– ?Mierda! ?Mierda!
Yngvar golpeo el tronco del arbol con tanta fuerza que le empezaron a sangrar los nudillos. Se le tensaron los musculos de la nuca. Estaba temblando y no le resulto facil marcar un numero en el telefono. Intento respirar mas profundamente, pero los pulmones se le resistian. Ahora mismo no sabia quien estaba mas aterrorizado, si el o Turid Sande Oksoy.
Se apoyo en el tronco del abeto para intentar relajarse. En la casa que acababa de dejar, las luces empezaron a apagarse en un cuarto detras de otro, hasta que al final solo quedo una luz amarilla y suave que brillaba tras las cortinas de una ventana del primer piso.
– ?Hola?
– Hola.
– ?Te he despertado?
– Si.
No se disculpo. Al escuchar su voz por fin podia respirar mas tranquilo. Le llevo diez minutos contarle como habia ido el dia. De vez en cuando se repetia, pero luego conseguia concentrarse y calmarse. Intentaba ajustar su relato a un orden cronologico, ser objetivo, preciso. Al final callo. Inger Johanne no dijo nada.
– ?Hola?
– Si, estoy aqui -la oyo decir muy lejos.
Se puso el telefono mas cerca de la oreja.
– ?Por que…? -pregunto-. ?Por que miente?
– Eso esta claro -dijo Inger Johanne-. Debe de haberse liado con Karsten Asli cuando ya estaba casada con Lasse. No puede haber otra razon, a no ser que este diciendo la verdad, claro. Que sea verdad que no conoce al tipo.
– ?Esta mintiendo! ?Lo se! ?Se que esta mintiendo!
Volvio a descargar un golpe contra la corteza aspera. La sangre corria por la palma de su mano.
– ?Que puedo hacer? ?Que cono voy a hacer ahora?
– Nada. Esta noche nada. Vete a casa, Yngvar. Ahora tienes que dormir. Ya lo sabes. Manana puedes intentar hablar con Turid a solas. Tienes que mover cielo y tierra para averiguar todo lo posible sobre Karsten Asli. Quizas encuentres alguna cosa, algo que con un poco de creatividad puedas aprovechar para conseguir una orden de registro. Pero manana. Ahora vete a casa.
– Tienes razon -cedio el-. Te llamo a media manana.
– Muy bien -respondio ella-. Hasta manana.
Luego colgo y el se quedo mirando el telefono durante algunos segundos. Le dolia la mano derecha. Inger Johanne no lo habia invitado a ir a su casa. Yngvar fue hacia el coche arrastrando los pies y se marcho, obediente, a su casa de Nordstrand.
56
Por fin habia encontrado comida. Laffen habia forzado ya la puerta de tres casas pero no habia tenido suerte. En esta cabana, en cambio, habia latas de conservas en varios armarios. No podia haber pasado mucho tiempo desde la ultima vez que alguien habia estado alli porque en la panera quedaba algo de pan. Cuando le quito la capa blanquecina y azul que lo recubria, no quedo gran cosa. Se quedo un rato mirando la pequena bola correosa antes de metersela en la boca. Sabia a oscuridad.
Habia lena almacenada junto a la chimenea, y no le costo mucho encender un buen fuego. Desde la ventana del salon se veia bien el camino. De este modo, si veia que alguien se acercaba podia escaparse por la ventana de la parte de atras. El calor que irradiaba el fuego lo amodorraba, pero primero queria comer algo, un poco de sopa, quizas, eso era lo mas sencillo. Luego se iria a dormir. Eran mas de las cuatro de la manana y pronto iba a ser completamente de dia. Solo necesitaba un poco de comida y tabaco. Sobre la chimenea habia medio paquete de Marlboro. Le quito el filtro a uno de los cigarrillos, lo encendio y le dio una profunda calada. No podia acostarse hasta que se apagara el fuego.
Sopa de tomate con macarrones. Bien.
