como si estuviera retrocediendo en el tiempo-. Astor perdio los estribos. Primero por que lo interrumpiera, claro, luego por lo que le tuve que contar. Completamente descabellado, grito. Un disparate. Una majaderia. Ordeno a los chicos que bajaran a sentarse en el sofa y los acribillo a preguntas. Ninguno de los dos dijo una palabra. No… Simplemente no contestaban. Para mi, el que calla otorga. Aunque Asbjorn era un rebelde, siempre le habia tenido una especie de respeto a su padre. Yo nunca lo habia visto comportarse como aquella noche. El chico le sostenia descaradamente la mirada a su padre y se negaba a responder. Geir mantenia la cabeza gacha y tampoco abrio la boca, ni siquiera cuando Astor le pego un bofeton. Al final Astor se dio por vencido y los mando a la cama. Pasaba ya de medianoche. Mi marido temblaba cuando se acosto junto a mi en la oscuridad. Yo le conte lo que creia, que Geir habia matado a Hedvik y que habia recurrido a Asbjorn para que lo ayudara a deshacerse del… cadaver. Teniamos un solo aparato de telefono en la casa y estaba justo delante de la puerta del cuarto de Asbjorn. Geir podia haber llamado por la noche sin que nosotros nos enteraramos. Eso dije. Astor no respondio, solo lloraba en silencio. Nunca antes lo habia visto llorar. Al final dijo que me estaba equivocando, que no era posible, que Aksel Seier habia matado a Hedvik, asi de sencillo. Me dio la espalda y no dijo nada mas. Yo no me rendi. Volvi a repasarlo todo: el jersey ensangrentado, el desconcertante comportamiento de los chicos. La noche que desaparecio Hedvik, Geir estaba en Oslo en una reunion de las Juventudes Socialistas. Asbjorn estaba en casa. A altas horas de la madrugada oi… Esto ya te lo he contado. Lo siento. Me repito. En cualquier caso, Astor no queria escucharme. Cuando finalmente empezo a clarear, se levanto, se ducho, se vistio y se fue al trabajo. Por lo que pude leer en los periodicos, hizo un alegato incendiario. Cuando volvio a casa comimos en silencio, los cuatro. -Unni Kongsbakken dio una palmadita a la mesa, como si estuviera poniendo un punto final.
– No se muy bien que decir ante todo esto -murmuro Inger Johanne.
– En realidad no creo que sea necesario que digas gran cosa.
– Pero Anders Mohaug, fue el quien…
– Anders tambien estaba cambiando. Aquel chiquillo siempre habia sido rarito, pero a partir de aquella noche se volvio mas callado, mas apocado. Mas aprensivo, en algun sentido. No habia que ser muy listo para suponer que Asbjorn probablemente se habia llevado consigo a Anders. Era un chico muy grande, ?sabes? Era fuerte, Anders. En una ocasion intente hablar con la senora Mohaug, pero ella reacciono como un animal asustado. No quiso hablar. -Los ojos de Unni Kongsbakken volvieron a arrasarse en lagrimas que corrian por un surco junto a la nariz. La anciana se lamio ligeramente el labio superior-. Seguramente ella creia que Anders lo habia hecho solo -dijo en voz baja-. Yo deberia haber insistido mas. Deberia haber… La senora Mohaug no volvio a ser la misma despues de ese invierno.
– Cuando Anders murio… -empezo Inger Johanne, pero Unni la interrumpio de nuevo.
– Astor y yo no habiamos vuelto a hablar de Hedvik desde aquella fatidica noche. Era como si hubieramos metido todo aquel horrible episodio en un cajon y lo hubiesemos cerrado con llave con la intencion de enterrarlo para siempre; yo… A medida que fue pasando el tiempo, casi parecia que aquello nunca habia ocurrido. Geir se hizo jurista como su padre, siempre intento parecerse a Astor en todo lo que hacia, aunque nunca con mucho exito. Asbjorn habia empezado a escribir esos libros suyos. En otras palabras, habia suficientes cosas en las que pensar aparte de ese asunto. -Suspiro profundamente y agrego en voz tremula-: Un dia, debe de haber sido en verano de 1965, Astor volvio del despacho… Bueno, entonces ya era consejero en el ministerio.
– Eso ya lo se.
– Su buen amigo el director general Einar Danielsberg se habia puesto en contacto con el y le habia preguntado por el caso de Hedvik y Aksel Seier. Habia aparecido informacion nueva que podia indicar que… - Entonces escondio el rostro entre las manos. Su anillo de casada, fino y gastado, se le habia incrustado en el dedo anular derecho, casi hasta desaparecer en un pliegue de la piel-. Astor se limito a decir que todo estaba arreglado -murmuro-, que no habia nada que temer.
– ?Nada que temer?
