arma del crimen, que era una vieja navaja de afeitar, el lugar donde la testigo vio al asesinado y al supuesto asesino juntos, y finalmente el camino recorrido por la testigo a traves del parque. Todo estaba medido al milimetro y analizado una y otra vez, y nada encajaba.

– Nuestra charla tendra que esperar, Carl -dijo Bak, tirando de la manga de la vieja chaqueta de cuero que habia heredado del antiguo jefe de Homicidios. Aquella chaqueta era su tesoro, la prueba de que era alguien fantastico, y raras veces se separaba de ella. El aire caliente que proyectaban los radiadores debia de estar a cuarenta grados por lo menos, pero daba igual. Estaria pensando terminar pronto.

Carl contemplo las fotos clavadas en el tablon de anuncios tras ellos, y no fue un espectaculo alentador. Aparentemente el cuerpo lo habian desfigurado despues de morir. Tenia profundas cuchilladas en el pecho y le habian arrancado media oreja. Habian dibujado en su camisa blanca una cruz con la sangre de la victima. Carl suponia que la media oreja habria sido el pincel. La hierba escarchada alrededor de la bicicleta estaba hollada y habian pisoteado la bicicleta, los radios de la rueda delantera estaban totalmente aplastados. Su mochila estaba abierta y los libros de la Escuela de Comercio desparramados sobre la hierba.

– ?Dices que nuestra charla tendra que esperar? Vale. Pero ?puedes olvidar por un momento tu muerte cerebral y contarme que dice tu testigo estrella de la persona a quien vio hablando con la victima justo antes del asesinato? -pregunto.

Los cuatro hombres lo miraron como si hubiera profanado un silencio sepulcral.

Bak le dirigio una mirada inexpresiva.

– No es tu caso, Carl. Hablaremos despues. Lo creas o no, aqui arriba tenemos trabajo.

Carl asintio en silencio.

– Claro, se nota a kilometros en vuestras caras regordetas. Por supuesto que teneis trabajo. Y naturalmente tambien habeis enviado a alguien a registrar la casa de la testigo despues de que la ingresaran, me imagino.

Se miraron unos a otros. Irritados, pero tambien asombrados.

O sea que no habian enviado a nadie. Muy bien.

Marcus Jacobsen se habia sentado en su despacho justo antes de que llegara Carl. Tenia buen aspecto, como siempre. La raya del pelo estaba trazada con tiralineas, su mirada estaba alerta y presente.

– Marcus, ?habeis registrado la casa de la testigo despues del intento de suicidio? -pregunto Carl, senalando el expediente que habia sobre la mesa del jefe de Homicidios.

– ?A que te refieres?

– No habeis encontrado la media oreja de la victima, ?verdad?

– No, aun no. Y sugieres que podria estar en casa de la testigo.

– Yo que vosotros la buscaria alli jefe.

– Si se la han enviado, estoy seguro de que se habra deshecho de ella.

– Pues mirad en el cubo de la basura del patio. Y mirad bien en el retrete.

– Habra tirado de la cadena, Carl.

– ?No conoces esa historia del cagarro que tenia la costumbre de salir a flote por muchas veces que tirases de la cadena?

– Tranquilo, Carl. Cada cosa a su tiempo.

– El orgullo del departamento, el senor Bak, alumno-modelo, no quiere hablar conmigo.

– Pues tendras que esperar, Carl. Tus casos no van a esfumarse como por encanto.

– Te lo digo para que lo sepas. Es que tambien frena mi trabajo.

– Mientras tanto, te sugiero que estudies alguno de los otros casos -propuso Marcus, cogiendo el boligrafo y tamborileando unos compases sobre el borde de la mesa-. ?Y que hay de ese fenomeno de ayudante? No lo estaras involucrando en la investigacion, ?verdad?

– Bueno, veras, en el enorme departamento que dirijo tampoco tiene opcion de llegar a entender mucho de lo que sucede.

El jefe de Homicidios lanzo el boligrafo contra uno de los montones.

– Carl, tienes que guardar el secreto profesional, y ese tipo no es policia. No lo olvides.

Carl asintio con la cabeza. Ya decidiria el que decir y donde.

– Por cierto, ?donde habeis encontrado a Assad? ?En la oficina de empleo?

– Ni idea, preguntale a Lars Bjorn. O preguntaselo a el mismo.

Carl levanto el dedo indice.

– A proposito, quiero un mapa del sotano con sus medidas y con los puntos cardinales.

Marcus Jacobsen volvio a parecer algo cansado. No muchos se atrevian a encomendarle tan extranas misiones.

– Puedes imprimir el plano desde la intranet, Carl. ?Es facilisimo!

– Mira -dijo Carl, senalando el plano que tenia delante Assad-. Esta es la pared de ahi, y ahi esta tu alfombra para orar. Y aqui esta la flecha que senala el norte. Ahora podras colocar exactamente tu alfombra para orar.

La mirada que le dirigio Assad estaba llena de respeto. Seguro que llegaban a formar un buen equipo.

– Hay dos que han llamado con el telefono preguntando por ti. Les he dicho a ambos que ya los llamarias tu con mucho gusto, o sea.

– ?Si…?

– El encargado ese de Frederikssund y una senora que hablaba como una maquina para cortar metal. Carl dio un profundo suspiro.

– Es Vigga, mi mujer -comento. Asi pues, habia conseguido su nuevo numero de telefono. Se acabo la paz.

– ?Tu mujer? ?Estas casado?

– Venga, Assad, es dificil de explicar. Espera a que nos conozcamos mejor.

Assad apreto los labios y asintio con la cabeza. Un ramalazo de compasion atraveso su rostro serio.

– Assad, ?como has conseguido este trabajo?

– Conozco a Lars Bjorn.

– ?Lo conoces?

Assad sonrio.

– Bueno, ya sabes. Me he presentado todos los dias en su despacho durante un mes pidiendo trabajo.

– ?Has estado incordiando a Lars Bjorn para conseguir un trabajo?

– Si, es que me encanta la policia.

No llamo a Vigga hasta estar en la sala de su casa y haber olisqueado el guiso que, mientras tarareaba apasionadas arias, Morten habia preparado con lo que una vez fue un autentico jamon de Parma comprado por Internet.

Vigga no era mala persona, siempre que supieras dosificarla. A lo largo de los anos habia sido dificil, pero ahora que ella lo habia dejado, habia que respetar ciertas reglas del juego.

– Joder, Vigga -protesto-. No me gusta que me llames al trabajo. Ya sabes que tenemos un currelo del copon.

– Carl, carino. ?No te ha dicho Morten que me estoy helando de frio?

– ?Normal! No es mas que una cabana, Vigga. Esta remendada con materiales de desecho. Viejas tablas y cajas que nadie queria ya en 1945. No tienes mas que mudarte.

– No pienso volver a vivir contigo, Carl.

Carl inspiro profundamente.

– Ni se te ocurra. Iba a ser dificil meteros a ti y a tu banda de barbilampinos en la sauna del sotano. Ostras, existen mas casas y pisos con calefaccion.

– He encontrado una solucion magnifica.

Fuera lo que fuese, sonaba a caro.

– Una solucion magnifica es el divorcio, Vigga.

Algun dia tendria que llegar. Entonces ella exigiria la mitad del valor de la casa, que por desgracia habia aumentado bastante a cuenta de las subidas desquiciadas que, pese a las fluctuaciones, habia impuesto el

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