– ?Ni siquiera vuestra gente? -lo interrumpio Yngvar, que miro a Warren.
El norteamericano no respondio. Tenia los ojos pegados a la pantalla. El contador indicaba las 07.25.32 cuando el limpiador volvio a salir. Tuvo dificultades para pasar el carro por la puerta. Las ruedas se le resistian, y la parte delantera se atascaba durante varios segundos hasta que por fin conseguia salir al pasillo.
La cesta estaba llena. Estaba cubierta con una sabana o una toalla grande; una de las esquinas colgaba del borde. El carro se acercaba a la camara y la cara del limpiador era visible.
– ?Trabaja alli? -pregunto Yngvar en voz baja-. De verdad, quiero decir. ?Es un empleado?
Bastesen asintio con la cabeza.
– Tenemos a gente fuera buscandolo en estos momentos -susurro-. Pero ese tipo de ahi… -Senalo al hombre que caminaba detras del joven limpiador pakistani; un hombre corpulento vestido con traje y zapatos oscuros. El pelo era tupido y corto, y tenia la mano apoyada contra la espalda del pakistani, como para meterle prisa. Llevaba algo que podia recordar a una pequena escalera plegable-. Sobre ese tipo por ahora no sabemos nada. Pero hace solo veinte minutos que hemos visto esto, asi que estamos trabajando en…
Yngvar no le escuchaba. No le quitaba el ojo de encima a Warren Scifford. El norteamericano tenia la cara de un palido grisaceo y una fina capa de sudor se le habia extendido por la frente. Se mordia el nudillo de un dedo y seguia sin decir nada.
– ?Pasa algo? -pregunto Yngvar.
– Mierda -respondio Warren con contencion, y se levanto tan bruscamente que la silla estuvo a punto de volcarse.
Cogio el abrigo de la silla y vacilo un momento antes de repetir, con tanta fuerza que todo el mundo en la sala se dio la vuelta:
Agarro con vehemencia el brazo de Yngvar. El sudor le pegaba los rizos del flequillo a la frente.
– Tengo que ver otra vez esa habitacion de hotel. Ahora.
Luego salio precipitadamente hacia la puerta. Yngvar intercambio una mirada con el comisario jefe Bastesen, luego se encogio de hombros y salio corriendo detras de el.
– No ha dicho quien le ha dado la idea -dijo el policia del monitor de mal humor-. La idea de comprobar las grabaciones posteriores. ?Te has enterado de quien es el genio?
La mujer de la mesa de al lado se encogio de hombros.
– Bueno, me he ganado un descanso -dijo el hombre, y se fue a buscar algo que se pareciera a una cama.
Capitulo 18
Helen Lardahl Bentley habia dormido profundamente. No tenia la menor idea de cuanto tiempo habia pasado, pero recordaba que estaba sentada en la silla cuando le dio el ataque de jaqueca. Ahora estaba tumbada de costado, en el suelo. Los musculos le escocian y le dolian. Al intentar incorporarse, se dio cuenta de que tenia el brazo y el hombro derecho amoratados. Un fuerte chichon sobre la sien le dificultaba abrir el ojo.
Deberia de haberse despertado de la caida. Tal vez el choque con el suelo la hubiera dejado inconsciente. Debia de llevar asi mucho tiempo. No conseguia levantarse. El cuerpo no la obedecia. Tenia que acordarse de respirar.
Sus pensamientos vagaban. Era imposible agarrarse a nada. Por destellos veia a su hija -de bebe, de nina, de adolescente rubia, la mas guapa de todas- y luego desaparecia. Billie era absorbida por la luz de la pared, como en un hoyo rojo oscuro; Helen Bentley pensaba en el entierro de su abuela paterna y en la rosa que habia dejado sobre el ataud; era roja y estaba muerta, y la luz le cortaba los ojos.
Respira. Dentro. Fuera.
La habitacion estaba demasiado tranquila. Anormalmente silenciosa. Intento gritar, pero todo lo que consiguio emitir fue un debil gemido que desaparecio como en una gruesa almohada. Las paredes no devolvian la resonancia.
Tenia que respirar, tenia que respirar bien.
El tiempo daba vueltas sobre si mismo. Le parecia ver numeros y relojes por toda la habitacion y cerro los ojos al chaparron de manecillas con forma de flecha.
– Quiero levantarme -grito con voz ronca, y consiguio, por fin, incorporarse.
La pata de la silla se le clavo en la espalda.
–
Se dio la vuelta. Tuvo la sensacion de que los musculos de sus piernas estuvieran a punto de reventar cuando al fin consiguio ponerse de rodillas. Apoyo la cabeza contra la pared y aprecio vagamente que era blanda. Se ayudo con el hombro y, con un ultimo esfuerzo, consiguio levantarse por completo.
– … the office of President of the United States.
Tuvo que dar un paso a un lado para no caer. Las tiras de plastico se adentraban cada vez mas en la piel de sus munecas. De pronto sentia la cabeza ligera, como si el craneo hubiera sido vaciado de todo lo que no fuera el eco de los latidos de su propio corazon. Como se encontraba a pocos centimetros de la pared, se quedo de pie.
Habia una sola puerta en la habitacion y estaba en la pared opuesta. Tenia que cruzar el cuarto.
Warren la habia traicionado.
Tenia que averiguar por que, pero tenia la cabeza vacia: era imposible pensar y tenia que moverse por el suelo. La puerta estaba cerrada, de pronto lo recordaba, ya lo habia comprobado antes. Las mullidas paredes se tragaban el poco ruido que conseguia hacer, y era imposible abrir la puerta. Aun asi, era lo unico que tenia, porque detras de las puertas siempre existe la posibilidad de otra cosa, de otra persona, y tenia que conseguir salir de aquella caja insonora que estaba a punto de quitarle la vida.
Con cuidado, coloco un pie delante del otro y empezo a caminar por el suelo oscuro que parecia moverse.
Capitulo 19
Yngvar Stubo estaba empezando a comprender por que a Warren Scifford se le conocia como «The Chief».
No recordaba gran cosa al indio Jeronimo. Ciertamente tenia los pomulos altos, pero los ojos hundidos, la nariz estrecha y una barba tan tupida que ya habia empezado a marcar una fuerte sombra grisacea. Aquella misma manana el hombre estaba recien afeitado. El pelo gris caia en suaves rizos, un poco demasiado largos sobre la frente.
– No -dijo Warren Scifford deteniendose ante la puerta de la suite presidencial del hotel Opera-. No se quien es el hombre de la cinta de la camara de vigilancia.
La cara era impasible y la mirada directa, sin revelar nada en absoluto. No habia rastro de indignacion en el rostro por la pregunta, ninguna sorpresa autentica o fingida sobre la descarada insinuacion de Yngvar.
– Dio la impresion de que si -insistio Yngvar, manoseando la llave-. Desde luego que dio la impresion de que lo conocias.
– Entonces es que te produje una impresion falsa -dijo Warren sin pestanear-. ?Entramos?
El cumulo de sentimientos que habia sufrido en el gimnasio no habia tenido mucho del indio, pero era evidente que ya se habia sobrepuesto. Entro en la suite con las manos en los bolsillos y se coloco en medio de la habitacion, donde permanecio un buen rato.
– Suponemos que la sacaron metida en la cesta de la ropa sucia -recapitulo, daba la impresion de que hablaba para si mismo-. Lo que significa que la habian escondido en algun sitio cuando entraron los dos agentes, a las siete pasadas.