– Eso fue lo que dijo. No se que fue lo que paso. -De pronto volvio a descubrirse la cara-. Astor era una persona honrada. El hombre mas honesto que yo he conocido nunca, y sin embargo permitio que un hombre inocente fuera enviado a la carcel. Eso me enseno una leccion. Me enseno que… -Inspiro profundamente, casi como si bostezara-. Somos capaces de todo por defender lo nuestro. Asi hemos sido creados, nosotros los hombres. Cuidamos de lo que es nuestro. -Entonces aquella mujer robusta y mayor se levanto lenta y pesadamente. El pelo se le habia soltado completamente de las varillas japonesas. Tenia los ojos hinchados-. Como entenderas, nunca pude demostrar nada.
Era como si el bolso se hubiera hecho demasiado pesado a lo largo de la tarde. Intentaba ajustarselo al hombro, pero se le caia continuamente. Al final lo agarro con las dos manos e intento poner recta la espalda.
– Me console con eso, durante mucho tiempo -prosiguio-. No podia estar segura de nada. Los chicos no querian hablar. Astor se habia encargado de quemar el jersey. Al morir Asbjorn, lei sus libros por primera vez. En Pecado original, catorce de noviembre encontre por fin la confirmacion.
«Comprendo que protegieras a tu marido -penso Inger Johanne mientras buscaba palabras que no sonaran muy duras-. Pero ahora estas traicionando a tu propio hijo. Lo estas entregando. Despues de todos estos anos, estas entregando a tu propio hijo. ?Por que?»
– Geir ha gozado de cuarenta anos de libertad -dijo Unni Kongsbakken llanamente-. Ha gozado de cuarenta anos que no le correspondian. Creo que no ha… Presumo que no se ha vuelto a exceder. -Habia un atisbo de verguenza en la sonrisa, como si no creyera del todo en lo que estaba diciendo-. Nunca le habia contado esto a nadie. Astor habria… Astor no habria sobrevivido a algo asi. Ya tenia suficiente con Asbjorn. Con todos esos libros horribles, los escandalos, el suicidio. -Suspiro sin fuerzas-. Te agradezco que me hayas escuchado. Tu tendras que decidir que hacer con la informacion que te he dado. Yo ya he cumplido con mi parte. Demasiado tarde, evidentemente, pero de todos modos… El destino de Geir esta en tus manos. Aunque en realidad probablemente no puedas hacer gran cosa. Evidentemente lo va a negar todo y, como no se puede demostrar nada… Pero quizas a Aksel Seier le interese… Enterarse de lo que paso, quiero decir. Adios.
Cuando Inger Johanne observo aquella espalda encorvada que salia por las puertas del Cafe Grand, tuvo la impresion de que incluso el jubon habia perdido color. La senora apenas tenia fuerzas para mover las piernas. A traves de la ventana vio que alguien la ayudaba a tomar un taxi. Un cepillo de pelo se le cayo del bolso justo antes de que cerrara la puerta. Inger Johanne se quedo sentada mirandolo fijamente durante un buen rato despues de que el taxi de Unni Kongsbakken arrancara y se alejara de alli.
El cepillo estaba lleno de pelos muertos. A Inger Johanne le sorprendio lo claramente que se veian, incluso a aquella distancia. Eran grises y le recordaban a Aksel Seier.
65
Yngvar Stubo estaba solo en su despacho intentando reprimir una poco edificante sensacion de alivio.
Laffen Sornes habia muerto como habia vivido, huyendo de una sociedad que lo despreciaba. Era un final tragico y, sin embargo, Yngvar no podia evitar sentir cierta satisfaccion. Con Laffen Sornes fuera de escena quiza seria posible convencer a mas gente de que se concentrara en el verdadero criminal, la verdadera presa. Aquella idea hacia que Yngvar respirara con mayor facilidad. Se sentia mas fuerte, mas energico que aquellos ultimos dias.
Hacia un buen rato que habia apagado la television. Resultaba verdaderamente chocante ver a los periodistas revolotear en torno a aquel espectaculo dantesco sin plantearse ni por un segundo la gravedad de la tragedia que acababa de producirse ante las camaras. Se estremecio y empezo a clasificar documentos.
Sigmund Berli irrumpio en el despacho.
Yngvar levanto la vista y fruncio el ceno.
– Vaya, vaya -dijo dando golpecitos en la mesa con el dedo indice y senalando con la cabeza hacia la puerta-. ?Hemos perdido los modales?
– La colision -jadeaba Sigmund Berli-. Laffen Sornes ha muerto, supongo que lo habras oido. Pero el otro… - Le costaba respirar. Se poso la palma de las manos sobre las rodillas-. El otro… El hombre que iba en el otro coche…
– Sientate, Sigmund. -Yngvar senalo la silla para invitados.