encargado murmuro un hola.

– Siento haber aparcado tan cerca del cristal -dijo el hombre, indicando con la cabeza un Ford azul al otro lado del cristal-. No vi el cartel hasta que habia salido del coche. Solo quiero unos refrescos.

El encargado le indico una de las neveras y volvio a su sitio detras del mostrador. El mas pequeno de los chicos, al que le asomaban unos rizos rubios debajo de la gorra, le estampo un billete de cincuenta coronas delante de las narices.

– Dos helados -le espeto entre dientes-. Dos helados barco, que eres un demonio.

El hombre del Ford se coloco detras de el. El nino cogio el cambio sin mediar palabra y se dio la vuelta. Luego le mostro uno de los helados a su amigo, que se habia refugiado junto a la puerta de entrada.

– Gilipollas -gritaron los dos en el momento en que la puerta se cerraba a sus espaldas.

– Tres Farris -dijo el cliente adulto.

– ?Quieres pagar con tarjeta? -pregunto el encargado de mal humor.

– No. Toma.

Recibio el cambio de un billete de cien y se metio el dinero en el bolsillo.

El encargado le echo una ojeada al coche. Estaba aparcado con la puerta del conductor junto al cristal, a menos de un metro de distancia. Tuvo la impresion de distinguir a alguien en el asiento del copiloto, un muslo y una mano que se alargaba para coger algo. En el asiento trasero dormia una mujer. Tenia la cabeza reclinada contra la ventana. La chaqueta se le habia arrugado en los hombros y la forzaba a colocar la nuca en una postura poco natural. Tenia el cuello casi tan rojo como la chaqueta.

– Adios -dijo el hombre, se bajo la visera de la gorra y desaparecio.

Puto 17 de mayo. Ya eran casi las cuatro, a esa hora por lo menos venia el cambio de turno. Si es que al jefe le venia en gana aparecer. Nunca se sabia. Mierda de dia.

Lentamente coloco una salchicha en un pan y la cubrio con ensalada de gambas y con pepinillos en vinagre, antes de comersela anadio grandes cantidades de mostaza.

Era la novena que se tomaba aquel dia y no le supo bien.

Capitulo 9

Abdallah al-Rahman estaba entusiasmado con la potrilla recien nacida. Era tan negra como su madre, pero una zona mas palida entre los ojos despertaba la esperanza de que heredara el morro blanco de su padre. Tenia las piernas desproporcionadamente largas, como corresponde a un caballo de pocos dias. El cuerpo prometia y el pelo ya brillaba como el oro. La potrilla retrocedio unos pasos cuando el se fue acercando poco a poco con la mano extendida. La yegua relincho con agresividad, pero el la tranquilizo enseguida hablando en voz baja y acariciandole el hocico.

Abdallah al-Rahman estaba satisfecho. Todo estaba saliendo segun el plan. Todavia no habia tenido contacto directo con nadie; seguia sin ser necesario. Y nunca en toda su vida adulta habia hecho algo innecesario. Dado que la vida esta constituida por un periodo limitado de tiempo, consideraba importante mantener el equilibrio y seguir una estrategia. El veia la vida como veia las increibles alfombras que engalanaban los suelos de los tres palacios que, por el momento, pensaba necesitar.

Las mujeres que hacian las alfombras siempre tenian un plan. Nunca empezaban por una esquina para luego anudar de modo arbitrario hasta conseguir una obra de arte cualquiera. Sabian con exactitud adonde se dirigian, y eso llevaba tiempo. De vez en cuando les llegaba la inspiracion, y podian anadir los mas bellos detalles por impulso. La perfeccion de una alfombra hecha a mano residia precisamente en su imperfeccion, en las diminutas desviaciones del plan previo, que, sin embargo, mantenian la simetria y el orden.

La mas bella de todas sus alfombras se encontraba en su dormitorio. La habia anudado su madre y le llevo ocho anos hacerlo. Cuando la acabo, Abdallah tenia trece anos y ella se la dio como regalo. Nadie habia visto antes una alfombra asi. Sus tonos dorados cambiaban segun como incidiera la luz y era dificil determinar con exactitud que colores se veian. Nadie habia visto nunca unos nudos tan tupidos ni una seda tan suave y grasa.

La potrilla se le acerco. Tenia los ojos negros azabache y los abrio de repente en el momento en que se tambaleo hacia un lado, y tuvo que agitar la cabeza para recuperar el equilibrio. Resoplo con desamparo y se pego al flanco de su madre antes de intentar dar otro paso hacia el.

La vida de Abdallah era como una alfombra y, al morir su hermano, decidio el aspecto que iba a tener. Habia introducido algunos cambios por el camino, simples ajustes, pero en realidad nunca habia hecho mas que lo que hizo su madre: alguna intervencion mas profunda y seria de vez en cuando, cambiar algun matiz porque era bello y pegaba.

A su unico hermano, tres anos mayor que el, lo mataron en Brooklyn el 20 de agosto de 1974. Se dirigia a casa de madrugada despues de visitar a una amiga norteamericana sobre la que sus padres no sabian nada. Cuando una senora mayor lo encontro a la manana siguiente, sus organos sexuales eran una masa sanguinolenta de golpes y patadas. El padre de los chicos acudio inmediatamente a Estados Unidos y regreso a su casa un mes mas tarde convertido en un viejo.

El asesinato nunca fue aclarado. A pesar de la poderosa posicion del padre en su pais de origen y de su indiscutible autoridad incluso en el encuentro con dignatarios norteamericanos, catorce dias despues, el detective responsable del caso se encogio de hombros y miro hacia otro lado cuando le comunico que por desgracia era probable que nunca encontraran al asesino. Habia demasiados asesinatos y demasiados chicos que no entendian que no habia que merodear por los barrios peligrosos despues de medianoche, sino quedarse en casa. Habia gran escasez de recursos, concluyo el detective, y luego dio carpetazo definitivo al caso.

El padre conocia al hombre que mucho mas tarde se convertiria en el presidente Bush y le habia hecho varios favores. Cuando llego el momento de exigir algo a cambio, nunca consiguio contactar con su influyente amigo. Pocos dias antes, Richard Nixon habia sido obligado a dimitir y Gerald Ford era el nuevo presidente de Estados Unidos. Y la misma noche en la que un joven extranjero fue asesinado a patadas en una calle de Brooklyn, el presidente Ford anuncio que Nelson Rockefeller iba a entrar en la Casa Blanca como el cuadragesimo primer vicepresidente de Estados Unidos. George Bush senior, profundamente decepcionado y humillado, tenia mejores cosas en las que pensar que en un conocido arabe medio olvidado. Y mas tarde aquel ano, se largo a China para lamer sus heridas politicas.

Ese otono Abdallah se hizo mayor. No tenia mas que dieciseis anos. Su padre nunca se recupero, aunque siguio dirigiendo la compania. Estaba rodeado de gente eficiente y, a pesar de que la segunda mitad de la decada de los setenta fue un tiempo turbulento en el sector petrolifero, la fortuna de la familia no dejo de crecer.

Pero el padre nunca volvio a ser el mismo. Se perdia en cavilaciones religiosas con cada vez mayor frecuencia, y apenas comia. Ni siquiera protesto cuando Abdallah decidio abandonar a sus padres y a sus seis hermanas para adquirir la educacion occidental que en principio se habia destinado a su hermano mayor.

La gente que dirigia sus cada vez mas numerosas companias era eficaz y contaba con la confianza de Abdallah, pero con solo veinte anos ya estaba al tanto de casi todo lo que sucedia en el emporio y volvia a casa con tanta frecuencia como podia. Sin embargo, el verano que cumplio veinticinco anos, su padre murio de pena por el hijo que habia perdido casi diez anos antes.

Abdallah lo vio venir y lo incorporo a la alfombra de su vida, de manera que no le cogio por sorpresa. Se convirtio en la cabeza y en el unico propietario de un emporio que nadie conocia lo suficiente como para tasarlo. Solo el mismo podria haber proporcionado una cifra razonable, pero nunca lo hizo.

Lo unico para lo que no estaba preparado, era para la ausencia de furia.

Medio ano despues de la muerte de su hermano estaba tan exhausto de enfado que se puso enfermo, pero una convalecencia en Suiza hizo que se recuperara y el lugar de la furia fue ocupado por una serenidad calculadora con la que le resultaba mucho mas sencillo vivir. Durante el tiempo en que dirigio su colera contra todos y todo, esta lo habia devorado por dentro del mismo modo que la pena lo hizo con su padre, pero aquel nuevo cinismo calculado era algo que podia racionalizar. Abdallah descubrio el valor de la planificacion a largo plazo y de las estrategias bien meditadas, y traslado el regalo de su madre a su dormitorio para poder estudiarlo antes de dormirse y en las raras veces que por la noche le despertaban pesadillas sobre su padre.

La potrilla era una de las cosas mas hermosas que habia visto en su vida. El hocico era perfecto y las fosas

Вы читаете Una Manana De Mayo
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату