A ambos les castaneteaban los dientes.

– No podemos quedarnos aqui -dijo Bryan, que se habia tumbado sobre el suelo helado.

Por un instante, el tren se inclino hacia una loma en una curva suave ofreciendoles una amplia vista.

– Si nos quedamos aqui fuera, nos moriremos de frio o acabaran con nosotros a tiros en la proxima estacion. Tenemos que saltar en cuanto podamos.

Bryan, con la mirada vacia, escuchaba con atencion el traqueteo cada vez mas rapido que producia el contacto de las ruedas del tren con las junturas de los railes.

– ?Maldita sea! -anadio quedamente.

– ?Estas herido? -James no miraba a Bryan-. ?Puedes ponerte en pie?

– ?No creo estar mas maltrecho que tu!

– Al menos podemos agradecer que hayamos tenido la suerte de subir a un tren ambulancia. Tenemos una plaza hospitalaria asegurada, al otro lado de la puerta.

Ninguno rio. James alcanzo el tirador de la puerta e intento moverlo. 1.a puerta estaba cerrada con llave.

Bryan se encogio de hombros. Aquello era una locura.

– Nos recibiran a balazos si conseguimos abrir la puerta. A saber lo que se esconde al otro lado.

James comprendio inmediatamente lo que queria decir su companero. Nadie daba un duro por la cruz roja, aun menos si estaba pintada sobre material aleman. Hacia ya tiempo que abusaban del signo de la misericordia. Incluso los pilotos de los cazas aliados habian dejado de tener vedado ese tipo de transportes, ambos lo sabian mejor que nadie.

?Y si realmente se trataba de un tren hospital? El odio que sentian los alemanes hacia los pilotos aliados era comprensible. El tambien tenia sus razones para odiar a los hombres de la Luftwaffe. Todos tenian cargos de conciencia mas que suficientes para olvidar la misericordia. Todos los que participaban en aquella guerra de locos.

Una sola mirada de James hizo que Bryan asintiera con la cabeza. Los ojos solo expresaron melancolia; melancolia y tristeza.

La suerte habia dejado de ser un valor infinito.

El tren se tambaleo al cruzar un paso a nivel. La silueta de una mujer de edad avanzada que irradiaba una autoridad natural se dibujo nitidamente en el camino, al lado de la casilla de peajero que estaba a su cargo.

James saco la cabeza cautelosamente y echo un vistazo a su alrededor. Todavia estaba oscuro; todo estaba en calma; nada dejaba adivinar lo que traeria la proxima curva, ni lo que les aguardaria en la siguiente.

Empezaron a oirse algunos ruidos provenientes del interior del vagon. La manana habia surtido su efecto. Era el pistoletazo de salida para que los enfermeros iniciaran sus tareas. A sus espaldas oyeron el crujido del pestillo de la puerta que unia las plataformas de los dos vagones. Un suave golpecito en el cuello de la cazadora hizo que James alzara la vista. Bryan reculo hasta colocarse detras de la puerta y le hizo senas a su companero para que siguiera su ejemplo.

Un segundo despues alguien tiro de la puerta. Un joven asomo la cabeza, respiro profundamente y suspiro, complacido. Gracias a Dios, el viento soplaba del norte y el enfermero tuvo que salir al extremo de la plataforma, dandoles asi la espalda antes de abrirse la bragueta.

Bryan poso la mano sobre el brazo de James cuando este empezo a temblar nerviosamente. Pero James retiro el brazo con un gesto impaciente y desplazo el peso a la pierna que estaba mejor colocada a fin de tomar impetu para el salto. El enfermero flexiono ligeramente las rodillas y solto una ventosidad mientras se sacudia satisfecho las ultimas gotas de orina al viento.

Desde donde se hallaba Bryan, parecio que James esperaba a que el enfermero diera la vuelta para saltar. El golpe cayo inmisericorde, atravesando el rostro perplejo del aleman, que se precipito al vacio. Un ruido sordo y el subito cambio de sentido del cuerpo revelo la muerte del enfermero al chocar contra un olmo solitario que dominaba majestuosamente la ladera que dejaron atras. En su caida continuada, el cuerpo desaparecio tras un arbusto cubierto de hielo.

