable con el bedel, que tampoco sabia nada, y luego…

– ?Yrsa! Por favor, vete al grano y ahorrate los detalles introductorios. Estoy ocupado -la reconvino, frotandose el brazo, que se le habia quedado dormido.

– Ya. Pues hoy he llamado a la Escuela de Ingenieros, y ahi he conseguido algo.

Fue como si se le despertara el brazo.

– ?Fantastico! -exclamo-. ?Como lo has hecho?

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