– No tienes mas que decirlo si quieres volver a charlar con el psicologo. No hay que subestimar los traumas que puede producir la experiencia por la que has pasado.

– No creo que sea necesario.

– De acuerdo, Carl, pero recuerdalo -insistio Marcus, volviendose hacia la pared del fondo. Despues se quedo mirando una imagen de las noticias de la segunda cadena en el televisor de cuarenta pulgadas y comento-: Te han puesto pantalla plana.

– Si, hay que estar al corriente de lo que pasa en el mundo -asintio, dando las gracias mentalmente a Assad. El tio habia montado el tinglado en cinco minutos. O sea, que tambien sabia hacer eso-. Por cierto, acaban de decir que la testigo del caso del ciclista asesinado ha intentado suicidarse.

– ?Que? Mierda, ?ya lo han hecho publico? -exclamo el jefe de Homicidios, con la fatiga pintada en el rostro.

Carl se encogio de hombros. Despues de diez anos como jefe de Homicidios ya deberia haberse acostumbrado.

– He dividido los casos en tres categorias -prosiguio, senalando los montones-. Son casos importantes y complejos. He pasado dias estudiandolos. Esto va a llevar mucho tiempo, Marcus.

El jefe de Homicidios aparto la mirada de la pantalla.

– Que lleve lo que haga falta, Carl. La cuestion es que logremos resultados de vez en cuando. Si quieres que los de arriba te echemos una mano, no tienes mas que decirlo -se ofrecio, tratando de sonreir, y continuo-: ?Que caso has pensado investigar en primer lugar?

– Bueno, he seleccionado varios. Pero el caso de Merete Lynggaard sera probablemente el primero.

El jefe de Homicidios parecio resucitar.

– Si, fue un caso extrano. Eso de desaparecer en cuestion de minutos en el transbordador Rodby-Puttgarden. Sin testigos.

– Hay muchas circunstancias extranas en ese caso -convino Carl, intentando recordar al menos una.

– Recuerdo que acusaron a su hermano de haberla arrojado por la borda, pero despues retiraron los cargos. ?Vas a retomar esa pista?

– Tal vez. No se donde vive ahora, por lo que primero tengo que localizarlo. Pero hay otros indicios que saltan a la vista.

– Juraria que en el expediente pone que lo han ingresado en una institucion del norte de Selandia -aseguro el jefe de Homicidios.

– Ah, bueno. Pero puede que ya no este alli -dijo Carl, tratando de parecer pensativo. Sube a tu despacho, senor jefe de Homicidios, penso. Cuantas preguntas, y solo habia tenido cinco minutos para leer el informe.

– Esta en un sitio que se llama Egely. En la ciudad de Frederikssund.

La voz procedia del hueco de la puerta, donde estaba Assad apoyado en su escoba. Parecia un extraterrestre con su sonrisa de marfil, sus guantes de goma verdes y una bata marron que le llegaba hasta los tobillos.

El jefe de Homicidios miro desconcertado a aquel ser exotico.

– Hafez el-Assad -se presento la aparicion, tendiendo un guante de goma.

– Marcus Jacobsen -dijo el jefe de Homicidios, estrechando su mano. Despues se volvio inquisitivo hacia Carl.

– Es nuestro nuevo ayudante en el departamento. Assad me ha oido hablar del caso -explico Carl, dirigiendo a Assad una mirada que lo dejo frio.

– Vaya -comento el jefe de Homicidios.

– Si, el subcomisario Morck ha trabajado muy duro, entonces. Yo lo he ayudado un poco por aqui y por alla, en lo que he podido -admitio con una amplia sonrisa-. Lo que no entiendo, o sea, es que no encontraran a Merete Lynggaard en el agua. En Siria, de donde vengo, hay cantidad de tiburones en el agua que se comen los cadaveres muertos. Pero si no hay tantos tiburones en el mar de Dinamarca, tendria que terminar por aparecer alguna vez. Esos cadaveres se hinchan como globos y las entranas se pudren.

