– Estaba la morena -declaro Assad cuando volvio-. Me ha dado dos magnetoscopios y me ha dicho que ya no les hacian falta.

Lucia una amplia sonrisa.

– Era guapa tambien.

Carl sacudio la cabeza. Debia de haber habido cambios de personal.

El primer video era de un telediario del 20 de diciembre de 2001, en el que Merete Lynggaard hablaba de un congreso informal sobre cuestiones sanitarias y climaticas celebrado en Londres en el que habia participado. La entrevista se centraba en el debate que mantuvo con el senador Bruce Jansen acerca de la posicion de Estados Unidos respecto a los trabajos de la OMS y el protocolo de Kioto, lo que en su opinion daba pie al optimismo de cara al futuro. ?Seria facil de embaucar?, penso Carl. Pero aparte de aquella ingenuidad, debida sin duda a la edad, Merete Lynggaard actuaba por lo demas con sobriedad, objetividad y precision, y eclipsaba totalmente a la recien nombrada ministra de Interior y Sanidad, que estaba junto a ella y parecia una parodia de una profesora de instituto de una pelicula de los sesenta.

– Una senora muy guapa -comento Assad desde la puerta.

El segundo video era del 21 de enero de 2002, cuando Merete Lynggaard, en nombre del portavoz de Medio Ambiente de su partido, se pronuncio sobre la denuncia del petulante ecoesceptico Bjarke Ornfelt ante la Comision de Falta de Honradez Cientifica.

Vaya nombre para una comision, penso Carl. Era increible que pudiera haber en Dinamarca algo que sonara tan kafkiano.

Esta vez era una Merete Lynggaard totalmente distinta la que aparecia en pantalla. Mas cercana, menos politica.

– Aqui esta verdaderamente preciosa -dijo Assad.

Carl lo miro. Era evidente que la importancia del aspecto fisico de una mujer era un parametro especialmente valioso en la vida del hombrecillo. Pero Carl penso que Assad tenia razon. En aquella entrevista la rodeaba un aura muy especial. Poseia mucho de ese increible atractivo que casi todas las mujeres son capaces de desplegar a su alrededor cuando estan realmente a gusto. Muy revelador, pero tambien desconcertante.

– ?Estaba embarazada, entonces? -pregunto Assad. A juzgar por la cantidad de familiares de sus fotos, era un estado de la mujer al que estaba bastante acostumbrado.

Carl cogio un cigarrillo y volvio a hojear la carpeta. Por razones obvias, un informe de autopsia no podia ayudarlo a contestar la pregunta, ya que nunca se encontro el cuerpo. Y cuando repasaba los articulos de las revistas del corazon, se insinuaba con total claridad que no le iban los hombres, aunque naturalmente eso no era obstaculo para quedarse embarazada. De hecho, mirando mas de cerca, nunca la habian visto en trato intimo con nadie, tampoco con una mujer.

– Seguro que estaba enamorada -concluyo Assad mientras agitaba la mano para alejar el humo del cigarrillo, y estaba tan cerca que casi se habia metido en la pantalla-. Esa mancha rojiza de la mejilla. ?Mira!

Carl sacudio la cabeza.

– Juraria que aquel dia estabamos a solo dos grados. Las entrevistas al aire libre suelen mostrar a los politicos con aspecto mas saludable, Assad, si no ?de que iban a aguantarlo?

Pero Assad tenia razon. Habia una diferencia notable entre la entrevista anterior y aquella. Algo habia ocurrido entre una y otra. El caso de Bjarke Ornfelt, un politicastro chiflado especializado en descomponer los hechos relacionados con catastrofes naturales hasta llegar a atomos irreconocibles, no podia provocarle un rubor tan encantador, carajo.

Se quedo un rato mirando al vacio. En una investigacion siempre llegaba un momento en el cual deseabas de todo corazon haber conocido a la victima en vida. Esta vez el momento llegaba mas temprano que de costumbre.

– Assad: telefonea a esa institucion, Egely, donde esta ingresado el hermano de Merete Lynggaard y concierta una entrevista en nombre del subcomisario Morck.

