intentase.
Estaba harta de todo aquel asunto. Al fin y al cabo, el propio Seier habia rechazado su ayuda. Al pensar en Alvhild Sofienberg sintio un pinchazo bajo el esternon, pero rapidamente se sacudio el sentimiento de culpa. Inger Johanne no habia contraido en realidad ningun compromiso, ni con Aksel ni con Alvhild.
Ya habia hecho mas que suficiente, mas de lo que nadie podia exigirle.
59
– Y esto es lo que tenemos -concluyo Yngvar Stubo con desanimo.
– Si. -Sigmund Berli moqueaba y se seco la nariz con la manga-. No es gran cosa, me temo. No esta fichado. Si alguna vez lo denunciaron por algo, debio de ser hace mucho tiempo. No tiene ningun titulo universitario, ni de aqui ni de ninguna otra ciudad de Noruega, asi que esos estudios de los que presumia, o bien los curso en el extranjero o bien…
– No los termino. Ella tenia razon.
– ?Quien?
– Olvidalo.
Sigmund Berli seguia moqueando y se puso a buscar un Kleenex en el estrecho bolsillo de su pantalon.
– Estoy constipado -murmuro-. Menudo trancazo tengo. Karsten Asli se ha mudado muchas veces, eso si que esta comprobado. No es tan raro que al final se olvidara de empadronarse en su nuevo lugar de residencia. Es todo un vagabundo, este tipo. Tiene carne de taxista, por cierto. Para Oslo. A lo mejor es a eso a lo que llama tener estudios.
– Dificilmente. ?Que es esto?
Yngvar senalo una nota adhesiva amarilla.
– ?El que? -Sigmund Berli se inclino sobre la mesa-. Ah. Eso. Tomo un curso de conductor de ambulancia hace algunos anos. Me pediste que lo incluyera absolutamente todo.
– ?Que pasa con el nino?
Yngvar forcejeaba por abrir el envoltorio de celofan de un paquete de puros nuevo.
– Estoy trabajando en ello, pero ?por que hemos de pensar que el tipo miente precisamente respecto a eso? ?Por que razon se iba a inventar que tiene un hijo?
Yngvar dejo caer con cuidado un puro en la funda de plata y se la metio en el bolsillo.
– No creo que este mintiendo -dijo-. Solo quiero saber cuanto contacto mantiene en realidad con el crio. En su casa no vi nada que indicara que un nino se aloja alli con regularidad. ?Que pasa con Tromso? ?Ha estado alli?
Sigmund Berli estaba mirando la caja de madera de balsa.
– Por favor -lo invito Yngvar.
– ?Lo mejor seria preguntarselo al propio Karsten Asli! He comprobado todas las listas y al menos no tomo ningun vuelo en las horas siguientes al asesinato del bebe. No con su propio nombre, al menos. Me he hecho con una copia de la foto de su pasaporte. La hemos mandado a Tromso, a ver que dice el catedratico. Probablemente nada. Se agarra a que no le vio la cara con suficiente claridad. No facilita mucho esta «investigacion»… -dibujo unas comillas en el aire con vehemencia antes de agarrar un puro- el hecho de que queramos que Karsten Asli no note nada. ?No podriamos simplemente citarlo para un interrogatorio normal? Por Dios, eso lo hacemos con cualquiera sin que…
– Karsten Asli no es cualquiera -lo interrumpio Yngvar-. Si no me equivoco, tiene encerrada en algun sitio a una nina. No quiero que le demos el menor motivo para que crea que vamos a por el.
Sigmund Berli se acerco el puro a la nariz.
– Oye, Yngvar -dijo sin mirar al inspector a los ojos.
– Si.
– Habia alli algo mas, algo mas que esta… esta… ?Habia algo mas concreto, algo mas que…?
– No. Solo una sensacion. Una sensacion muy intensa.
Se hizo el silencio en la habitacion. Por el pasillo se oian pasos rapidos y un telefono que sonaba a lo lejos. Alguien contesto. Una mujer solto una carcajada al otro lado de la puerta. Yngvar tenia la mirada fija sobre el puro de Sigmund, sujeto entre el labio superior y la nariz.
