Con E. Una de mis companeras en el aserradero se llama Line. Pero supongo que esto no viene mucho a cuento.
– No.
El policia por fin se sento en el sofa. Enseguida dio la impresion de ser mas pequeno.
– ?En que trabaja? -pregunto con aire despreocupado, casi con desinteres, como si se acabaran de conocer en un pub y estuvieran tomandose unas cervezas.
– Trabajo en la serreria. En el pueblo. Aqui al lado.
– Creia que era monitor de jovenes.
– Lo era. He hecho un poco de todo. Muchas cosas distintas.
– ?Estudios?
– Muchisimos.
– ?De que?
– Bueno, tambien de todo un poco. ?Esta seguro de que no quiere cafe?
Stubo sacudio la cabeza.
– ?Le importa que yo me prepare uno?
– Faltaria mas.
A Karsten no le gusto dejarlo solo en el salon. Aunque alli no hubiera nada -nada mas que los tipicos objetos que pueden encontrarse en un salon: muebles, un par de libros y poca cosa mas-, era como si aquel hombre estuviera inspeccionando toda la casa. Era un extrano y no habia sido invitado. El policia tenia que largarse. Karsten se agarro al banco de la cocina. Estaba sediento; la lengua se le pegaba al paladar y a la parte interior de los dientes. Abrio el grifo al maximo. Se inclino y bebio del chorro con avidez. En el sotano tenia hormigon y herramientas, y dentro de poco se iba a librar de Emilie. Por mas que bebia no saciaba la sed. Le dolian los dientes de lo fria que estaba el agua. Gimio ligeramente y bebio mas. Mas.
– ?Se siente mal?
El policia sonreia de nuevo, con aquella repulsiva hendidura que le surcaba la cara. Karsten no lo habia oido llegar. Se levanto despacio, muy despacio, se mareo y se sujeto con todas sus fuerzas del banco de la cocina.
– Que va. Tengo sed, nada mas. Acabo de volver de hacer footing.
– Se mantiene en forma.
– Si. ?Puedo…? ?Hay algo mas que quiera preguntarme?
– Parece un poco tenso, para serle sincero.
El policia habia cruzado los brazos. Sus ojos se habian vuelto a transformar en una camara, y estaban fotografiando la habitacion, los armarios de arriba, la cafetera, el cuchillo de trinchar. Lo estaban fotografiando a el.
– Que va -replico Karsten Asli-. Solo estoy un poco cansado. He corrido durante hora y media.
– Impresionante. Yo monto a caballo. Tengo caballo propio. Si viviera en un sitio como este… -Stubo senalo hacia la ventana-. Entonces tendria varios. ?Conoce usted a May Berit?
Al hablar volvio la cabeza. El perfil del policia quedo a contraluz, de modo que el ojo izquierdo, el ojo que delataba las mentiras, estaba oculto. Karsten trago saliva.
– ?May Berit que? -pregunto secandose la boca.
– Benonisen. Antes se apellidaba Saither.
– La verdad es que no me acuerdo.
Su sed no se habia apagado. Era como si tuviera la boca llena de setas; una mucosidad densa y viscosa le estorbaba al hablar.
– Tiene usted una memoria bastante limitada -senalo el hombre, sin mirarlo de frente-. Tiene que haber estado usted con muchas mujeres.
– Con unas cuantas.
Articulo las palabras muy cuidadosamente. Con. Unas. Cuantas. Salio bien.
– ?Tiene hijos, Asli?
Se le solto la lengua. Se le empezo a normalizar el pulso. Lo notaba perfectamente, lo oia, oia que su propio corazon le golpeaba el esternon a un ritmo cada vez mas pausado. Empezo a respirar con mayor libertad, la opresion que sentia en el esofago remitio y el sonrio ampliamente el oirse a si mismo decir:
– Si.