Habia agua en el grifo. Era una buena casa de campo. El siempre habia querido tener una cabana asi, un sitio donde se pudiera estar completamente tranquilo. No como su piso de Rykkinn, donde los vecinos se enfadaban en cuanto algun sabado se te pasaba limpiar las escaleras. Aunque nunca dejaba entrar a nadie en el piso, siempre se sentia vigilado. En un sitio como este todo seria muy distinto. Si seguia adelante, si se adentraba en el bosque, quizas encontraria una casa donde pasar todo el verano solo. En verano, la gente que tenia cabanas en el campo solia irse mas bien al mar. Despues podria escaparse a Suecia, en otono. Su padre habia escapado a Suecia durante la guerra y luego le habian dado un monton de medallas por todo lo que habia hecho.
Lo que no iba a permitir es que la policia volviera a atraparlo.
El cigarrillo le supo a gloria. Era el mejor pitillo que se habia fumado nunca, aromatico y suave. Se encendio otro al acabar de comer. Luego vacio el paquete y conto los cigarrillos. Once. Tenia que ahorrar.
La policia creia que era idiota. Cuando lo arrestaron, hablaban entre si como si el estuviera sordo o algo asi. La gente solia hacer eso. Creian que no oia.
El tipo que se habia llevado a los ninos era listo. Los mensajes eran ingeniosos. «Ahi tienes lo que te merecias.» Los dos policias habian estado hablando de eso delante de el, como si fuera un idiota sin orejas. Laffen se habia aprendido inmediatamente el texto de memoria. «Ahi tienes lo que te merecias.» Muy bueno. Buenisimo. Le echaba la culpa a otro. No estaba seguro de quien habia recibido lo que se merecia, pero era algun otro, no era el quien se merecia eso. El tipo que se habia llevado a los ninos tenia que ser muy listo.
A Laffen lo habian detenido en varias ocasiones.
Lo trataban como a una mierda, siempre.
Cuando los ninos correteaban desnudos por la playa, no se podia esperar otra cosa. Se lucian, sobre todo las ninas. Se meneaban, se contoneaban, lo ensenaban todo. Pero era el quien cargaba con la culpa, siempre. En ese sentido Internet era mejor. Asuntos Sociales le habia pagado el ordenador. Incluso le habia pagado un curso para aprender a usarlo.
Los helicopteros eran peligrosos.
Todavia estaba demasiado cerca de Oslo y oia helicopteros todo el dia. Como la luz duraba hasta muy tarde por la noche y comenzaba muy temprano por la manana, solo habia unas pocas horas de oscuridad en las que podia moverse. Avanzaba demasiado despacio. Tenia que alejarse mas, eso estaba claro. Tendria que robar un coche. Sabia como hacerle un puente al motor, era una de las primeras cosas que habia aprendido. Aunque la policia creia que era idiota, era capaz de robar un coche en menos de tres minutos. No uno de los nuevos, claro, de esos que tenian algun tipo de cierre electronico. Esos tendria que dejarlos estar. Pero podia buscar un modelo mas viejo y conducirlo un buen trecho, hacia el norte. Era facil saber donde estaba el norte: por el dia no habia mas que mirar el sol, y por la noche sabia encontrar la estrella Polar.
La comida hacia que le entrara sueno. La chimenea despedia un calor muy agradable. No podia dormirse hasta que se hubiera apagado del todo. Le importaba una mierda el peligro de incendio, pero mientras pudiera aparecer alguien que hubiera visto el humo, tenia que mantenerse despierto. Alerta.
– Estate preparado -murmuro Laffen antes de dormirse.
57
Karsten Asli pugnaba por convencerse de que no tenia nada que temer.
– Rutina -dijo para si y estuvo a punto de tropezar-. Rutina. Ru-ti-na. Ru-ti-na.
Tenia las zapatillas de deporte empapadas, y el sudor le caia en los ojos. Intento secarse la frente con la manga del jersey, pero esta estaba humeda por el rocio de los arboles cuyas hojas habia rozado.
Yngvar Stubo no habia visto nada. En realidad era imposible que encontrara absolutamente nada que pudiera