El jefe de Homicidios trato de sonreir.

– Vaya. Pero los mares de Dinamarca son grandes y profundos. Es bastante habitual que no encontremos algun que otro ahogado. De hecho, ha sucedido varias veces que algun pasajero haya caido del transbordador al agua y no haya vuelto a aparecer.

– Assad -intervino Carl mirando el reloj-. Ya puedes irte. Nos veremos manana.

El hombre hizo un gesto breve de asentimiento y levanto el cubo. Despues de cierto estrepito al otro lado del pasillo, su rostro volvio a aparecer en el hueco de la puerta para despedirse.

– Menudo elemento, ese Hafez el-Assad -convino el jefe de Homicidios cuando el ruido de pisadas enmudecio.

Capitulo 13

2007

Tras el fin de semana, Carl encontro una nota del subinspector sobre el teclado del ordenador:

«He informado a Bak que has retomado el caso de Merete Lynggaard. Bak llevo el caso con la Brigada Movil en la fase final de la investigacion, asi que ya sabe algo. En este momento esta inmerso en el asesinato del ciclista, pero esta dispuesto, tan pronto como pueda, a hablar contigo».

Firmado: Lars Bjorn.

Carl dio un bufido. «Tan pronto como pueda». ?Quien se pensaba Bak que era, San Dios? Farisaico, presuntuoso, arrogante. Burocrata y alumno modelo a la vez. Seguro que su mujer tenia que rellenar impresos por triplicado antes de poder exigir alguna caricia exotica en los bajos.

O sea que Bak habia investigado un caso que no se habia resuelto. Fantastico. Casi le daban ganas de ponerse a trabajar.

Cogio el expediente de la mesa y pidio a Assad que le hiciera un cafe.

– No tan fuerte como el de ayer, Assad -le rogo, pensando en la distancia hasta el servicio.

El caso Lynggaard era sin duda el expediente mas complejo y enrevesado que habia visto Carl en su vida. Habia copias de todo, desde informes sobre la situacion de su hermano Uffe hasta transcripciones de interrogatorios, recortes de semanarios y revistas del corazon, un par de cintas de video con entrevistas a Merete Lynggaard y transcripciones detalladas de testimonios de colegas y pasajeros del barco que habian visto a los dos hermanos en cubierta. Habia fotos de dicha cubierta, de la borda y de la altura que habia hasta el agua. Habia analisis de huellas dactilares del lugar donde desaparecio. Habia direcciones de innumerables pasajeros que habian sacado fotografias a bordo del transbordador de la Scanlines; habia incluso una copia del cuaderno de bitacora del barco, donde constaba como reacciono el capitan ante la situacion. Pero no habia nada que hiciera avanzar a Carl.

Tengo que ver esas cintas de video, penso despues de hojear el expediente, y miro resignado su reproductor de DVD.

– Assad, tengo un encargo para ti -dijo cuando su subalterno volvio con el cafe humeante-. Subes al Departamento de Homicidios, en el segundo piso, pasas las puertas verdes y sigues por los pasillos rojos hasta que llegas a un ensanchamiento donde…

Assad le tendio la taza de cafe, que incluso a distancia olia a serios problemas para el estomago.

– ?Ensanchamiento? -pregunto, frunciendo el ceno.

– Si, hombre. El pasillo rojo se ensancha un poco. Alli dirigete a una mujer rubia. Se llama Lis. Es maja. Dile que tienes que llevar un magnetoscopio al sotano para Carl Morck. Somos buenos amigos, ella y yo -aclaro Carl, guinandole un ojo a Assad, que le devolvio el guino-. Pero si solo esta la morena, entonces vuelve a bajar.

Assad asintio con la cabeza.

– ?Y acuerdate de traer el euroconector! -grito cuando Assad se alejo arrastrando los pies por el pasillo iluminado de neon.

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