– Claro que recuerdo a Anders -respondio el con evidente irritacion-. El subnormal. Supongo que hoy en dia no es politicamente correcto usar estas expresiones, pero asi lo llamabamos. Entonces. Claro que me acuerdo de Anders. Se juntaba mucho con mi hermano durante una epoca. ?Por que lo pregunta?
– La madre de Anders, Agnes Mohaug, acudio a la policia en 1965, poco despues de que muriera Anders. Lo unico que se sobre el asunto es que ella pensaba que su chico habia asesinado a Hedvik en 1956. Habia estado protegiendo a su hijo durante todos esos anos, pero cuando ya no era posible que lo castigaran quiso descargar la conciencia.
Geir Kongsbakken parecia sinceramente aturdido. Se desabrocho el ultimo boton de la camisa y se acodo sobre el escritorio.
– Ya entiendo -dijo despacio-. Pero ?que tiene que ver eso con mi hermano? ?Dijo la senora Mohaug que mi hermano estaba implicado?
– No, en realidad no. Que yo sepa. En general se muy poco acerca de lo que dijo y…
El abogado estornudo y sacudio la cabeza vigorosamente al interrumpirla:
– ?Tiene usted claro lo que esta haciendo? Estas acusaciones que esta lanzando son descaradamente injuriosas y…
– No estoy acusando a nadie de nada -replico Inger Johanne con tranquilidad-. He venido para hacerle algunas preguntas y para pedirle ayuda. Como he solicitado hora como todo el mundo, evidentemente estoy dispuesta a pagarle por su tiempo.
– ?Pagar? ?Pretende pagarme por venir aqui a lanzar acusaciones contra uno de mis parientes mas cercanos que ademas esta muerto y por lo tanto es incapaz de defenderse? ?Pagar!
– ?No seria mejor que simplemente escuchara lo que tengo que decir? -solto Inger Johanne.
– ?Ya he oido mas que suficiente, gracias!
Unos circulos blancos aparecieron en torno a las fosas nasales del hombre. Aunque seguia resoplando, era evidente que sentia algo de curiosidad. Inger Johanne se lo veia en los ojos, que ahora la miraban con atencion, mas despiertos que cuando ella llego y el le pidio que se sentara sin fijarse en realidad en ella.
– Anders Mohaug dificilmente habria sido capaz de actuar por iniciativa propia -afirmo ella con decision-. Por lo que me han contado del chico, le habria costado llegar a Oslo sin ayuda. Usted sabe muy bien que alguien lo mangoneaba para que se metiese en un monton de… situaciones complicadas: su hermano.
– ?Situaciones complicadas? ?Tiene alguna idea de lo que esta hablando? -Una fina lluvia de saliva salpico el escritorio-. Asbjorn era bueno con Anders. ?Bueno! ?Todos los demas rehuian a aquel gorila como a la peste! ?Asbjorn era el unico que hacia cosas con el!
– ?Cosas como decapitar a un gato en protesta contra la casa real?
Geir Kongsbakken arqueo las cejas en un gesto de exasperacion.
– Un gato. ?Un gato! Evidentemente no estuvo bien maltratar al pobre animal, pero tambien es verdad que lo detuvieron y lo multaron por ello. Recibio su castigo. Tras ese episodio, Asbjorn nunca le hizo dano a nadie. Ni siquiera a los gatos. Asbjorn era…
El gris abogado se quedo sin aire y se hundio en su sillon. A Inger Johanne le parecio que se le humedecian los ojos.
– Se que esto es dificil de entender -dijo Geir Kongsbakken, levantandose con dificultad-. Pero es que yo queria mucho a mi hermano. -Se acerco a la estanteria, y deslizo los dedos por los lomos de seis libros encuadernados en piel-. Nunca he leido lo que escribio -admitio con voz queda-. Todo el asunto era demasiado doloroso. La gente decia muchas cosas. Pero yo he mandado encuadernar estas primeras ediciones. Tienen muy buen aspecto, ?verdad? Bellos por fuera y, por lo que me han dicho, bastante feos por dentro.
– No estoy de acuerdo -dijo Inger Johanne-. Fueron muy importantes para mi cuando los lei. Sobre todo Frio febril, aunque sobrepase todos los limites y…
– Asbjorn defendia aquello en lo que creia -la corto Geir Kongsbakken.
Era como si estuviera hablando consigo mismo. Tenia uno de los libros en la mano. Un libro grande y pesado. Inger Johanne supuso que era Ciudad hundida, sube el mar. Las letras doradas brillaron bajo la luz de la lampara del techo. La piel era oscura, casi como madera pulida.
