– Por recomendacion del medico. Dos vasos antes de acostarme. Dice que es mejor que los somniferos. A mi, en realidad, no me ayuda ninguna de las dos cosas, pero el vino al menos esta mas rico. -Se bebio de un trago lo que quedaba-. Karsten es un seductor. O por lo menos lo era. Y muy solicito. Yo era entonces muy joven y no estaba acostumbrada a tantas atenciones. Simple y llanamente… -cerro los ojos- me enamore -dijo muy despacio.
Probablemente la sonrisa pretendia ser ironica, pero solo resultaba triste, sobre todo cuando volvio a abrir los parpados.
– Pero al hacernos novios, fue como si se le cruzaran los cables. Se volvio celosisimo, muy posesivo. Nunca llego a pegarme, pero de todos modos yo al final estaba muerta de miedo. El… -Recogio las piernas en el sofa y se estremecio como si tuviera frio, a pesar de que en la casa debia de hacer una temperatura de por lo menos treinta grados-. No tarde en darme cuenta de que no estaba bien de la cabeza. Se despertaba en medio de la noche si yo iba al bano y venia a comprobar que realmente estuviera haciendo pis, como si creyera que me iba a… largar. Tampoco es que vivieramos juntos. En realidad no. Yo tenia alquilada una habitacion que era demasiado pequena para dos. El vivia en una especie de comuna, pero creo que en el fondo la gente con la que vivia no lo aguantaba, asi que acabo por mudarse a mi casa. Sin pedir permiso. No se trajo sus cosas ni nada, no habia espacio para eso, pero fue como si tomara el mando. Recogia, limpiaba y hacia lo que le daba la gana. Es un maniatico de la limpieza. Era, quiero decir, ahora ya no lo conozco. Era increiblemente egocentrico. Todo era yo, yo, yo. Todo el rato. Hoy no lo habria tolerado, pero el era tan guapo y tan atento, al menos al principio, y yo era tan joven… -Sonrio levemente a modo de disculpa.
– ?Sabe…? -dijo Yngvar, luego volvio a empezar-. ?Sabia algo de su familia?
– Su familia -repitio Lena Baardsen con voz inexpresiva-. Conocia a su madre. Estuve con ella en dos ocasiones. Es simpatica. A su manera. Muy docil. A veces Karsten la trataba fatal, aunque por otra parte se notaba que… en el fondo la queria. A ratos, por lo menos. Lo unico a lo que Karsten parecia tenerle miedo era a la abuela. Yo no llegue a conocerla, pero, joder, me contaba cada cosa que… -De pronto puso cara de sorpresa-. ?Sabes que? En realidad no recuerdo lo que me conto. No consigo recordar ningun ejemplo. Que raro. Recuerdo muy bien que el la odiaba. Esa era la impresion que me daba a mi, al menos. Que la odiaba de verdad.
– ?Y el padre?
– ?El padre? No se… Nunca hablaba de su padre, creo. En realidad no le gustaba hablar de su vida. De su infancia y esas cosas. Por lo poco que me dijo, creo que lo criaron su madre y su abuela. Debia de ser la madre de su madre, supongo, aunque no estoy segura. Karsten estaba loco. He hecho todo lo posible por olvidarme de el.
En sus labios se volvio a dibujar algo parecido a una sonrisa. Yngvar se quedo mirando algo que habia sobre la mesa: una foto de Sarah en un marco de plata. Junto a ella, una gran vela rosada y, en un jarroncito, una pequena rosa.
– No consigo dormir -susurro Lena-. Me da tanto miedo que se apague esa vela… Quiero que este encendida todo el tiempo. Para siempre. Mientras esa vela no se apague sera como si nada de todo esto fuera realmente verdad.
Yngvar asintio casi imperceptiblemente.
– Lo se -dijo con serenidad-. Se como se siente.
– No -repuso ella con vehemencia-. ?Tu no sabes como me siento!
Tras su cara desencajada, en el fondo de sus rasgos repentinamente crispados, Yngvar percibio la capacidad de Lena Baardsen para salir adelante, aunque ella todavia no la habia descubierto. Que su hija hubiera muerto era para ella inconcebible y lo seguiria siendo durante bastante tiempo. Lena Baardsen se aferraba a una pena que la asediaba desde todas partes, todo el rato. Su existencia estaba fuera de toda realidad, porque en esos momentos la realidad era insoportable.
La cosa todavia iria a peor, pero al final, cuando llegara el momento, le seria posible volver a vivir. Entonces vendria la verdadera tristeza, esa que no se pasa nunca y que no puede compartirse con nadie. Esa pena que le permitiria seguir viviendo y riendo, quizas incluso tener otros hijos, pero que sin embargo no la abandonaria nunca.
– Si -asevero Yngvar-. Si que se como se siente.
