lo largo del horizonte hacia el suroeste. Un buen dia para pescar. Quiza Matt Delaware habia salido ya con el barco.
– ?Algo mas?
Aksel nego con la cabeza. Se puso a buscar la tarjeta, pero cuando por fin consiguio sacar el monedero del bolsillo, el camarero habia desaparecido. Ya volveria.
Intento relajarse.
Nadie lo miraba. Nadie lo reconocia.
Eso era lo que mas lo asustaba, que alguien pudiera darse cuenta de quien era. Al aterrizar en Gardermoen se arrepintio. Lo que mas le apetecia era embarcar en el primer avion de vuelta. Devolver el dinero. Mudarse de nuevo a su casa y recuperar el barco, el gato y los soldaditos de cristal. Todo podria ser como antes. En realidad las cosas le iban bastante bien. Al menos se sentia seguro, sobre todo despues de que desaparecieran las pesadillas una noche de marzo de 1993.
Noruega estaba cambiada.
La gente hablaba distinto, tambien. Unos adolescentes que iban sentados delante de el en el autobus hacia Oslo hablaban un idioma que casi no entendia. Todo mejoro en cuanto llego al Continental. Aksel Seier solo recordaba el nombre de dos buenos hoteles en Oslo: Grand y Continental. El segundo sonaba mas esplendido que el primero. Seguro que era carisimo, pero el tenia dinero y una tarjeta platino. Cuando puso el pasaporte estadounidense sobre el mostrador, la senora le hablo en ingles. Cuando el respondio en noruego, ella sonrio. Era amable. Todo el mundo era amable y aqui, en el Cafe del Teatro, el camarero hablaba el noruego que el recordaba y entendia.
– ?Esta usted de paso? -Le pregunto el escualido senor al dejarle la cuenta sobre la mesa.
– Si. No. De paso.
– ?Se aloja usted aqui en el hotel? -pregunto el camarero, agarrando la tarjeta-. Permitame que le desee una agradable estancia. Ya esta llegando el verano. Ha sido un placer.
Aksel Seier se queria ir a su cuarto a dormir un par de horas. Tenia que acostumbrarse a estar alli. Luego se daria una vuelta por la ciudad, cuando cayera la noche. Queria comprobar cuantas cosas le resultaban familiares. Queria sentir Noruega. Averiguar si Noruega lo reconocia a el. Aksel Seier creia que no. Todo habia ocurrido hacia mucho tiempo. Muchisimo tiempo. Al dia siguiente buscaria a Eva, pero no antes. Queria estar descansado cuando la viera. Sabia que estaba enferma y se habia mentalizado para todo.
Antes de acostarse iba a llamar a Inger Johanne Vik. Al fin y al cabo no eran mas que las tres de la tarde. Seguro que ella estaba todavia en el trabajo. Quizas aun estuviera enfadada porque el se habia largado, pero al fin y al cabo habia viajado hasta America para verlo. Le habia dejado su tarjeta, tanto en el buzon como pegada a la puerta.
Todavia debia de estar interesada en que charlaran un rato.
61
Inger Johanne tenia la extrana sensacion de que ya era viernes. Cuando a las dos se fue del despacho, con la excusa no del todo falsa de que tenia que ir a la libreria, tuvo que recordarse varias veces a si misma que la semana todavia no habia llegado mas que al miercoles 7 de junio. En Norli habia comprado una edicion de bolsillo de Pecado original, catorce de noviembre, la ultima de las seis novelas de Asbjorn Revheim. Inger Johanne creia haber leido el libro, pero tras treinta paginas llego a la conclusion de que estaba equivocada. Se trataba de una especie de novela de ciencia ficcion y ella no estaba nada segura de que fuera a gustarle.
Era casi la hora de las noticias. Encendio la television.