– El problema fue que al final ya no le quedaba nada en lo que creer -murmuro el-, nada que defender. Entonces ya no quiso seguir, pero hasta que… -Inspiro bruscamente, como si tuviese hipo, y enderezo la espalda-. Asbjorn nunca le hubiera podido hacer dano a otra persona. No fisicamente. Nunca. Ni con dieciseis anos ni mas tarde. Se lo garantizo.
Se habia vuelto hacia ella, con la barbilla levantada. La miraba directamente a los ojos y tenia la mano derecha apoyada sobre el libro, como si fuera una Biblia sobre la que estuviera jurando.
«?Hasta que punto conocemos a nuestros seres mas proximos? -se pregunto Inger Johanne-. Estas diciendo la verdad. Sabes que Asbjorn no podia hacerle dano a nadie porque tu lo querias. Porque era tu unico hermano. Crees que sabes. Sabes que sabes. Pero yo no lo se. Yo no lo conocia. Solo he leido sus libros. Todos somos varias personas. Asbjorn puede haber sido un asesino, aunque tu no quieras aceptarlo.»
– Me gustaria hablar con su padre -dijo.
Geir Kongsbakken devolvio el libro a la estanteria.
– Por mi no hay problema -respondio con desinteres-. Pero tendra usted que ir a Corcega. No estoy seguro de si volvera alguna vez. Ultimamente no anda muy bien.
– Lo llame ayer.
– ?Lo llamo? ?Para hablarle de este disparate? ?Es usted consciente de la edad que tiene?
Los circulos blancos estaban apareciendo de nuevo en torno a las fosas nasales.
– No le dije nada sobre Asbjorn -se apresuro a aclarar Inger Johanne-. Casi no dije nada, en realidad. Se enfado. Para serle sincera, se puso furioso.
– Eso es bastante comprensible -murmuro Geir Kongsbakken y volvio a mirar el reloj.
Inger Johanne se fijo en que no llevaba anillo de casado. Tampoco habia ninguna foto en aquel despacho marron. La habitacion carecia completamente de todo signo de vinculacion personal, a excepcion de las obras de su hermano muerto, un escritor cuya vision conservaba en unos libros lujosamente encuadernados pero que nunca habia leido.
– Yo esperaba que usted hablase con el -dijo Inger Johanne-, y le explicara que no estoy intentando perjudicar a nadie. Solo quiero saber lo que paso en realidad.
– ?A que se refiere con «lo que paso en realidad»? Creo recordar que un hombre fue condenado por el asesinato de Hedvik. ?Condenado por un tribunal! ?Deberia estar bastante claro lo que ocurrio! Aquel hombre era culpable.
– No lo creo -repuso Inger Johanne-. Y si me permitiera usar los diez minutos de conversacion que me quedan de la media hora para contarle por que…
– No tiene diez minutos -dijo el con decision-. Doy esta conversacion por terminada. Puede marcharse.
Abrio una carpeta y empezo a leer, como si Inger Johanne ya no estuviera ahi.
– Probablemente condenaron a un hombre inocente -insistio ella-. Se llama Aksel Seier y lo ha perdido todo. Si no le preocupa la vertiente humana del asunto, al menos deberia preocuparle el caso como abogado. Como jurista.
Sin levantar la vista de los papeles, Geir Kongsbakken dijo:
– Puede usted causar danos irreparables con estas especulaciones. Haga el favor de marcharse.
– ?A quien puedo danar? ?Asbjorn esta muerto! ?Desde hace diecisiete anos!
– Vayase.
A Inger Johanne no le quedo otro remedio que obedecer. Sin decir una palabra mas se levanto y se dirigio hacia la puerta.
– Ni se le ocurra pagar nada -le advirtio Geir Kongsbakken con dureza-. Y no vuelva nunca mas.
Un viento calido soplaba sobre Oslo. Inger Johanne se quedo un momento dudando delante de la oficina de Geir Kongsbakken antes de decidirse a volver andando al trabajo. Se quito la chaqueta del traje y se percato de que tenia las axilas sudadas.
Se tendria que haber resuelto este asunto hacia tiempo. Ahora era demasiado tarde. La invadio el desanimo. Alguien deberia haber rehabilitado a Aksel Seier mientras todavia era posible, cuando los implicados aun vivian, cuando la gente tenia el caso fresco en la memoria. Ahora se daba de bruces contra una pared, intentara lo que