– La intuicion no es mas que el tratamiento por parte del inconsciente de datos conocidos -sentencio antes de recordar de donde lo habia sacado. De pronto se apoyo sobre la mesa-. El tipo estaba aterrorizado -dijo con rabia-. Cuando apareci casi se desmaya. Estuve asi de cerca… -Levanto la mano, con el pulgar y el indice a un centimetro de distancia-. Asi de cerca de conseguir que se derrumbara. Entonces paso algo, no se que, pero… - Volvio a sentarse lentamente en la silla-. Fue como si recuperara el control sobre si mismo. No se como ni por que. Solo se que se comportaba de un modo que… ?Joder, Sigmund! Tu… De todos los que trabajan en esta casa, ?al menos tu deberias confiar en mis intuiciones! ?La nina esta alli arriba! ?Mientras Karsten Asli tiene encerrada a Emilie, nosotros andamos dando vueltas con helicopteros, y Dios sabe cuanta gente y coches, buscando a un tontito que esta de excursion!
Sigmund sonrio, casi con timidez.
– Pero no puedes estar seguro -repuso-. Tienes que admitirlo. No puedes estar completamente seguro. Eso no es posible.
– No -reconocio por fin Yngvar-. Completamente seguro evidentemente no puedo estar. Pero averigua algo mas sobre el hijo. Por favor.
Sigmund asintio levemente y se fue. Se habia olvidado el puro. Yngvar lo agarro y lo observo atentamente. Luego lo dejo en la cesta de papel y se acordo de que tenia que llamar al fontanero de Lillestrom. No habia motivo para molestar a Cato Sylling con un viaje innecesario a Oslo.
Turid Sande Oksoy todavia no habia dado senales de vida, a pesar de que la habia llamado tres veces y habia dejado mensajes en su contestador.
60
Aksel Seier estaba sentado en el Cafe del Teatro Nacional contemplando el artistico sandwich que le habia dejado delante el camarero. Se le habia olvidado completamente que en Noruega los hacian sin tapa y no estaba del todo seguro de como comerselo. Echo una ojeada furtiva alrededor. La mujer mayor de la mesa de al lado estaba usando cuchillo y tenedor, y eso que su sandwich no era en absoluto tan alto como el suyo. Vacilante, agarro los cubiertos. El tomate cayo sobre el plato. Con cuidado, Aksel quito la hoja de lechuga de debajo del pate. No le gustaba la lechuga, pero el sandwich estaba bueno. La cerveza tambien, de modo que se la bebio con avidez y pidio otra.
– Sera un placer -dijo el camarero.
Aksel Seier intentaba relajarse. Se llevo la mano al bolsillo de la camisa. Ya habia usado dos veces la tarjeta de credito. Se la habian aceptado sin problemas. Nunca habia tenido una tarjeta de credito en toda su vida. Cheryl se habia empenado en que solicitase una desde el otro lado del mostrador del banco. Visa y American Express. Asi no corria riesgos, decia. Ella seguramente sabia de lo que hablaba. La tarjeta Visa era de color plata. Platino, le habia susurrado Cheryl. «You're rich, you know!» Por lo comun se tardaba mas de una semana en conseguir una tarjeta de ese tipo, pero ella lo habia arreglado en menos de dos dias.
Todo habia sido tan rapido…
Estaba mareado. Tambien era verdad que hacia dia y medio que no dormia. El viaje en avion habia ido bien, pero le habia resultado imposible dormir con el ruido de los motores. En Kaflavik creyo por un momento que habia llegado a su destino, pero cuando se puso a buscar las maletas, una amable senora lo guio hacia la siguiente etapa. Se quedo mirando el reloj que le habia elegido la senora Davis en Hyannis. Resto lentamente seis horas. Ahora eran las nueve de la manana en el cabo Cod. El sol estaba en lo alto del cielo sobre el estrecho de Nantucket y habia marea baja. Si hacia buen tiempo, se alcanzaria a ver como la costa de Monomy se extendia a