Este hombre no era peor que todos los demas. Era exactamente igual de malo. Era uno de ellos. Mientras el policia Yngvar Stubo estaba ahi, haciendose el importante, la nina que estaba buscando se encontraba a cinco metros de el, ?quiza diez? El tipo no tenia la menor idea. Seguramente el poli iba de aca para alla, de casa en casa, haciendo preguntas estupidas y dandose aires sin saber en realidad nada. A eso lo llamaban visitas de rutina. En realidad no era mas que una manera de pasar el rato. Tenia que haber mucha gente en la lista que el hombre probablemente llevaba en el bolsillo, a juzgar por la frecuencia con que se llevaba la mano al corazon, por debajo de la chaqueta, como si estuviera dudando si ensenarle algo.
Era como todos los demas.
En los rasgos de su rostro, Karsten veia mujeres y hombres, viejos y jovenes. La nariz, grande y recta, le recordaba a la de un viejo maestro de la escuela que se divertia encerrandolo en el armario con los balones medicinales y los sacos de guisantes hasta que se ahogaba de tanto polvo y empezaba a llorar implorando que lo dejaran salir. Stubo llevaba el cabello peinado hacia atras, en diagonal sobre el craneo, exactamente como lo solia llevar el monitor de los boy scouts, el tipo que le quito a Karsten todos sus diplomas porque pensaba que habia hecho trampas. En la boca de Stubo habia mujeres, muchas mujeres. Labios carnosos, rosados y rechonchos. Chicas. Mujeres. Zorras. Tenia los ojos azules, como los de la abuela.
– Tengo un hijo -dijo Karsten mientras se servia cafe.
Ahora manejaba sus manos fornidas y encallecidas con pulso firme. Karsten se sentia fuerte. Paso un dedo por el mango del cuchillo de trinchar. La hoja estaba metida en un taco de madera para proteger el filo.
– Ahora mismo esta en el extranjero con su madre. De vacaciones -agrego.
– ?Ah, si? ?Estan casados?
Karsten Asli se llevo la taza a la boca. El sabor amargo le hacia bien. Las setas habian desaparecido. Notaba la lengua agil, afilada.
– Que va. Ni siquiera somos novios. Ya sabe… -Solto una risita.
Sono el movil de Stubo.
La conversacion no duro mucho. El policia cerro la tapa del telefono de un golpe.
– Me tengo que ir -anuncio sin mas.
Karsten lo acompano a la puerta. Las gotas de llovizna se habian posado sobre la hierba. Quiza por la noche volveria a hacer frio. Quiza la temperatura bajaria de cero grados. Aquel viento cortante parecia indicar que por lo menos iba a helar aqui, en la montana. Se percibian los aromas embriagadores del incipiente verano. Karsten inspiro profundamente.
– No puedo decir que haya sido exactamente un placer conocerle -dijo con una sonrisa-, pero le deseo un buen viaje de regreso a casa.
Stubo abrio la puerta del coche y se volvio hacia el.
– Me gustaria tener una charla con usted en la ciudad -dijo.
– ?En la ciudad? ?Se refiere a Oslo?
– Si. Lo antes posible.
Karsten Asli se lo penso. Echo una ojeada a la taza que aun sostenia en la mano, como si le sorprendiera que estuviese vacia. Luego alzo la mirada y la clavo en Stubo.
– Esta semana no va a poder ser -contesto-, pero quizas a principios de la semana que viene. No puedo prometerle nada. ?Tiene una tarjeta o algo asi, para que le pueda llamar?
Stubo no aparto la vista de el. Karsten no pestaneo. Una mosca confusa paso volando entre ellos. Por encima de las nubes un avion surcaba el cielo. La mosca se elevo.
– Me pondre en contacto con usted -dijo finalmente Stubo -. Que no le quepa la menor duda.
El Volvo azul marino salio dando tumbos por la verja abierta y se alejo lentamente cuesta abajo. Karsten Asli lo siguio con los ojos hasta que llego a la bifurcacion y desaparecio tras el bosquecillo. No recordaba la ultima vez que el valle le habia parecido tan bonito, tan limpio.