Ella no ato cabos hasta despues, en el coche.

Mas tarde, en los dias y semanas que siguieron, cada vez que reflexionaba sobre lo que habia pasado en el taxi de camino al hospital en el que pronto moriria Karsten Asli, pensaba en su viejo profesor de matematicas del bachillerato.

Por alguna razon eligio estudiar ciencias. Quiza porque era buena estudiante, y las ciencias eran para los buenos estudiantes. Inger Johanne nunca entendio las matematicas. Para ella los numeros grandes y los signos matematicos eran como jeroglificos misteriosos, simbolos mudos que se cerraban en banda ante los intensos esfuerzos que hacia Inger Johanne por entender. En el examen final de segundo de bachillerato, Inger Johanne tuvo una experiencia que mas tarde recordaria como una especie de revelacion. De pronto los numeros empezaron a decirle algo, las cuentas empezaron a cuadrar. Fue como atisbar por un momento un mundo desconocido, una existencia estrictamente logica. Las respuestas estaban al final de las bellas series de signos y numeros. El profesor estaba de pie detras de ella mirando por encima de su hombro. Olia a hombre mayor y a rey de Dinamarca.

– Mira que bien, Inger Johanne -le susurro-. Mira que bien. ?La senorita acaba de ver la luz!

Y eso era exactamente lo que habia ocurrido.

Aksel habia hablado de Karsten. Ella no reacciono. Luego el hablo de Eva. Ella lo escucho. Despues el menciono el apellido de ambos, casualmente, en un inciso en el momento en que el taxi se detuvo ante el hospital.

Era como si ya nada pudiera sorprenderla.

Sintio que se le erizaban un poco los pelos. Eso fue todo.

La cuenta cuadraba. Karsten Asli era hijo de Aksel Seier.

«Mira que bien, Inger Johanne -musito el profesor de matematicas, haciendo chasquear la lengua-. ?La senorita ha visto la luz!»

En el pasillo habia dos agentes de policia vestidos de paisano, pero Aksel Seier apenas reparaba en lo que lo rodeaba. Inger Johanne comprendio que todavia no le habian dicho lo que habia hecho su hijo. Rezo en silencio para que lo dejaran en paz hasta que todo hubiera terminado.

Poso la mano sobre el hombro de Aksel Seier. El la miro a los ojos.

– Tengo una historia que contarle -dijo ella en voz baja-. Ayer… Por fin me entere de toda la verdad sobre el asesinato de Hedvik. Usted es inocente.

– I know that -respondio el tranquilamente sin siquiera pestanear.

– Se lo contare todo -continuo Inger Johanne-, cuando todo esto… -Lanzo una mirada furtiva hacia la habitacion de Karsten Asli-. Cuando haya pasado todo esto. Entonces le contare lo que paso.

Aksel puso la mano sobre el pomo.

– Y una cosa mas -dijo ella, reteniendolo-. Hay una mujer mayor, que esta muy enferma. Es gracias a ella que por fin ha salido a la luz la verdad. Se llama Alvhild Sofienberg. Quiero que me acompane a visitarla. Mas tarde, cuando todo esto haya terminado. ?Me lo promete?

El asintio debilmente con la cabeza y entro.

Inger Johanne lo siguio.

La cara de Karsten Asli estaba hinchada y azul, y apenas se distinguia entre las sabanas, los vendajes y las maquinas que lo iban a mantener con vida durante todavia algunas horas mas. Aksel se sento en la unica silla que habia en el cuarto. Inger Johanne se acerco a la ventana. No le preocupaba el paciente; era a Aksel Seier a quien miraba cuando el se daba la vuelta y era solo en el en quien pensaba.

«Cumpliste condena por tu hijo, Aksel. Pagaste por sus pecados. Espero que lo puedas ver asi.»

Aksel Seier estaba sentado con la cabeza baja y la mano de Karsten entre las suyas.

Al final el techo se pinto de azul. El senor de la tienda insistio en que un color tan oscuro haria que la habitacion pareciera mas pequena, pero se equivoco. El techo, por el contrario, se elevo casi hasta desaparecer. Como queria yo de pequeno: una boveda de oscuridad nocturna, estrellas y un fino gajo de luna justo sobre la ventana. En aquella ocasion fue la abuela la que eligio por mi, la abuela y mama. Un dormitorio de chico en amarillo y blanco.

Tengo la sensacion de que hay alguien aqui.

Alguien me toma de la mano. No es mama. Ella me tomaba de la mano a veces, cuando entraba en mi cuarto despues de que se durmiese la abuela. Mama hablaba tan poco… A otros ninos los duermen contandoles un cuento. Yo me dormia oyendo el sonido de mi propia voz. Siempre. Mama hablaba muy poco.

La felicidad es algo que apenas recuerdo, como un leve roce en una reunion con extranos, algo que desaparece antes de que te de tiempo a volverte. Cuando estuvo preparado el cuarto y solo faltaban dos dias para que el por fin llegara, me puse contento. La felicidad es un sentimiento candido y, al fin y al cabo, yo ya me aproximo a los treinta y cuatro. Pero estaba contento, claro, me hacia ilusion.

La habitacion estaba lista. Un nino estaba sentado a horcajadas sobre la luna. Rubio y con una cana de pescar: una vara de bambu con un corcho sujeto al sedal y, en el extremo, colgada del anzuelo, una estrella. Una gota de color dorado habia escurrido hacia el marco de la ventana, como si el cielo se estuviera derritiendo.

Mi hijo por fin iba a llegar.

Me duele.

Me duele todo, noto un dolor lacerante sin comienzo ni fin.

Creo que me estoy muriendo.

No me puedo morir. El 19 de junio voy a acabar mi proyecto. El dia del cumpleanos de Preben. Perdi a Preben, pero me resarci dandoles a los demas lo que se merecian. Me traicionaron. Todos me traicionaron, como siempre.

Habiamos acordado llamarlo Joakim. Iba a llevar mi apellido. Se iba a llamar Joakim Asli, y yo le compre un trenecito. Ellen se enfado cuando lo lleve al hospital. Ella esperaba que le regalase un collar, creo, como si se mereciera una medalla. Yo juguetee con la locomotora Marlin cerca de su rostro, y el abrio los ojos y me sonrio. Ellen nos dio la espalda y dijo que no era mas que una mueca.

Yo hubiera sido un padre formidable. Lo llevo dentro.

Soy pequeno y estoy sobre la mesa de la cocina con un traje de esqui que me ha enviado alguien. Mas tarde le pregunte a mama: «?Ha sido papa el que me ha mandado el regalo?» Nunca me contesto. Aunque solo tenia cuatro anos, recuerdo perfectamente los sellos, grandes y de un pais extranjero; el papel de estraza estaba lleno de sellos. El traje era azul y ligero, yo queria salir a la nieve. La abuela me lo quito. Se lo regalaron a otro.

Otros se han llevado lo que es mio, siempre.

Ellen y el nino desaparecieron. Ni siquiera me habia registrado como padre. Tarde cuatro meses en averiguar que el nino se llamaba Preben.

Tengo que acabar con eso, seguir adelante con mi vida.

Alguien me ha tomado de la mano. No es mama. Es un hombre.

Nunca tuve padre. A la abuela se le entrecerraban los ojos cuando le preguntaba donde estaba el mio. Mama miraba hacia otra parte. En los pueblos, a los ninos sin padre les salen infinitos padres. Diferentes nombres circulan entre susurros en los rincones, en el colegio, en los lugares publicos, en los patios de juegos. Era insoportable. Todo lo que yo queria era saber. No necesitaba un padre, pero queria saber. Todo lo que necesitaba era un nombre.

Emilie. Se va a morir en el sotano. Es mia, al igual que Preben. Grete se puso a llorar y lo nego todo, solo queria volver con los suyos. Yo era tan joven entonces, que la deje marchar. No me importaba la nina. No me importa. Era a Preben a quien yo queria.

Por mi, Emilie se puede morir.

Los otros ninos tambien podrian haber sido mios.

Sus madres eran mias, pero ellas no lo entendian.

Alguien me ha tomado de la mano y hay un angel en la luz junto a la ventana.

Epilogo

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