– ?El subcomisario Morck? ?Quien es ese?

Carl se llevo el indice a la sien. ?Era tonto, o que?

– ?Tu quien crees que es?

Assad sacudio la cabeza.

– Bueno, en mi cabeza pensaba que eras subcomisario de policia, entonces. ?No se llama asi despues de la ultima reforma de la policia?

Carl inspiro profundamente. Punetera reforma de la policia. A el se la traia floja.

El encargado de Egely volvio a llamar diez minutos despues, y no trato de ocultar su asombro porque quisieran hablar con el. Por lo visto, Assad habia improvisado un poco, pero ?que diablos cabia esperar de un ayudante doctorado en guantes de goma y cubos de plastico? Todos tenemos que aprender a gatear antes de caminar erguidos.

Miro a su ayudante y le dirigio una mirada alentadora cuando alzo la vista de su Sudoku.

En medio minuto Carl puso al encargado al corriente del caso, y la respuesta fue clara y concisa. Uffe Lynggaard no hablaba para nada, y por tanto el subcomisario tampoco tendria nada de que hablar con el. Ademas, la cuestion era que, aunque Uffe Lynggaard era mudo y dificil de abordar, no estaba legalmente incapacitado. Y como este no habia dado autorizacion para que nadie de la institucion se pronunciara en su nombre, tampoco ellos podian decir nada. Era la pescadilla que se mordia la cola.

– Conozco el procedimiento. Por supuesto, no pretendo que nadie rompa el secreto profesional. Pero lo cierto es que investigo la desaparicion de su hermana, y creo que Uffe se va a alegrar mucho de hablar conmigo.

– No habla, creia haberselo dicho.

– En realidad, pocos de los que interrogamos lo hacen, pero de todas formas nos las arreglamos. En el Departamento Q somos especialistas en captar senales no verbales.

– ?Departamento Q?

– Si, somos un grupo de elite de investigadores de la Jefatura. ?Cuando puedo ir?

Se oyo un suspiro. El hombre no era tonto. Sabia reconocer a un bulldog en cuanto se lo topaba.

– Vere lo que puedo hacer. Ya lo avisare -dijo despues.

– Oye, Assad, ?que le has dicho al hombre cuando has llamado?

– ?A ese? Le he dicho que queria hablar con el jefe, y no con un simple encargado.

– El encargado es el jefe, Assad.

Carl inspiro profundamente, se levanto, se dirigio hacia el y lo miro a los ojos.

– ?No conoces la palabra encargado? Un encargado es una especie de director.

Ambos asintieron en silencio, y el asunto quedo zanjado.

– Assad, manana ven a buscarme a casa, a Allerod. Vamos a dar un paseo en coche, ?de acuerdo?

Assad se encogio de hombros.

– Y no va a haber problemas con eso cuando viajemos juntos, ?verdad? -continuo, senalando la alfombra de orar.

– Puede enrollarse.

– Si, claro. ?Y como sabes si esta orientada hacia la Meca?

Assad se senalo la cabeza, como si tuviera injertado un GPS en el lobulo temporal.

– Si eres de los que no saben muy bien donde estan, para eso esta esto -aclaro, levantando una de las revistas de la estanteria y dejando a la vista una brujula.

– Entiendo -convino Carl, mirando los enormes manojos de tubos metalicos que discurrian por el techo-. Esa brujula no puedes usarla aqui abajo.

Assad volvio a senalarse la cabeza.

– O sea que te guias por tu instinto. No hace falta ser tan exacto, ?verdad?

– Ala es grande. Tiene unos hombros asi.

Carl adelanto el labio inferior. Por supuesto que Ala era ancho de hombros. ?En que estaria pensando?

Cuatro pares de ojeras se volvieron hacia Carl en el despacho del jefe de grupo Bak. No cabia la menor duda de que el grupo estaba trabajando duro. De la pared colgaba un mapa grande del parque de Valby donde aparecian los elementos mas importantes del caso en cuestion: escenario del crimen, lugar donde se descubrio el

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