Tardarian todavia un tiempo en descubrirlo.

Bryan estaba horrorizado. Jamas se habian encontrado cara a cara con la muerte que tantas veces habian causado. James se apoyo contra la pared vibrante del vagon.

– ?No podia hacer otra cosa, Bryan! ?Era el o nosotros!

Bryan acerco la frente a la mejilla de James y suspiro.

– ?Va a resultar muy dificil rendirse despues de esto, James!

La ocasion de rendicion habia sido perfecta. El joven enfermero habia salido a la plataforma solo y desarmado. Ahora era demasiado tarde para arrepentirse. Lo hecho, hecho estaba. Las traviesas pasaban zumbando bajo sus pies y el traqueteo de los railes se iba haciendo cada vez mas insistente.

Si saltaban ahora, serian aplastados en la caida.

James volvio la cabeza y acerco la oreja a la puerta. Al otro lado todo estaba en silencio. Escarmentado, se seco las manos en los pantalones, asio el tirador de la puerta, acerco el indice a los labios y asomo la cabeza por la hendidura de la puerta.

Le hizo un gesto a Bryan para que lo siguiera.

El interior del vagon estaba a oscuras. Un tabique indicaba el paso a una estancia mas amplia, de la que les llegaban algunos ruidos y un poco de luz. Debajo del techo habia algunos estantes repletos de tarros, botellines, tubos y cajas de carton de todos los tamanos; en una esquina habia un taburete. Esa estancia era el espacio reservado al enfermero de noche.

Al chico al que acababan de quitarle la vida.

James se bajo la cremallera de la cazadora cuidadosamente y le indico a Bryan que hiciera lo mismo con su mono de piloto.

Pronto se encontraron en mangas de camisa y calzoncillos largos. James habia lanzado el resto de sus ropas al viento desde la plataforma que acababan de abandonar.

Tenian sus esperanzas depositadas en que no les dispararan inmediatamente al verlos ataviados de aquella guisa.

La vision con la que se encontraron tras el tabique les hizo detenerse: decenas de soldados apinados en estrechas camas de acero o sobre colchones de crin de rayas grises y blancas en el suelo, pegados uno a otro. Una estrecha franja de tablas desnudas conducia hasta el fondo del vagon; era el unico camino que podian tomar. Varios rostros inexpresivos y sonolientos estaban vueltos hacia ellos, aunque no parecia que nadie fuera a reaccionar a su presencia. Muchos todavia llevaban el uniforme puesto. No habia ni un solo soldado raso.

Un sofocante hedor a orina y excrementos se mezclaba con unos discretos olores dulzones a alcanfor y cloroformo. La mayoria de aquellos hombres gravemente heridos respiraban con dificultad, pero ninguno se quejaba.

Al pasar lenta y comedidamente por su lado, James saludo con un gesto de la cabeza a aquellos a los que todavia parecia quedarles un poco de vida. Unas sabanas sucias y finas eran lo unico que los protegia del frio.

Uno alzo el brazo hacia Bryan, que intento zafarse con una sonrisa. James estuvo a punto de tropezar con un pie que asomaba por debajo de una sabana. Se llevo la mano a la boca para ahogar una exclamacion de sorpresa y dirigio la mirada al hombre que estaba tendido a sus pies. La mirada que le devolvio el oficial era fria y mortecina. Probablemente, el oficial llevaba muerto toda la noche y todavia estrujaba una compresa entre los dedos; la gasa estaba limpia pero el colchon estaba manchado de la sangre que debio abandonar al pobre desgraciado de forma repentina y violenta.

En el mismo momento en que James le arrancaba la gasa de ?a mano al muerto y se llevaba el rollo a la herida que tenia en el lobulo de la oreja y de la que volvia a manar la sangre, oyeron un traqueteo y un chirrido procedente del fondo del vagon de donde habian venido.

– ?Sigueme! -susurro James.

– ?Por que no nos quedamos donde estamos? -prorrumpio Bryant al llegar al pasillo de comunicacion. Casi todo el suelo estaba

Вы читаете La Casa del Alfabeto
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату