pero la madre del nino recurria y apelaba, estiraba el tiempo… Al final se largo, probablemente al extranjero. Todo parece indicar que Karsten Asli no sabia adonde. Se puso en contacto con una agencia de detectives… - Yngvar esbozo una sonrisa amarga- despues de que la policia se limitara a encogerse de hombros y le dijera que no podian hacer nada mas. La agencia de detectives le facturo sesenta y cinco mil coronas por un viaje a Australia, del que no salio mas que un informe de tres paginas que decia que probablemente Ellen Kverneland y el nino tampoco estaban alli. La agencia queria investigar algunas pistas en Suramerica, pero a Karsten Asli se le habia acabado el dinero. Eso es mas o menos lo que sabemos hasta ahora. Quiza dentro de unos dias tengamos una vision mas completa de todo. Un caso muy feo.

– Todos los litigios por la custodia son feos -comento Inger Johanne con la voz plana-. ?Por que crees que tengo yo custodia compartida?

– Pense que quizas…

– Ellen Kverneland tenia razon, en otras palabras -lo interrumpio ella-. No es de extranar que se largara. Karsten Asli no era precisamente el padre ideal, pero ese tipo de cosas rara vez salen a la luz en un juicio. El hombre no tenia antecedentes y evidentemente sabia como comportarse para causar buena impresion.

– Pero es posible que el propio caso, el litigio por la custodia lo haya…

– ?Lo haya podido convertir en un psicopata? No, claro que no.

– Quizas eso sea lo peor -dijo Yngvar-. Que nunca sabremos por que… Quien era Karsten Asli en realidad. O que era. Por que hizo lo que…

Inger Johanne nego lentamente con la cabeza. El cristal de la ventana le estaba helando los dedos, de modo que se metio las manos en los bolsillos.

– Lo peor es que han muerto tres ninos -dijo-. Y que Emilie probablemente nunca…

– No sabes como le va a ir a Emilie en la vida -replico Yngvar levantandose-. El tiempo cura la mayor parte de las heridas, o por lo menos nos hace capaces de vivir con ellas.

– ?Es que no la viste? -dijo Inger Johanne con vehemencia y se sacudio la mano que el habia posado sobre su hombro izquierdo-. ?No viste como estaba? Nunca volvera a ser la misma. ?Nunca!

Se llevo las manos cruzadas a los hombros y empezo a mecerse de un lado a otro, con la cabeza gacha, como si todavia tuviera un nino en brazos.

«Damaged goods -habia dicho Warren de un nino al que habian encontrado tras cinco dias secuestrado-. Esos ninos son mercancia danada, ya sabes.»

El nino se habia quedado mudo, pero los medicos decian que habia bastantes posibilidades de que en algun momento recuperara su capacidad de hablar. Aunque llevara su tiempo. Tambien iban a curarle de algun modo las desgarraduras que tenia en el recto. Aunque llevara su tiempo. Warren nego con la cabeza, se encogio de hombros y sentencio de nuevo:

«Damaged goods.»

Ella era entonces demasiado joven, y estaba enamorada y llena de ambiciones de hacer carrera en el FBI, asi que no dijo nada.

– ?Me puedo quedar a dormir? -pregunto Yngvar.

Ella alzo la cara.

– Es un poco tarde, Yngvar. -Inger Johanne intento tomar aliento. Tenia un nudo en la garganta y sentia frio.

– ?Puedo? -insistio Yngvar.

– En el sofa -dijo ella tragando saliva-. Te puedes quedar a dormir en el sofa si quieres.

La desperto un rayo de luz que se colaba por la rendija que habia entre la cortina y el marco de la ventana. Se quedo mucho tiempo tumbada escuchando. El vecindario estaba tranquilo, solo se oyo el canto de algun que otro pajaro madrugador. El despertador marcaba las seis menos diez. No habia dormido mas que tres horas, pero de todos modos se levanto. Hasta que llego al bano no se acordo de que Yngvar se habia quedado a dormir. Salio de puntillas al salon.

