volveras?
Al le echo un vistazo a su reloj de pulsera y vacilo.
– Dentro de menos de una hora. Primero tengo que llevar a Louise y luego voy al centro a hacer un recado. Alrededor de tres cuartos de hora, diria yo.
– Hasta ahora -dijo Fayed entrando en la casa.
La puerta de malla metalica se cerro de un portazo tras el.
Louise se habia vuelto a meter en el coche. Al Muffet condujo despacio por el camino de gravilla hasta salir a la carretera.
– Parecia muy agradable -dijo Louise.
– Seguro.
La carretera estaba en mal estado porque nadie habia tapado aun los muchos hoyos producidos por el desgaste del invierno. En realidad a Al Muffet no le molestaba. La irregularidad de la calzada forzaba a quienes pasaban por ahi a disminuir la velocidad. Rodeo una colina a pocos cientos de metros de su propio terreno y detuvo el coche.
– ?Adonde vas, papa?
– A achicar agua -dijo con una sonrisa rapida y salio.
Paso por encima de la cuneta y se dirigio a la espesura sobre la cima de la colina. Lentamente se abrio paso entre la fronda, procurando mantenerse todo el rato a resguardo de los grandes arces que crecian junto a una enorme roca que hacia equilibrios al borde un pequeno barranco.
Fayed habia vuelto a salir. Estaba en el camino de gravilla, a medio camino entre la casa y la carretera. Parecio vacilar un poco antes de dirigirse a la verja. La bandera del buzon estaba bajada, el cartero aun no habia pasado. Fayed estudio el buzon, que Louise habia pintado el ano anterior de color rojo con un caballo azul que galopaba en ambos costados.
Fayed enderezo la espalda y empezo a caminar de vuelta a la casa. Esta vez iba mas decidido y acelero el paso. Se detuvo junto al coche alquilado y se metio dentro. Alli se quedo sin poner en marcha el motor. Podia dar la impresion de que hablaba por el telefono movil, pero a esa distancia era dificil de determinar.
– ?Papa! ?Vienes ya?
Al retrocedio entre dudas.
– Voy -murmuro, y atraveso con esfuerzo la fronda-. Ahora voy.
Se cepillo las hojas y las ramitas antes de meterse en el coche.
– Voy a llegar muy tarde -se quejo Louise-. Es la segunda vez este mes, ?y es culpa tuya!
– Que si -murmuro Al Muffet con la cabeza en otro lado y metio la marcha.
Quiza su hermano tuviera ganas de estirar las piernas. Tal vez no tuviera hambre. Era normal que quisiera tomar el aire despues de un viaje tan largo. Pero ?por que se habia vuelto a sentar en el coche? ?Por que habia venido su hermano? ?Y por que, por primera vez segun recordaba, habia sido tan amable?
– ?Mira por donde vas!
De pronto giro el volante hacia la derecha y evito por los pelos salirse del camino. El coche patino hacia el otro lado y el piso el freno por puro reflejo. La rueda de atras quedo atascada en la profunda cuneta. Al Muffet volvio a soltar el freno y el coche se acelero hasta que al fin quedo atravesado en medio de la carretera.
– ?Que estas haciendo? -grito Louise.
«Solo un pequeno ataque de paranoia», penso Al Muffet, e intento volver a poner en marcha el coche mientas decia:
– No pasa nada, bonita. Calmate. Ya esta.
Capitulo 15
La presidenta de Estados Unidos habia perdido la nocion del tiempo.
En eso es en lo que habia intentado concentrarse.
Al meterla en el coche, le habian quitado el reloj de pulsera y le habian puesto una capucha en la cabeza. Las dos cosas sucedieron tan inesperadamente que no se habia resistido, pero cuando el motor se puso en marcha, se recompuso y calculo que el viaje habia durado media hora escasa. Los hombres no habian intercambiado ni una palabra, asi que pudo contar en paz. Le habian atado las manos por delante, no a la espalda, y como la sentaron sola en el asiento trasero, pudo ayudarse con los dedos. Cada vez que llegaba al numero sesenta, se agarraba el dedo siguiente. Cuando al cabo de diez minutos se le acabaron los dedos, se arano a si misma en la palma de la mano, con una una aseada y medio larga. El dolor la ayudaba a recordar. Tres rasgunos. Treinta minutos. Mas o menos media hora.
Oslo no era grande. ?Un millon de habitantes? ?Mas?
Lo unico que le permitia ver algo en la habitacion era una debil bombilla rojiza que estaba montada en la pared, junto a la puerta cerrada. Fijo la vista en lo rojo e inspiro hondo.
Debia llevar ya bastante tiempo alli. ?Habria dormido? Habia orinado en un rincon de la habitacion. Era dificil bajarse los pantalones con las manos atadas, pero pudo hacerlo. Fue peor volverselos a poner. ?Cuantas veces habia estado en la caja de carton llena de papel de periodico? Intento recordar, calcular, agarrar el tiempo.
Tenia que haber dormido.
Oslo no era grande.
No era demasiado grande. No llegaba al millon de habitantes.
Suecia era la mas grande. Estocolmo era la mas grande.
«Concentrate. Respira y piensa. Tu sabes hacer esto. Tu sabes.»
Oslo era pequeno.
?Medio millon? Medio millon.
No creia haber dormido en el coche, pero ?y despues?
Sentia el cuerpo como si fuera de plomo. Le resultaba doloroso moverse. Llevaba demasiado tiempo en la misma postura. Intento separar los muslos con cuidado y descubrio con sorpresa que se habia orinado encima. El olor no le molestaba, no olia a nada.
«Respira. Tranquila. Has dormido. Concentrate.»
Recordaba como habia llegado con el avion.
La ciudad trepaba por las colinas que la rodeaban y el fiordo se abria paso hasta el nucleo de la urbe.
Helen Lardahl Bentley cerro los ojos contra la roja penumbra. Intento rememorar las impresiones que tuvo cuando el Air Force One se acercaba al aeropuerto al sur de Oslo.
Al norte. Estaba al norte de la ciudad, por fin lo recordo.
Cerrar los ojos la ayudaba.
Los bosques en torno a la capital no le parecian en absoluto tan salvajes ni estremecedores como los describian las sagas familiares, como le contaba su abuela cuando estaba sentada en su regazo. La anciana nunca habia puesto un pie en la vieja patria, pero la imagen que le habia inculcado a sus hijos y a sus nietos era muy viva: Noruega era bella, aterradora y por todas partes habia abruptas montanas.
Pero no era verdad.
A traves de la ventana del Air Force One, Helen Bentley habia visto algo completamente distinto. El paisaje era amable. Habia colinas y montes, con restos de nieve en las laderas que daban hacia el norte. Los arboles habian empezado a reverdecer, en el tono claro que le correspondia a aquella epoca del ano.
?Como de grande era Oslo?
No podian haber llegado muy lejos.
El hotel, por lo que habia entendido, estaba en medio de la ciudad. En media hora no podian haberla llevado muy lejos.
Habian girado varias veces. Tal vez fueran maniobras necesarias, pero tambien podian haberlo hecho para despistarla. Aun podria estar en el centro.
Pero tambien podria estar equivocada. Podria estar completamente equivocada. ?Se habria quedado dormida? ?No se habria quedado en realidad dormida?
En el coche no habia dormido. Habia mantenido la cabeza fria y habia contado los segundos. Cuando retorcia