Laffen Sornes habia sido visto al noreste de Oslo. Iba a pie. Las descripciones de tres testigos independientes concordaban en todos los detalles, desde la ropa de camuflaje hasta el brazo escayolado. Antes de que alguien consiguiera detener al fugitivo, este se habia internado en el bosque. La policia contaba con la ayuda de dos cazadores de osos finlandeses y la TV2 tenia un helicoptero en la zona, mientras que la television publica NRK respetaba por ahora la encarecida peticion de la policia de que se quedaran en tierra. A cambio habian enviado alli a cinco equipos diferentes, ninguno de los cuales tenia en realidad nada que contar.
Inger Johanne se estremecia mientras cambiaba de un canal a otro.
Sono el telefono. Ella quito el sonido de la television antes de descolgar el auricular. La voz al otro lado le resultaba desconocida.
– ?Hablo con Inger Johanne Vik?
– Si…
– Siento molestarla a estas horas. Soy Unni Kongsbakken.
– Ya veo. -Inger Johanne trago saliva y se cambio el auricular de mano.
– Usted hablo con mi marido el lunes, ?verdad?
– Si, yo…
– Astor ha muerto esta manana -le comunico la voz.
Inger Johanne intento apagar el televisor pero se equivoco y le dio al boton del volumen. Se oyo la estridente voz de un presentador que decia que todo el programa de Redaccion 21 iba a estar dedicado a la Gran Caza del Hombre. Por fin Inger Johanne consiguio pulsar el boton adecuado y todo quedo en silencio.
– Lo siento mucho -balbuceo-. La… acompano en el sentimiento.
– Gracias -dijo la mujer-. Llamo porque tengo mucho interes en que nos veamos.
La voz de Unni Kongsbakken sonaba sorprendentemente tranquila teniendo en cuenta que no hacia mas de unas horas que se habia quedado viuda.
– Vernos… Si. ?Que…? Por supuesto.
– Mi marido se quedo considerablemente conmocionado despues de hablar con usted. Ayer llamo mi hijo y nos conto que habia estado usted en su despacho. Astor… Bueno. Murio esta manana.
– De veras que lo siento si… Quiero decir que nunca fue mi intencion…
– No ha sido una muerte dramatica, senora Vik. No se preocupe. Astor tenia noventa y dos anos y una salud muy precaria.
– Entiendo, pero… -Inger Johanne no sabia realmente que decir.
– Yo tambien me estoy haciendo mayor -dijo Unni Kongsbakken-. Y manana viajare de vuelta a Noruega con mi marido, que queria ser enterrado en nuestro pais. Le agradeceria mucho que me dedicase un rato manana al mediodia. El avion llega sobre las doce, ?seria posible vernos a las tres?
– Pero… ?Podemos esperar! Hasta despues del entierro, me refiero.
– No. Esto ya ha esperado demasiado. Por favor, senora Vik.
– Inger Johanne -murmuro Inger Johanne.
– Entonces a las tres, en el Grand, ?te parece bien? Normalmente alli se puede estar tranquilo.
– De acuerdo. A las tres. En el Cafe Grand.
– Hasta manana, entonces. Adios.
La anciana colgo el telefono antes de que a Inger Johanne le diera tiempo a responder. Esta se quedo sentada con el auricular en la mano durante un buen rato. No tenia claro que es lo que la hacia respirar tan aceleradamente, si el sentimiento de culpa o la curiosidad.
«?Que quieres de mi? -penso al colgar el auricular-. ?Que es lo que ha esperado demasiado?»
Despues sintio que se le enrojecian las mejillas.
«?Le he quitado la vida a Astor Kongsbakken!»
Yngvar Stubo se encontraba solo en su despacho leyendo por segunda vez un mensaje de correo electronico. La policia de Tromso solo habia conseguido que May Berit Benonisen reconociese que si habia tenido trato con Karsten Asli, aunque bastante poco, como ya habia dicho. El mensaje era breve y conciso. El policia evidentemente no habia entendido la importancia de lo que Yngvar le habia pedido. La habia interrogado por telefono.
Tonnes Selbu nunca habia oido hablar de Karsten Asli.
Grete Harborg estaba muerta.
Turid Sande Oksoy estaba incomunicada. Cuando Yngvar consiguio por fin, a media tarde, ponerse en