El hombre dormia de cara al techo, con la boca abierta, pero no roncaba. Se habia desvestido parcialmente y tenia un robusto muslo al descubierto. Llevaba puestos unos calzoncillos de boxeador y la camiseta de futbol de ella. Tenia el brazo apoyado sobre el respaldo del sofa, los dedos apretados en torno a la rustica tela, como si se estuviera agarrando para no caerse.

Se parecia tanto a Warren en lo externo… Y era tan distinto de el en todo lo demas.

«Algun dia te contare lo de Warren -penso Inger Johanne-. Algun dia te contare lo que paso, pero todavia no. Creo que tenemos tiempo.»

El solto un ligero ronquido que hizo que le saltara la nuez. Se movio en suenos buscando una nueva postura, y la manta se cayo al suelo. Ella lo volvio a arropar con cuidado con la manta de cuadros, conteniendo la respiracion. Despues entro en su estudio.

El sol inundaba la habitacion a traves de la ventana que daba al este y la deslumbraba. Inger Johanne bajo las persianas y encendio el ordenador. La secretaria de la oficina le habia mandado un e-mail con cinco mensajes, pero solo uno era importante.

Aksel Seier estaba en Noruega. Queria verla y habia dejado dos numeros de telefono, uno de los cuales era del hotel Continental.

Inger Johanne no habia pensado en Aksel Seier desde que encontraron a Emilie. La historia de Unni Kongsbakken habia quedado enterrada en aquella camara mortuoria de la granja de Snaubu. Cuando Inger Johanne deambulaba por las calles de Oslo, antes de que Yngvar la recogiera y la llevara a un bunker casero construido en una colina a pocos kilometros de Oslo, habia estado dudando sobre lo que debia hacer con el relato de la anciana mujer. Si es que habia algo que ella pudiera hacer.

La duda se habia disipado.

La historia del asesinato de Hedvik Gasoy era la historia de Aksel Seier. Le pertenecia a el. Inger Johanne iba a reunirse con el, darle lo que era suyo y despues llevarlo a ver a Alvhild. Solo entonces podria olvidarse del caso de Aksel Seier.

Inger Johanne se volvio.

Yngvar estaba de pie en la puerta, descalzo. Se rascaba la barriga con una sonrisa torcida.

– Temprano, esto… Muy temprano. ?Hago cafe?

Se acerco a ella sin esperar respuesta y tomo el rostro de ella entre sus manos. No la beso, pero seguia sonriendo, mas que antes.

Inger Johanne noto que una corriente fresca procedente del exterior le acariciaba las pantorrillas bajo el pijama. Por fin los meteorologos habian acertado.

– Hoy va a hacer un buen dia -dijo Yngvar, sin soltarla-. Creo que ha llegado el verano, Inger Johanne.

69

Cuando Inger Johanne se encontro con Aksel Seier en la recepcion del Continental el viernes 9 de junio por la manana, casi no lo reconocio. En Harwichport tenia pinta de pescador de algun pueblo de Nueva Inglaterra, vestido en vaqueros y camisa de franela a cuadros; ahora parecia mas un turista de crucero de Florida. Ademas, se habia rapado el pelo, ya no tenia nada tras lo que ocultar los ojos, y la expresion de su cara era seria.

No sonrio cuando la vio ni la invito a sentarse. Daba la impresion de que no queria perder un segundo. Le explico en ingles que su hijo estaba ingresado en el hospital a causa de un grave accidente. Aquello acabaria en cosa de horas, dijo, asi que no disponia de mucho tiempo.

– ?Quiere que…? -Inger Johanne vacilo, completamente aturdida por el hecho de que Aksel Seier tuviera un hijo, un hijo que vivia en Noruega, un hijo que estaba en el hospital, agonizando-. ?Quiere que le acompane? Do you want me to come? Keep you company? [12]

El asintio con la cabeza.

– Yeah. I think so. Thanks. [13]

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