Hacia demasiado calor. Se levanto y abrio la puerta del pequeno balcon.
– ?Ha sido el?
Yngvar se volvio a medias. La voz de ella sonaba cascada, como si ya casi no le quedara mas. Habia llegado el momento de marcharse. Lena Baardsen iba a salir adelante, y el ya tenia las respuestas que necesitaba.
– Se acordaba usted de la fecha de la ultima vez que lo vio -senalo.
– Me escape -dijo Lena-. Me escape a Dinamarca. Deje el piso mientras el estaba en el trabajo, lleve todas mis cosas a casa de mi madre y me marche por un tiempo indefinido. Durante algunas semanas le estuvo haciendo la vida imposible a mi madre, pero luego se rindio. Supongo. ?Ha sido el quien…? ?Mato el a Sarah?
Yngvar cerro los punos con tanta fuerza que las unas se le clavaron en las palmas de las manos.
– Eso no lo se -contesto secamente.
Dejo abierta la puerta de la terraza y se dirigio hacia la entrada. En medio del salon se detuvo en seco y miro de nuevo la foto de Sarah. La rosa se estaba marchitando. Se le doblaba el tallo y necesitaba mas agua.
Al llegar al coche se dio la vuelta y conto los siete pisos de la fachada. Lena Baardsen habia salido a la terraza y llevaba una manta sobre los hombros. No lo saludo con la mano. El agacho la cabeza y se metio en el coche. La radio se encendio en cuanto arranco el motor, pero hasta bien pasado Hovik Yngvar no se entero de que el locutor hablaba de las penurias de la peste negra.
Se moria de ganas de pegarle un guantazo. Turid Sande Oksoy no sabia mentir bien, quiza por eso procuro por todos los medios que su marido no le viese la cara cuando repitio:
– Nunca he oido hablar de nadie que se llame Karsten Asli. Nunca.
La casa adosada de B?rum estaba impregnada de otro tipo de pena que el pisito de Torshov. Aqui habia ninos vivos. Habia juguetes tirados por el suelo y un olor a comida recalentada. Tanto Turid como Lasse acusaban los efectos de la falta de sueno y el exceso de llanto, pero en este hogar el tiempo de alguna manera habia seguido su curso. Y no podia ser de otro modo; los gemelos no tenian mas que dos anos. Turid Oksoy habia intentado maquillarse, Yngvar los habia llamado al movil y les habia pedido permiso para pasarse por ahi a pesar de lo tarde que era. A Turid el rimel se le habia apelmazado en torno a sus ojos, y el pintalabios hacia que su boca pareciera demasiado grande para su demacrado rostro. Sin darse cuenta, no podia parar de hurgarse una herida que tenia junto a la nariz y que empezo a sangrar. Ella rompio a llorar.
– Lo juro -sollozaba-. Tiene que creerme. No he conocido nunca a nadie que se llame Karsten.
Yngvar habria debido entrevistarse con ella a solas.
Visitarla en su casa habia sido un error garrafal. Obviamente Lasse, su marido, no iba a dejarla sola. La tenia todo el rato firmemente agarrada, incluso cuando ella se volvia hacia otro lado. Yngvar deberia haber esperado hasta el dia siguiente, haberla citado en su despacho, sola, sin su marido. Necesitaba averiguar mas detalles sobre Karsten Asli, algo mas solido que aquella certeza instintiva respecto a lo peligroso que era aquel hombre, algo que le proporcionara la base sobre la que continuar la investigacion. Con su experiencia y su renombre, quizas Yngvar podria obtener una orden de registro si conseguia demostrar que Karsten Asli era la unica persona que habia conocido a todas las madres implicadas. Sobre todo teniendo en cuenta que el mismo lo negaba. Podia explicarselo a Turid Oksoy y despues obligarla a confesar.
La mujer estaba muy asustada, e Yngvar no era capaz de comprender por que. Su hijo habia muerto, asesinado por un hombre desquiciado al que esta mujer estaba protegiendo. Se moria de ganas de inclinarse sobre la mesa, agarrarla de ese ridiculo jersey rosa que llevaba y atizarle un bofeton. Queria sacarle la verdad a palos a ese escualido cuerpo. Era fea. Tenia el cabello reseco, el maquillaje corrido, la nariz demasiado grande, los ojos demasiado juntos. Turid Sande Oksoy parecia un cuervo, e Yngvar se moria de ganas de lavarle la cara y extraer la verdad del cerebro de gallina que habia detras.
– ?Esta completamente segura? -dijo tranquilamente, pasandose la mano por el pelo.
– Si -insistio ella y levanto la vista frotandose con el pulgar la piel bajo los ojos.
– Pues entonces siento haberles molestado en balde -dijo el-. No hace falta que me acompanen a la puerta.