maldito.
– Es Gerhard Skroder -dijo Yngvar reclinandose en la silla-. Lo llaman «el Canciller». Estuvo hablando tanto por las calles que durante un tiempo creimos que estaba implicado en «el asalto NOKAS». Pero se demostro que estaba alardeando. En el robo de los Munch, en cambio…
Frank Larsen trabajaba con los dedos mientras Yngvar hablaba; la impresora del rincon empezo a sonar.
– Nunca hemos podido demostrar nada. Pero si me preguntas a mi, estaba implicado.
Silje Sorensen trajo la hoja de la impresora y la estudio durante un instante antes de darsela a Yngvar.
– ?Sigues estando seguro?
Ciertamente no era una buena fotografia, pero tras el meticuloso tratamiento informatico, al menos era clara. Yngvar asintio pasando el dedo por la fotografia. Aquella gigantesca nariz, rota por primera vez durante una pelea en la carcel en el ano 2000 y por segunda vez durante un altercado con la Policia dos anos mas tarde, era inconfundible.
Gerhard Skroder, un notorio bandido, venia de una familia aparentemente acomodada. Su padre era jefe supremo de una gran institucion de la Administracion. Su madre era parlamentaria por el Partido Socialista de Izquierdas. La hermana de Gerhard era abogada de negocios y a su hermano pequeno lo acaban de seleccionar para el equipo nacional de atletismo. El propio Gerhard llevaba desde los trece anos intentando ganar a la Policia, sin exito.
El asalto NOKAS, llevado a cabo el ano anterior en Stavanger, fue el mas grande de la historia de Noruega y le costo la vida a un policia. Nunca se habian destinado tantos recursos a un solo caso y acabaron arrojando resultados. El juicio se iba a celebrar alrededor de Navidad. Gerhard Skroder estuvo mucho tiempo en el candelero, aunque a finales de invierno quedo descartado.
Pero como la investigacion del caso NOKAS obligo a revolver todo el mundillo del robo, su nombre volvio a surgir unas cuantas veces en contextos diferentes, pero casi igual de interesantes.
Cuando en agosto de 2004, los cuadros El grito y
– Dejame ver -dijo Frank Larsen, y extendio la mano para coger la fotografia, que examino largamente.
»Escojo creerte -dijo por fin, mientras se restregaba los ojos con los nudillos-. Pero ?me puedes explicar por que un tipo del mundillo del robo esta implicado en la operacion de camuflaje de la presidenta norteamericana? -Miro a Yngvar con los ojos enrojecidos-. ?Me puedes responder a eso? ?Eh? Lo de secuestrar a la presidenta de Estados Unidos queda bastante mas alla de lo que suelen hacer estos tipos, ?no? Esa gente solo piensa en una cosa: en dinero. Por lo que tengo entendido, nadie ha pedido ni rescate ni una puta…
– Te equivocas -lo interrumpio Yngvar-. No solo piensan en dinero. Tambien piensan en su… prestigio. Pero es probable que tengas razon en una cosa. Yo tampoco creo que hayan secuestrado a la presidenta de Estados Unidos. La verdad es que no creo que Gerhard Skroder tenga la menor idea de lo que va el asunto. Se ha limitado a aceptar un encargo muy bien pagado, diria yo. Pero se lo podeis preguntar a el, claro. Esos tipos se han colocado de tal manera en la vida que sabemos exactamente donde estan. En todo momento. No creo que os lleve mas de una hora encontrarlo. -Se acaricio la barriga con una mueca y anadio-: Y ahora tengo que comer. ?Buena suerte!
Sono su telefono. Echo un vistazo a la pantalla y, sin decir nada mas, salio corriendo al pasillo para cogerlo.
Capitulo 12
Una mujer se aproximaba al lago. No llevaba la ropa adecuada para el tiempo que hacia. El cielo gris rozaba el agua y las olas se ponian blancas a solo cien metros de la orilla. La manana habia apuntado muy bien y se habia arriesgado a no ponerse la camiseta interior de lana. No habia sentido frio por todo el camino hasta Ullevalseter, pero se arrepentia de haber elegido dar el rodeo por Oyungen en el regreso.
Se dirigia a Skar, donde tenia aparcado el pequeno Fiat que su hijo intentaba inutilmente que no condujera. La mujer acababa de celebrar su ochenta cumpleanos. Al acabar la fiesta, descubrio que las llaves del vehiculo habian desaparecido de su gancho habitual sobre el estante de la entrada. Era evidente que su hijo tenia la mejor intencion, pero a pesar de ello le molestaba que tomara el mando y se creyera mas capacitado que ella misma para juzgar su propio estado de salud. Por suerte tenia unas llaves de sobra en el joyero.
Se sentia sana como un potrillo; eran las excursiones por los campos y los bosques las que la mantenian asi. Los leves derrames cerebrales que la aquejaban de vez en cuando la volvian un poco olvidadiza, pero a sus piernas no les pasaba nada.
Tenia muchisimo frio y unas enormes ganas de orinar.
Estaba acostumbrada a evacuar aguas bajo cielo abierto, pero la idea de bajarse los pantalones en el gelido viento la impulsaba a acelerar el paso para evitarlo.
Sin embargo, no quedaba mas remedio, iba a tener que buscar un lugar adecuado.
Justo antes del dique se encamino hacia el norte y se abrio camino entre un boscaje de abedules que ya tenian racimos de flores y pegajosas hojas verde claro. Un monticulo natural de tierra le dificultaba el paso. La anciana tanteo un macizo de hierba con las botas, se agarro a una rama y se metio en una zanja de metro y medio de profundidad. En el momento en que se iba a bajar los pantalones, lo vio.
Yacia apaciblemente dormido. Con uno de los brazos se protegia la cara. El musgo bajo su cuerpo era mullido y el boscaje de pequenos abedules casi le hacia de edredon.
– Hola -dijo la mujer, que se dejo puesta la ropa-. ?Hola, hola!
El hombre no respondio.
Con grandes esfuerzos paso por encima de una roca y pisoteo el barro. Una rama la alcanzo en la cara. Reprimio un grito, como si quisiera mostrar consideracion hacia el hombre que estaba bajo los arboles. Por fin llego hasta el con el aliento entrecortado.
Se le estaba acelerando el pulso. Estaba mareada. Le levanto el brazo con cuidado. Los ojos que la miraron fijamente eran de color marron claro. Estaban abiertos como platos, y por encima de uno de ellos caminaba una pequena mosca.
No supo que hacer. No tenia telefono movil, a pesar de la constante insistencia de su hijo, porque ese tipo de cosas estropeaba las excursiones y ademas podia provocar cancer en la cabeza.
El hombre llevaba un traje oscuro y sus elegantes zapatos estaban completamente embadurnados. La mujer estuvo a punto de echarse a llorar. El hombre le parecia muy joven, no debia de pasar de los cuarenta. Tenia una expresion apacible en la cara y sus bellas cejas se parecian a un pajaro que huyera de los grandes ojos abiertos. La boca estaba azulada y, por un momento, penso que seria posible intentar reanimarlo. Tiro de la chaqueta para alcanzar el corazon, pensando que alli era donde debia intervenir. Algo cayo de su bolsillo. Era una especie de cartera, y la recogio. Luego enderezo la espalda, como si por fin entendiera que el frio cadaver estaba ya a varias horas de poder ser salvado por reanimacion cardiaca. Aun no se habia percatado del agujero de bala en la sien.
Una violenta nausea le recorrio el cuerpo. Levanto lentamente la mano derecha. La sentia tan lejana, tan fuera de control… El miedo la impulsaba a salir de alli, a volver al camino por el que no paraba de pasar gente. Por una suerte de mero reflejo se metio la pequena cartera de cuero en el bolsillo de la chaqueta y gateo por encima del monticulo de tierra. La pierna derecha le fallaba, estaba entumecida y dejo de sentirla, la anciana consiguio salir del boscaje y llegar hasta el camino de grava gracias a la voluntad de hierro que la habia mantenido sana y fuerte durante ochenta anos y cinco dias.
Luego se desplomo y perdio la consciencia.
Capitulo 13