Abrio poco a poco el sobre exterior. Saco el interior con la parte de atras hacia arriba. La carta no estaba lacrada, simplemente la habian cerrado del modo normal. No tenia remitente. Cuando estaba a punto de darle la vuelta al sobre para ver a quien iba dirigida, se quedo petrificado.

Lo que no supiera, no podia hacerle dano.

Aun podia tirar el sobre. A pocos metros de distancia habia una papelera. Podia tirar la carta, acudir a sus reuniones e intentar olvidar todo el asunto.

Nunca conseguiria olvidarlo, porque sabia que Abdallah nunca lo olvidaria a el.

Con decision solto la carta en el buzon de correos azul. Agarro su maleta y echo a andar. Al pasar por delante de la papelera, arrugo el sobre exterior, que no llevaba nombre, y lo tiro dentro.

No habia nada malo en enviar una carta.

No era un delito hacerle un favor a un amigo. Tom enderezo los hombros y respiro hondo. Queria solventar sus reuniones lo antes posible e intentar coger un avion a Chicago al final de la tarde. Iba a volver con Judith y los ninos, y no habia hecho nada malo.

Eso si, estaba tremendamente cansado.

Se detuvo ante un paso de peatones y aguardo la luz verde.

Tres taxis pitaban con enfado, se peleaban por el carril interior para entrar en Madison Avenue. Un perro no dejaba de ladrar y las ruedas chillaban contra el asfalto. Una nina gritaba y protestaba porque la madre la llevaba a rastras, se colocaron al lado de Tom y la adulta le sonrio a modo de disculpa. El le devolvio una sonrisa llena de comprension y dio un par de pasos hacia la calzada.

Cuando, un par de minutos mas tarde, la Policia llego al lugar de los hechos, las versiones de los testigos divergian en todas las direcciones. La madre de la nina estaba casi histerica y no pudo aportar gran cosa sobre lo que habia sucedido cuando aquel hombre corpulento y de mediana edad habia sido arrollado por un Taurus verde. Se aferraba a su hija y lloraba a lagrima tendida. El hombre del Taurus tambien estaba destrozado, sollozaba algo como «de pronto» y «cruzo en rojo». Algunos de los transeuntes se encogian de hombros y murmuraban que no habian visto nada, mientras miraban el reloj a hurtadillas y salian corriendo en cuanto la Policia les daba permiso.

Sin embargo, dos de los testigos parecian muy lucidos. Uno de ellos, un hombre de unos cuarenta anos, se encontraba en el mismo lado de la calle que Tom O'Reilly cuando todo aquello sucedio. Juraba que el hombre se habia tambaleado, antes de que la luz se pusiera verde, y que se habia derrumbado hacia la calle. Un desmayo, pensaba el testigo chasqueando la lengua elocuentemente. Estuvo dispuesto a proporcionar su nombre y su direccion a la alterada policia, y miro de soslayo la figura que yacia inmovil en medio del cruce.

– ?Esta muerto? -pregunto en voz baja, y recibio un si en respuesta.

El otro testigo, un hombre mas joven, con traje y corbata, se encontraba en el otro lado de la calle 67 en el momento del suceso. Daba una version de los hechos que coincidia en gran medida con la primera. La policia apunto tambien sus datos personales y se sintio aliviada al poder tranquilizar al abatido conductor diciendo que habia sido todo un terrible accidente. El hombre respiro mas tranquilo y, al cabo de pocas horas, y gracias a los lucidos testigos, volvia a ser libre.

Poco mas de una hora despues de la muerte de Tom O'Reilly, el lugar estaba completamente despejado. El cadaver habia sido identificado muy deprisa y se lo llevaron de alli. El trafico continuo como antes. Aunque por un tiempo los restos de sangre en la calzada hacian que algun que otro transeunte se sorprendiera un instante, sobre las seis de esa misma tarde cayo un chaparron que elimino del asfalto el ultimo indicio de que alli habia sucedido algo tragico.

Capitulo 17

– ?Quien te ha dado la idea?

El policia que, sentado ante el monitor del gimnasio de la Comisaria General, se habia pasado dia y medio repasando unas cintas que no mostraban mas que un pasillo vacio, miraba a Yngvar Stubo con suspicacia.

– No es logico -anadio con un poco de agresividad-. A nadie se le podria ocurrir que hubiera algo interesante en las grabaciones despues de que la mujer desapareciera.

– Si -dijo el comisario jefe Bastesen-. Es completamente logico, y una verdadera verguenza que no se nos haya ocurrido antes. Pero lo hecho, hecho esta. Sera mejor que nos ensenes lo que puedas.

Warren Scifford por fin habia vuelto. A Yngvar le habia llevado media hora dar con el. El norteamericano no cogia el movil y en la embajada tampoco atendian el telefono. Al llegar, sonrio y se encogio de hombros sin dar mayores explicaciones sobre donde habia estado. Cuando entro en el gimnasio se quito el abrigo, el aire era irrespirable.

– Fill me in -dijo agarrando una silla libre, se sento y se arrimo a la mesa.

Los dedos del policia volaron por el teclado. La pantalla parpadeo en azul hasta que la imagen se aclaro. Habian visto la escena muchas veces: dos agentes del Secret Service se dirigian a la puerta de la suite presidencial. Uno de ellos llamaba.

El contador digital de la esquina superior izquierda de la pantalla marcaba las 07.18.23.

Los agentes aguardaban unos segundos y luego uno de ellos ponia la mano sobre el pomo.

– Es curioso que la puerta estuviera abierta -murmuro el policia, que tenia los dedos listos sobre el teclado.

Nadie dijo nada.

Los hombres entraron y desaparecieron de la zona que cubria la camara.

– Deja que corra la cinta -dijo Yngvar y se apunto la hora.

07.19.02

07.19.58

Dos hombres salian precipitadamente.

– Aqui es donde hemos dejado de mirar -dijo el policia con desanimo-. Aqui paraba y rebobinaba hasta las doce y veinte.

– Cincuenta y seis segundos -dijo Yngvar-. Permanecen cincuenta y seis segundos en la habitacion antes de salir corriendo y dar la alarma.

– Menos de un minuto en mas de cien metros cuadrados -dijo Bastesen restregandose la barbilla-. No es un gran registro.

– Would you please speak English -dijo Warren Scifford, sin apartar los ojos de la pantalla.

– Sorry -dijo Yngvar-. Como ves, no llevaron a cabo una inspeccion demasiado rigurosa. Vieron que la habitacion parecia vacia, leyeron la nota y that's about it. Pero ahora espera. Mira… ?Mira esto!

Se echo hacia la pantalla y senalo. El policia del teclado habia hecho avanzar la cinta hasta una imagen en la que se vislumbraba un movimiento en la parte baja de la pantalla.

– Una… ?camarera?

Warren entorno los ojos.

– Un camarero -lo corrigio Yngvar.

El limpiador era un hombre bastante joven. Llevaba un practico uniforme y empujaba un gran carrito que tenia estantes para los botecitos de champu y otras cosillas y, delante, una cesta profunda y aparentemente vacia para las sabanas sucias. El hombre vacilo un segundo antes de abrir la puerta de la suite y entrar con el carro por delante.

– 07.23.41

Yngvar leyo los numeros despacio.

– ?Tenemos controlado lo que sucedia en esos momentos? ?En el resto del hotel?

– No del todo -dijo Bastesen-. Pero puedo decir, sin miedo a equivocarme, que casi todo era… un caos. Lo mas importante es que nadie estaba mirando las camaras de vigilancia. Habia saltado la alarma general y teniamos problemas para…

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